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Tercer cuerpo: o la absurda cotidianidad de la oficina

  • Claudio Tolcachir y Timbre 4 estrenan 'Tercer Cuerpo' en las Naves del Español

  • Estrenada en Buenos Aires en 2008, ha recorrido 20 festivales

  • El humor constante como contrapunto a la soledad de cinco personajes

JON BANDRÉS
4 min.

Una oficina es siempre un buen lugar para observar conductas humanas. Es lo que hace Claudio Tolcachir en Tercer Cuerpo, dirigida y escrita por él, que podemos ver hasta el 15 de mayo, las Naves del Español del Mataderoen Madrid. Segunda oferta de Tolcachir en este teatr municipal, este año, que se completará con El viento en un violín, prevista para los últimos días de mayo y primeros de junio.

Una oficina perdida en el tiempo

Tras el éxito cosechado en el mismo teatro, por Tolcachir y su grupo Timbre 4, durante el mes de abril con La omisión de la familia Coleman, ahora el director argentino y la misma compañía (nacida del teatro y escuela bonaerenses del mismo nombre) ponen una lente de aumento sobre una destartalada oficina administrativa, un poco perdida en el tiempo y en el espacio (“parece que se olvidaron de ella” dice un personaje) que es el centro de reunión de cinco personajes cuyas vidas se irán entrelazando, a lo largo de varios días, condensados en 1 y hora y cinco minutos de representación.

“Es la historia de querer y no saber qué hacer. La historia de un intento absurdo” afirma la compañía, pero también, añade, “la historia de querer vivir cada día a pesar de todo”

Personajes universales

Allí conoceremos a varios personajes y algunos arquetipos humanos que podríamos encontrar en cualquier lugar y época. Por ejemplo, la que habla, habla y habla…y responde a lo que aún no le han preguntado, organiza la mesa de sus vecinos (y si puede la vida de los demás) y se entera de todo lo que ocurre en los demás departamentos para luego contárselo a los compañeros del suyo. Todo con la mejor intención. Es un personaje que puede resultar exasperante pero que resulta simpático en la pieza de Tolcachir. Más pragmática parece su compañera de oficina, desesperada porque la otra le ordena la mesa. En realidad está desesperada por tener un hijo, intenta ser inseminada y olvida el detalle de explicar a su médico que no tiene pareja.

El tercer “oficinista” es el señor de pelo blanco que un día, tras la muerte de su madre, volverá a la oficina con el pelo teñido de un color que –como argumenta en su defensa una de sus compañeras- no es exactamente el mismo que su base natural. Conoceremos también que ha buscado el amor en la persona de un chico que podría ser su hijo. Chico que irrumpirá en la oficina buscando explicaciones, tras una ruptura, seguido de su novia. En la siguiente escena de celos y diluciones varias, participarán no sólo el señor teñido, el chico y su novia, sino obviamente las sempiternas compañeras de despacho.

Un decorado cuidadosamente desordenado

Dos sellos distintivos de Tolcachir están también presentes en este montaje. El primero es el decorado destartalado que nos hacen preguntarnos en qué chamarilería encuentran los vetustos escritorios, los teléfonos verdes de los años 70 y otros artilugios que conforman una escenografía singular y vintage que –como dice Tolcachir- “acompaña sin subrayar una apuesta donde el acento está sobre los personajes” Es la imagen perfecta para esta oficina en la que pocas veces vemos a sus ocupantes trabajar y en la que al parecer, ya han olvidado a qué se dedicaban antaño.

El segundo es cómo los personajes se ven envueltos en equívocos, enredos y situaciones tan absurdas como cotidianas en cuanto suena por ejemplo un teléfono. Como ejemplo de cómo convierten en surrealista cualquier cosa, hay que destacar la escena desternillante en que las dos chicas oficinistas escriben la carta de despedida que su compañero debe pronunciar en el funeral de su madre.

Lo que no se dice

Un rasgo distintivo de este Tercer Cuerpo es lo que el autor-director denomina como “la ruptura del eje espacio-tiempo” En algunos momento vemos a cada actor en su respectiva situación (y escena) hablando simultáneamante. Lo que cada uno dice (a su médico, a su exnovio, pero no a sus compañeros de oficina) parece no tener que ver con lo que dicen los otros, pero al final, todos sus monólogos, convergen en un puzzle coherente: el de cinco personas corrientes (y sensibles), atrapadas por la rutina.

“Lo más importante” afirma Tolcachir y con ello resume el propósito de la historia “es lo que no se ve, lo que no se dice, lo que se calla, lo que mueve al deseo”

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