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Joan Miró frente a Franco en la primera gran retrospectiva en 50 años en la Tate Modern

  • La muestra se abre el 14 de abril, 80 aniversario de la República

  • La exposición viajará a Barcelona en octubre y a Washington en 2012

LAURA G. TORRES
6 min.

Joan Miró (1893-1983) vuelve a Londres a lo grande medio siglo después gracias a la Tate Modern, que del 14 de abril al 11 de septiembre mostrará una retrospectiva en la que se analizará la obra del artista desde el punto de vista de su compromiso político como catalán y ante la Guerra Civil y el franquismo.

No debe ser casualidad la fecha escogida por el museo londinense para inaugurar la muestra "Joan Miró: La escalera de la evasión", pues coincide con el 80 aniversario de la proclamación de la II República. La exposición cuenta con el apoyo del Instituto Ramon Llul de difusión de la cultura catalana y está organizada en colaboración con la Fundació Joan Miró de Barcelona, donde se podrá ver en octubre de 2011, para viajar en mayo de 2012 a la National Gallery of Art de Washington, que atesora importantes obras del que fue uno de los maestros del surrealismo.

La exposición reúne más de 150 pinturas, dibujos y esculturas de colecciones de todo el mundo para representar la amplitud de la producción del artista catalán, del que la Tate Modern destaca su "lenguaje surrealista evocador de una sensación de libertad" y "sus imágenes fantásticas y colores directos". No en vano, el barcelonés es uno de los más emblemáticos representantes del arte moderno y un precursor del expresionismo abstracto.

Aunque su obra es celebrada por su explosión de color, "Joan Miró: La escalera de la evasión" quiere descubrir lo que trasciende detrás de las obras, su actitud comprometida ante los turbulentos tiempos políticos que le tocó vivir. De hecho, siempre se ha dicho que Miró, que vivió una especie de exilio interior en Mallorca durante la dictadura, habló desde el silencio a través de sus obras.

Sus inicios fauvistas y su paso por París

Miró, que se formó como pintor en Barcelona la academia de arte que dirigía Francesc d'Assís Galí, estuvo muy influido en sus inicios por las tendencias fauvistas, cubistas y postimpresionistas. En la temática pesa su identidad catalana con la representación de sus paisajes y sus tradiciones, de lo que es muestra su conocido cuadro La Masía (1921-22) - que la National Gallery de Washington presta para la exposición-, donde también se aprecia cierto aire näif.

Esta obra, que representa la masía de su familia en Mont-roig (Tarragona) y está dotada de un grafismo muy detallista y realista -la caligrafía mironiana-, después de pasar por las manos de varios marchantes sin poder venderla, acabó siendo comprada por su amigo y escritor Ernest Hemmingway. Miró terminó el cuadro en París, adonde acabó trasladándose después de varias estancias temporales.

Fue en la capital francesa donde el artista se abandonó en brazos del surrealismo y donde trabó amistad con André Breton y Pablo Picasso. Este movimiento le permitió reflejar su interés por el subconsciente y por lo onírico. En 1924-25 pintó su serie de campesinos catalanes, de la que se puede ver en Londres Cabeza de un campesino catalán.

No obstante, su relación con el surrealismo fue de amor-odio y abogó por un distanciamiento, aunque aceptaba los principios de la estética. También tuvo algunos enfrentamientos con los próceres del movimiento; "quiero asesinar la pintura", llegó a proclamar el artista catalán, aunque al final lo hiciera a través de ese mismo medio.

Durante la II República Española, Miró realizó estancias intermitentes entre París, Mallorca y Mont-roig, donde le pilló el estallido de la Guerra Civil (1936-1939) española en julio de 1936, por lo que, aprovechando que en noviembre tenía prevista una exposición en la capital francesa, decidió quedarse allí con su familia. El artista catalán no dudó en expresar su apoyo al gobierno republicano y diseñó el cartel ¡Ayudad a España! (1937) para un sello postal con el que recaudar dinero, además de, al igual que Picasso con el Guernica, recibió el encargo de una obra de grandes dimensiones para el pabellón de la República Española en la Exposición Internacional de París de 1937 y pintó El segador, un payés catalán con la hoz en el puño, obra que se perdió.

Fruto de esta época también es Naturaleza muerta con zapato viejo (1937), que representa el drama de la guerra y está inspirado en Zapatos de labriego de su admirado Van Gohg, incluido en la exposición.

Regreso a España y exilio interior

Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y la invasión de Francia por los nazis, en 1940, Miró decide regresar a España junto a su familia. Entre 1940 y 1941, el artista catalán refleja esa otra guerra que le tocó vivir en su serie Constelaciones, para las que usó un soporte que él mismo trataba con gasolina y en las que representaba con colores puros el orden del cosmos.

De esta época es también el cuadro que da título a la exposición, La escalera de la evasión (1940), prestado por el MOMA y en el que aparece uno de sus elementos más recurrentes, la escalera, y que representa la necesidad de escapar y el rechazo a la realidad política y social que le rodea.

Bajo el régimen franquista, en la que hubo una fuerte represión del catalanismo, Miró trabajó en una especie de exilio interior en España, mientras que en el extranjero iba ganando cada vez una mayor fama como héroe de la abstracción de postguerra. La exposición recoge muestras de toda su producción de esta etapa, en la que además, a partir de 1960, se aprecia una evolución en la que trazaba los grafismos con gran soltura y simplicidad, con trazos gruesos en color negro y con salpicaduras de pintura en sus lienzos.

En esa última etapa, Miró siguió reflejando su estado de ánimo político en su obra artística. En su afán por 'asesinar la pintura', el pintor trabajaba sobre lienzos quemados, como en Mayo 68 (1968-73) y Lienzo quemado II (1973) o crea eufóricas explosiones de color, como en Fuegos artificiales (1974).

Otra de las obras maestras que podrán verse en Londres y que mejor recoge el compromiso político que nunca abandonó Miró es el tríptico La esperanza del condenado a muerte (1973), que recoge su rechazo a la condena a garrote vil del catalán Salvador Puig Antich, perteneciente al anarquista Movimiento Ibérico de Liberación (MIL), en la cárcel Modelo de Barcelona. En ella, una vez más, Miró habló desde el silencio y en las mismas narices del régimen franquista.

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