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Los gitanos, al llegar a Rumanía: "Volveremos a Francia; la vida es mejor allí"

  • "La vida es mejor que en Rumanía, incluso siendo ilegal", dice uno

  • Se quejan de la generalización de toda la etnia del gobierno Sarkozy

  • Destacan que terminarán volviendo por la falta de trabajo y dinero

RTVE.ES / AFP
4 min.

"Por supuesto que pienso volver a Francia.  La vida es mejor que en Rumanía, incluso cuando uno se convierte en ilegal".

Estas palabras de Ionut Balazs, un joven gitano de 26 años, a su llegada a Bucarest tras aceptar ser deportado de Francia resume a la contradicción intrínseca a la que se enfrenta el Elíseo con su política contra esta minoría.

Por un lado, al ofrecerles cerca de 300 euros -el equivalente a un sueldo mensual medio en Rumanía- y 100 euros por niño, les permite disfrutar de una cómodas 'vacaciones' en su país con gastos pagados.

Por otro, al ser ciudadanos europeos y solo estar limitada su estancia tres meses -tras lo cual pueden volver otros tres meses y luego otros tres, sin solución de continuidad- pueden volver cuando quieran sin que nadie en Francia pueda reprochárselo, más aún con la abrumadora diferencia de nivel de vida existente.

Presión francesa

Balazs ha vivido en Grenoble, al sureste de Francia, durante unos cuatro meses junto a sus hermanos, en su primer viaje al país galo. Su esposa se quedó en Petrosani, una ciudad minera de 42.000 habitantes al oeste de Rumanía, donde ahora se dirige, y cerca del lugar donde nacieron.

"En Grenoble estuvimos trabajando aquí y allá, como podíamos", recuerda a su llegada a Bucarest.

Este joven gitano rechaza las generalizaciones hechas por los políticos en el poder en París sobre todos los gitanos. "Se mecla a todo el mundo. Hay gente que roba, pero no todos", se queja.

Como él, varias gitanos que han llegado bajo un sol abrasador al aeropuerto Aurel Vlaicu, en Bucarest, son de Petrosani.

Son  sorprendidos por decenas de periodistas y cámaras que les esperan mientras llevan su equipaje pesado, a menudo cargando a  sus niños con los brazos.

"Fue muy difícil en  Francia, había una presión todo el tiempo ... la Policía, la  prefectura", dice Gabriel, de 35 años, que prefiere permanecer en el  anonimato.

Regresa con su esposa y dos hijas pequeñas, nacidas en  Francia, con el apoyo al retorno en el bolsillo: 300 euros para los  adultos, aproximadamente el equivalente de un sueldo mensual medio en  Rumanía, y 100 euros por niño.

La estrategia de Sarkozy

"Si los ciudadanos de Rumanía, como de Bulgaria, tienen  derecho a viajar libremente a Francia y permanecer allí tres meses,  entonces deberían poder trabajar en un empleo formal, tener acceso a la  educación o los recursos, pero el acceso al mercado de trabajo es  limitado en algunos países de la Unión Europea para los rumanos y  búlgaros", denuncia.

¿Qué pasará con Petroseni? Se encoge de hombros: "No lo  sé. ¿Qué hacer allí?" También sugiere que tiene la intención de  regresar a Francia.

"La presión se coloca en la rumanos  debido a la política, por los políticos en el poder" subraya haciendo referencia implícitamente al  endurecimiento de medidas aprobadas por el gobierno francés desde finales de julio y que ha acelerado el desmantelamiento de los campamentos de gitanos en ese país.

En realidad, éste es el punto más doloroso para el país que ahora les deporta, donde la prensa y la clase política, incluso dentro del partido gobernante, aprecia un indudable oportunismo político en el Elíseo, en un momento en que la economía no acompaña y, sobre todo, hay un escándalo de donaciones ilegales en el caso 'Lóreal' que ha colocado la valoración de Sarkozy en bajos históricos.

Para el ministro rumano de Exteriores, Teodor Baconschi, la campaña de Francia puede provocar "reacciones exnófobas", algo que teme de manera más o menos explícita la Comisión Europea, que dice que va a monitorizar el proceso.

Pero, más allá de la campaña, la realidad a la que se enfrentan estos gitanos es tozuda. Otro gitano de Petroseni que prefiere no dar su nombre dice que  volverá a Grenoble donde cerca vivía en una caravana.

"Vamos a casa  voluntariamente. Nos quedaremos en casa si encuentran trabajo, pero es  difícil", dijo el hombre de unos cuarenta años, con su esposa e  hijos detrás.

¿Difícil debido a la discriminación en Rumania? "No. Es difícil  porque aquí es pobre, el país es más pobre", confiesa.

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