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Chatroulette, la ruleta rusa del videochat, quiere poner freno a los exhibicionistas

  • Su éxito es incomprensible y sorprendente, pero lo tiene

  • La web conecta aleatoriamente por webcam a dos desconocidos

  • Es casi imposible no dar con un usuario desnudo

  • Ante el interés comercial, quieren "castrar" estos comportamientos

NACHO PALOU
3 min.

Chatroulette es uno de los fenómenos más sorprendentes y controvertidos de los últimos meses en Internet, incompresible para muchos. Ha trascendido más allá de Internet e incluso ha llegado a ser objeto de parodia en la popular e irreverente serie South Park.

La idea que hace funcionar Chatroulette es simple: una web que aleatoriamente conecta las webcams de dos desconocidos permitiendo que, además de verse y oirse, puedan conversar a través de un chat.

Y funciona: más de un millón de personas visitan el sitio web creado por Andrey Ternovskiy, un estudiante ruso que a duras penas ha salido aún de la adolescencia.

Al parecer hay una buena cantidad de gente que considera interesante hablar con extraños, o al menos a hacerlo desde el anonimato y desde la seguridad de su dormitorio: cuando uno se cansa o se encuentra con alguien que no es de su agrado no tiene más que volver a pulsar el botón que pone en marcha la ruleta para que el azar y la tecnología le conecten con otro compañero de afición.

Pero si por algo es famoso Chatroulette es por la ingente cantidad de usuarios que utilizan el servicio como escaparate en el que exhibir sus partes íntimas.

Es prácticamente imposible no encontrarse con un usuario desnudo

Es prácticamente imposible, a poco que se haga uso de Chatroulette, no encontrarse con un usuario, masculino en su inmensa mayoría, que se muestre orgullosamente desnudo sentado frente a una webcam que apunta más bajo que lo que debería.

Y éste no es necesariamente el único comportamiento potencialmente ofensivo con el que otros usuarios se pueden topar.

Según recoge TechCrunch, la enorme popularidad del sitio de Ternovskiy habría actuado como un canto de sirenas para los inversores de Silicon Valley.

Pero el lado oscuro -o genital- de Chatroulette podría ser un problema que además de afectar a la imagen del servicio puede tener consecuencias negativas en su tráfico de usuarios.

Y cualquiera de esos motivos es más que suficiente para espantar a cualquier potencial inversor, y más aún los dos juntos.

Por ese motivo Chatroulette podría contemplar incorporar algunas funciones destinadas a poner freno a tanto exhibicionismo en baja definición.

Uno permitiría que unos usuarios pudieran marcar a otros como "inapropiados" o "a evitar".

Más sofisticado y complejo sería desarrollar un programa que automáticamente detecte las partes íntimas -utilizando tecnología de reconocimiento de patrones de imagen- y que automáticamente saque a los exhibicionistas del juego. O al que al menos actúe como filtro para aquellos otros usuarios que así lo deseen.  Que tales sistemas de control vayan a funcionar es otro asunto.

Chatroulette satisface algunos de los instintos más básicos y bajos -no por ello todos negativos, como los es el deseo de comunicarse con otras personas- pero probablemente "castrar" el aspecto por el que es más conocido hará que muy en parte deje de ser lo que es y de servir para lo que sirve y espantará a sus usuarios más fieles y activos. Lo que en cualquier caso, como poco, afectará a su inexplicable popularidad.

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