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Del Potro, el gigante que tumbó al rey

EFE
5 min.

El argentino Juan Martín del Potro, de puntillas por la final de un Grand Slam, la primera a la que se aproximó en el Abierto de Estados Unidos, amplió la repercusión generada por el ímpetu adquirido por su carrera con la conquista de su primer 'major', tras una dura batalla contra la mejor raqueta de la historia, el suizo Roger Federer.

El tenista de Tandil, en el umbral de los veintiún años que cumplirá el próximo 23 de septiembre, torció su gesto ingenuo y su mirada escondida para descubrir el talante batallador que recorre, de punta a punta los 198 centímetros que marcan su cuerpo.

Del Potro ha encontrado en Nueva York en su torneo favorito, el espaldarazo definitivo en una carrera meteórica, cargada de méritos y de panoramas bondadosos. Pero carente hasta ahora de un golpe de mano magno. Que enardeciera las buenas sospechas que generaba su talento.

El tenista que ha devuelto la sonrisa al tenis argentino, carente de un día bueno desde que Gastón Gaudio conquistó Roland Garros en el 2004, con Franco Lavin en el palco, el mismo que ha alumbrado a Del Potro por Flushing Meadows, lo hizo a lo grande. Con ruido. Ante un adversario imposible. El rey. El jugador de los récords, el amo del Arthur Ashe Stadium.

Del Potro, que se plantó en la final con seis títulos en su mochila, pero ninguno de excesivo relumbrón, y con el mismo número de derrotas con Federer como lastre, explotó en el escenario que siempre soñó.

"He soñado con dos cosas en mi vida: ganar aquí, en el Abierto de Estados Unidos y ganar a Federer".

Los deseos del tenista argentino se cumplieron a la vez. Una ilusión que despertó a los 6 años en el Club Independiente de Tandil, el mismo en el que se iniciaron Juan Mónaco y Mariano Zabaleta.

Su entrenador en ese entonces era Marcelo Gómez y lo llevó a jugar, con solo siete años, su primer Nacional en Bragado. Fue el arranque de su despegue. Pronto fue catalogado como la gran promesa del tenis argentino. En el 2005 fue el jugador más joven en terminar entre los 200  mejores del circuito. Un año después, en el más joven de los cien primeros. Así entre los cincuenta en el 2007 y entre el top ten, en el 2008.

Bautismo de fuego ante Portas

Febrero del 2006 y el español Albert Portas fijan el inicio victorioso de Juan Martín del Potro. Fue su primer partido ganado en el circuito. En el torneo Viña del Mar, mientras alternaba la captación de sabiduría con los torneos challenger y futures. Torneos aún menores.

Después, el italiano Alessio di Mauro marcó su estreno y primer avance en un Grand Slam. En el Abierto de Australia, en el 2007. Ese curso llegó a semifinales en el torneo de Adelaida, a cuartos de final en Nottingham y a octavos de final en los Masters Series de Miami, Cincinnati y Madrid. En este último venció a Tommy Robredo, número 9 del mundo, y consiguió así su primer triunfo sobre uno de los jugadores que formaban parte de los diez primeros del mundo. Acabó como 44 del mundo.

Argentina recurrió a su proyección para fortalecer el equipo de Copa Davis, plagado de esperanzadoras raquetas que no terminaban de explotar. Tuvo cerca el éxito en Mar del Plata, en la final con España. A orillas del primer título en esta competición para el tenis argentino. Aquél fin de semana fue uno de los más frustrantes de su vida.

Meses después, la vida de Juan Martín del Potro ha dado un giro absoluto. Quinta raqueta del mundo presume de su primer Grand Slam. Logró lo que otros incipientes, aspirantes al éxito, como el serbio Novak Djokovic o el británico Andy Murray, no fueron capaces de lograr.

El sucesor de Vilas

Del Potro, convertido ya en el quinto jugador más joven de la historia que conquista el último Grand Slam del curso, entre nombres como los estadounidenses Pete Sampras, Andre Agassi, John McEnroe o el ruso Marat Safin, reverdece los mejores momentos del tenis sudamericano. El reflejo de Guillermo Vilas, el único en vencer en Nueva York, en 1977.

Entonces el juego era sobre tierra. Distante del cemento que impera sobre el Arthur Ashe Stadium del Centro Nacional de Tenis de Flushing Meadows. El escenario que ha contemplado la explosión definitiva, la consolidación del tenista de Tandil.

La emoción contenida del joven sudamericano estalló cuando Federer lanzó fuera su golpe de derecha, cansada, tras cuatro horas y seis minutos de juego. Del Potro se echó al suelo. Se cubrió la cara con las manos y lloró. Felicitó a su rival sobre la red y corrió hacia su palco. A abrazarse a Franco Davin. Su guía. El mismo que dirigió a Gastón Gaudio hacia el éxito en Roland Garros, en el 2004. En el último éxito, hasta ahora, del tenis argentino.

Del Potro ha interrumpido la trayectoria de la mejor raqueta de la historia. Ha derribado a un gigante. Que pretendía su cuadragésima primera victoria seguida. No perdía el helvético desde los octavos de final del 2003. Ante otro argentino, precisamente, David Nalbandián, que no terminó de consolidar el impulso del talento que se le presumía. 

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