La luz, esa gran fuente de energía imprescindible en nuestra vida diaria, ha sido objeto de estudio desde la Antigüedad. En la Grecia clásica, se consideraba que las fuentes lumínicas emanaban de los ojos, de los objetos o, incluso, de ambos.
Varios siglos más tarde, los matemáticos y naturalistas René Descartes e Isaac Newton lo cambiarían todo para siempre. Estos científicos se dieron cuenta de que el comportamiento y la trayectoria que sigue la luz es crucial para explicar fenómenos y aplicaciones que nos acompañan desde siempre. Uno de ellos, quizás el más colorido y fascinante, es el arcoíris. ¿Quieres descubrir cómo y por qué se produce? En ‘Curioseando’ te damos todas las respuestas.
No es magia, es ciencia
Para responder a esta pregunta, hay que recurrir a un concepto fundamental: la refracción. “Es el cambio de dirección que experimenta la luz al pasar de un medio con una determinada velocidad, a otro con una velocidad diferente”, explica en 'Curioseando' Julio Serna, físico del departamento de Óptica de la Universidad Complutense de Madrid. Esta diferencia de velocidades es lo que en ciencia se llama índice de refracción. Cuando la luz solar atraviesa las pequeñas gotas de agua suspendidas en la atmósfera, se refleja en su interior y vuelve a refractarse al salir. De esta manera, la luz blanca se descompone en diferentes colores visibles para el ojo humano, tal y como estableció Newton en el siglo XVII. Esos son precisamente los colores que forman el arcoíris. ¿Serías capaz de recordarlos todos?
Una ilusión óptica
La refracción de la luz también está íntimamente implicada en otros fenómenos mucho más inquietantes que el arcoíris. Se trata de los espejismos. Quizás alguna vez, mientras descansabas en una playa, te haya parecido ver cómo un barco “levita” por encima del horizonte. O, a lo mejor, al pasar por una carretera a altas temperaturas, has tenido la sensación de que el asfalto se vuelve líquido. Nada más lejos de la realidad. Lo que sucede en los espejismos es que la luz se curva al pasar por capas de aire caliente y frío. Así, se refractan de diferente manera y creemos ver objetos u otro tipo de cosas flotando, ya que el ojo humano espera que la luz viaje en línea recta. ¡No son más que engaños visuales!

La refracción de la luz está presente en muchos fenómenos, objetos y aplicaciones de nuestro día a día.
En tus gafas o en tu coche
Una gran cantidad de objetos y aplicaciones que usamos todos los días se basan en las propiedades de la refracción de la luz. Esto ocurre, por ejemplo, con las lentes que usamos para corregir errores de nuestro ojo cuando refracta las imágenes y el cerebro interpreta la información. Por eso, se moldean y adaptan distintos tipos de cristales o lentes para tratar problemas de visión como miopía, astigmatismo o presbicia. “Lo que hacemos es cambiar el soporte o medio por el que entra la luz y la forma en que lo hace”, explica en ‘Curioseando’ el científico Julio Serna. De esa manera, el rayo de luz incidirá en un punto u otro del dispositivo para crear un efecto óptico correcto y dejarnos ver las cosas mucho más claras…
Pero no solo las lentes interactúan con la luz. Estamos rodeados de múltiples sistemas ópticos: desde lupas hasta microscopios, objetivos de cámara o, incluso, los faros de nuestros coches. Todos ellos atrapan la luz y la proyectan hacia un determinado lugar, separándola, acercándola o, simplemente, cambiando su punto de convergencia. ¡Todo depende del cristal con el que se mire!
Si quieres saber más sobre la luz y todos los fenómenos que implica, te esperamos en ‘Curioseando’, todos los miércoles en La 2 y siempre en RTVE Play.