La ley de paridad en puestos de dirección de las empresas ya está vigente en España y refleja un objetivo de la normativa europea. Hace 30 años la representación en puestos de decisión era nula, ahora se busca llegar a un 40% en consejos y un 20-25% en comités de dirección. Cristina Gabriel, responsable de Diversidad, Equidad e Inclusión del BBVA dice que “vamos a necesitar casi 39 años para lograr la paridad”. En España se necesitarían 64 consejeras nuevas en empresas cotizadas para llegar al objetivo de paridad 40%. Pero, ¿por qué la representación de la mujer en la banca es tan escasa?
Independencia económica de la mujer
La representación de la mujer en el sector bancario está muy ligada a las circunstancias sociales. Hasta la década de los 70, las mujeres casadas necesitaban un permiso marital para gestionar el dinero. “Eran siempre los hombres los que iban al banco a informarse de lo que fuera, bien de préstamos, bien de tipos de interés, de los plazos fijos y luego se lo contaban a la mujer y ella iba y simplemente firmaba lo que el marido le había dicho”, cuenta Lola Correa, exempleada del Banco Santander. Comenzó en el ya desaparecido Banco Central a finales de los años 80 de pura casualidad. Se preparó las oposiciones y tras aprobarlas se dedicó al sector de la banca hasta su jubilación. Al principio era la única chica en la sucursal pero, tras muchas fusiones, comenzó a trabajar con más mujeres. Años antes de que Lola entrara a trabajar detrás de la ventanilla, El Banco de Bilbao en 1969 lanzaba una publicidad en la que presentaba “El Banco de la Mujer”, una sucursal donde las mujeres serían atendidas con los mismos derechos que en esos momentos tenían los hombres en el banco. Se les explicaba qué podían hacer con el dinero
Hoy día, la responsable de Diversidad, Equidad e Inclusión del BBVA, Cristina Gabriel, explica que “la mujer fue saliendo del ámbito familiar y gracias a la educación, que fue una pieza clave, empezó a buscar esa autonomía, esa independencia económica”. Aun hoy, en todo el mundo hay 2400 millones de mujeres mayores de edad sin independencia económica.
Cristina Gabriel cuenta los retos a los que su departamento se enfrenta. Defiende que todo comienza con la educación de aquellas niñas y mujeres que tienen vocación y capacidad para desarrollar el trabajo, pero no siempre tienen la formación propicia. El sector de la banca y especialmente la bolsa de inversión están socialmente ligados a los hombres, los datos lo demuestran. Las mujeres europeas invierten de media un 29% menos de sus ingresos que los hombres. Esta brecha se ve reflejada en películas como El Lobo de Wall Street, donde las pocas mujeres que salen representan papeles secundarios, que acompañan a los hombres en su misión de “hacerse ricos a costa de otros”. Esta perspectiva social desarrolla una limitación para algunas mujeres que se ven interesadas por esos temas, pero no reciben un conocimiento sobre ello.
“Creo que la asignatura pendiente de las escuelas, sin duda una de ellas, son las finanzas”, comenta Elisabet Girvent, líder de Ventas de Revolut. Tras pasar por diferentes empresas más tradicionales y venir del sector de la ingeniería, se adentró en el mundo de las ventas en una banca online y fue algo que le ayudó en gran medida a conciliar su vida personal y laboral gracias a la posibilidad de trabajo remoto: “Para hablar de conciliación se tiene que hablar también de modelos híbridos de trabajo y de cómo podemos potenciar para que cada situación tenga su espacio”. También dice que hay que tener en cuanta la calidad de los jefes en cualquier empresa y los valores que representa, si están alineados con los de los trabajadores, se hará más fácil esa conciliación.
¿Síndrome del impostor?
El uso de tecnologías y el impulso de las mujeres en la banca son los dos cambios más notables dentro de este campo, pero a pesar de los avances todavía un 8% de las entidades financieras no tienen políticas de flexibilidad y apoyo a la conciliación. Esto hace que muchas mujeres tengan más complicado llegar a puestos de dirección. Para evitar este efecto, se deben poner en marcha los planes de igualdad obligatorios por ley. El fenómeno psicológico por el que una persona no cree en sus capacidades en el entorno laboral, a pesar de quedar demostrado su alto rendimiento, se conoce como síndrome del impostor. Lo que Elisabet Girvent denuncia es que se suele atribuir mayoritariamente a las mujeres, dando por hecho que estarán inseguras de su trabajo: "Yo llevo muchos años siendo la única mujer en la habitación, la única mujer en los estudios, la única mujer en mis equipos". Ella no reconoce el síndrome del impostor como brecha de conocimiento, sino que cree que refleja el vértigo que se siente cuando se está empezando a hacer algo nuevo y no hay referencias.
Para evitar sesgos sexistas, Cristina Gabriel propone generar dinámicas de unión de mujeres en la misma situación y espacio: "Las Networks de talento femenino ayudan mucho. Es importante ver que no eres tú sola la que tienes ese problema, sino que hay más mujeres que se enfrentan a ello". En definitiva, fomentar un ambiente inclusivo, abierto a todo tipo de opiniones e ideas y en donde las jefaturas respeten las necesidades de sus empleadas.