El ciclo de performances Visión y presencia, realizado por mujeres artistas, que se está desarrollando en distintos espacios del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, tiene como objetivo dar visibilidad a las mujeres creadoras.
El proyecto reivindica que el origen de la performance está ligado a las creadoras, pues fueron éstas, las pioneras de esta disciplina en la que confluyen: tiempo, corporalidad y pensamiento crítico.
Metrópolis recoge en un capítulo monográfico las dos últimas ediciones del proyecto, de la mano de la comisaria Semíramis González, que se ha propuesto trasladar problemáticas actuales a un museo clásico, produciéndose un diálogo entre temporalidades.
A lo largo del programa se podrán ver fragmentos de las acciones de: Beth Moysés, Regina José Galindo, Verónica Ruth Frías, Noemí Iglesias Barrios, Costa Badía, Agnes Essonti, Alejandra Glez, Lorena Wolffer, Osiris Ferrera, KarmeLaHoz, Scarlett Rovelaz, Amapola Prada, Art al Quadrat, Ana Beltrán y Paula B. Pailamilla.
Llevadas a cabo por destacadas artistas, estas acciones trasladan al museo cuestiones del presente: la igualdad de género, la memoria histórica, la diversidad racial, el cambio climático y la relectura de la historia del arte desde una visión más igualitaria.
El ciclo toma su nombre del texto pionero Vision and Difference, de Griselda Pollock (1988), y presenta una serie de performances inéditas concebidas por las artistas especificamente para los distintos espacios del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza: los jardines, las salas de la colección permanente o el hall de entrada se convierten en escenarios de acciones para vivir en directo. Público y artistas interactúan para reflexionar sobre temas de actualidad a través del arte.
Visibilizar y sanar
La creadora brasileña Beth Moysés (Sao Paulo, 1960) fue la primera en inaugurar el ciclo. Se podrán ver fragmentos de su performance Sembrar en el cuerpo. La artista aborda el proceso de sanación a través de la colaboración con una serie de mujeres que han vivido la violencia, convirtiendo a la acción en un proceso más de la curación y superación del dolor.
La artista Costa Badía (Madrid, 1981) presentó La bordadora, en la que hace visible las dificultades que tienen las mujeres con discapacidad en cualquier acción cotidiana. La propia Badía se presenta realizando distintas actividades consideradas femeninas, pero que nunca llegan a ejecutarse del todo; actos habituales y a la vez imposibles.
Colorida e impactante es la performance Se hace camino, creada por Verónica Ruth Frías (Córdoba, 1978). Se parte de algunas piezas de la colección del museo realizadas por artistas mujeres, o con la mujer como protagonista, para generar una visita por las salas desde una perspectiva diferente y propiciando una reflexión sobre el papel de la mujer en la historia del arte.
Denunciar la violencia contra las mujeres
Un momento significativo de la emisión son las acciones de Regina José Galindo (Ciudad de Guatemala, 1974). Galindo es una de las artistas latinoamericanas más destacadas. Realizó dos acciones. En la primera, ahonda en el problema del envejecimiento poblacional. Cigarras es una acción que se desarrolló en el jardín del museo protagonizada por un grupo de mujeres de la tercera edad. Interpretan canciones de su juventud creando una banda sonora colectiva que reivindica a las mujeres maduras. En la segunda, Nuestra mayor venganza será estar vivas, la violencia de género es su preocupación. Esta acción es llevada a cabo por un grupo de bailarinas de flamenco que se presentan cubiertas por una tela. La cantidad de mujeres está determinada por el número de mujeres asesinadas a lo largo del año.
Otras acciones que forman parte de este capítulo, también se detienen en la violencia de género por ser ésta una preocupación universal. La pieza Pilares (Alcora, 1986) de Ana Beltrán indaga en la manera en que la prensa informa sobre la violencia contra las mujeres. Durante su acción, se narran los datos con un lenguaje más inmediato e íntimo.
En Más que números, Osiris Ferrera denuncia la violencia contra las mujeres en Honduras, un país con apenas seguimiento de los casos de feminicidio. Se realiza la escritura continua de los datos de asesinatos de mujeres entre 2012 y 2023.
Fundiendo violencia de género y memoria histórica, el colectivo de gemelas: Art al Quadrat (Mónica y Gema del Rey Jordà, Valencia 1982) en Transmutación toman algunos de los términos utilizados peyorativamente en informes sumarísimos de la Guerra Civil para describir a mujeres juzgadas, tales como “peligrosa, incendiaria o escandalosa”, y los portan adosados al cuerpo, metafórica y físicamente, con el fin de transmutarlos en algo colectivo, en un ejercicio de empatía y sororidad con el público asistente.
Amor romántico y la gestión del deseo
Analizando los patrones de comportamiento acordados socialmente como “románticos”, Noemí Iglesias (Langreo, 1987) en Summer Boyfriend Wanted realiza un experimento performativo en el salón de actos para analizar estas herramientas, utilizadas para forzar emociones.
Con un planteamiento de conversación intergeneracional, en Darme-darse-darnos, la artista mexicana Lorena Wolffer (Ciudad de México, 1971), en colaboración con su hija Kira, recopila las opiniones de jóvenes feministas acerca de sus deseos, su sexualidad y la forma de enfrentar el presente ante los retos patriarcales.
Revisar la carga colonial de los museos
Descolonizar los museos es uno de los retos de occidente. En Mi cuerpo es un museo, la artista chilena: Paula B. Pailamilla (Santiago de Chile, 1988), se detiene en la historia colonial que cargan las instituciones museísticas occidentales en relación con los cuerpos indígenas y el pasado colonial.
Por su parte, en Siervos por naturaleza, Amapola Prada (Lima, 1978) lee fragmentos del texto del siglo XVI Demócrates segundo o de las justas causas de la guerra contra los indios de Juan Ginés de Sepúlveda, mientras limpia las salas del museo. Los argumentos sobre la inferioridad de los indios evidencian los antecedentes y la persistencia de los prejuicios raciales actuales.
Con un vestido que recuerda al traje de flamenca, pero inspirado en los tejidos wax de su infancia, en la performance titulada: Bayam Sellam, la creadora afroespañola Agnes Essonti (Hospitalet de Llobregat, 1996), realiza un necesario ejercicio de memoria colectiva sobre la esclavitud, la identidad y la raza.
La relación con la naturaleza
En la poética acción Volver a nacer, la creadora cubana Alejandra Glez (La Habana, 1996), funde influencias de la religión yoruba y de los taínos cubanos de las Antillas para hablar de los océanos, del mar y del agua como creadora de vida.
En Fluidez-Thyssen, Scarlett Rovelaz (Honduras 1987), parte del cuadro Orquídea y colibrí cerca de una cascada, de Martin Johnson Heade para trazar el recorrido de un río metafórico que nos recuerda la necesidad de repensar la relación de los humanos con la naturaleza.
El entierro del patriarcado
Como síntesis de las diversas preocupaciones abordadas en el ciclo Visión y presencia, puede destacarse la acción Sepelio de la artista española KarmeLaHoz, concebida como una potente acción colectiva para enterrar simbólicamente el sistema patriarcal. En la investigación previa, establece relaciones entre algunas pinturas de la colección del museo y citas literarias de autores consagrados. En estos textos se evidencia la misoginia y la determinación de roles atribuidos a al colectivo femenino, generando a las mujeres inferioridad y culpabilidad por el solo hecho de serlo.
También hay que destacar que las temáticas de las acciones se complementan con la colaboración con entidades y organismos que trabajan sobre discapacidad, feminismo o violencia machista, trasladando el alcance de cada performance mucho más allá del ámbito del museo.