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Pablo Picasso y la huella del suicidio: disparos en la sien, ahorcados o envenenados con lejía

RTVE.es
4 min.

Pablo Picasso, del cual se cumplen 50 años de su muerte, fue uno de esos hombres dedicados en cuerpo y alma al trabajo. Considerado uno de los artistas más influyentes de la historia del arte, aquel genio visceral estuvo por encima de todo y de todos, incluso de su propia familia y sus amigos. La fascinación que generó como innovador queda empañada por los abusos de poder que ejerció con sus parejas sentimentales, también con sus hijos. Tuvo que pasar mucho tiempo tras su fallecimiento para que algunos se atrevieran a hablar de la cara más oscura del pintor.

Uno de esos testimonios es el de su nieta Marina, autora de la biografía 'Picasso, mi abuelo'. Detalla como la fuerte personalidad, la determinación y la ambición enfermiza del artista hicieron mucho daño a su padre, Paul y a su hermano, Pablito. Marina describe a su abuelo como 'un misógino capaz de emponzoñar y destruir a todos los que estaban a su alrededor'.

Paul, uno de los cuatro hijos de Picasso, nació el 4 de febrero de 1921, fruto del matrimonio del pintor con la bailarina de ballet ruso Olga Khokhlova. El niño vivió una infancia desdichada, con un padre ausente, que siempre despreció sus intereses, concretamente, el deporte. Paul fue un eterno aspirante a ciclista y motorista profesional. Vulnerable e inseguro, acabó con graves problemas de alcoholismo y depresiones. Al final, acabó asumiendo las humillaciones de un padre que rechazaba darle ayuda.

Pablo Picasso con sus hijos Francoise Gilot y Paloma Picasso

En su biografía, Marina también acusa su abuelo de tratar a Paul con sadismo e indiferencia. Recuerda, por ejemplo, las humillaciones que sufría cuando, arruinado, Paul iba a su casa. A veces, Picasso ni le atendía porque decía que estaba durmiendo, otras veces porque trabajaba o comía. Su actitud era la misma cuando lo visitaban los nietos. Finalmente, acabó contratando su Paul como chófer para darle un oficio, aunque el gesto fue visto por la nieta, Marina, como una humillación más. En 1975, dos años después de la muerte de Picasso, Paul murió de cirrosis, dejando a sus dos hijos, Marina y Pablito.

Pablo Picasso y su hijo Paul, murió alcoholizado

Una herencia de sadismo y humillaciones

Como testigos de los malos tratos del abuelo a su padre, Marina y Pablito crecieron temiéndolo. 'Pablito nunca encontró el menor afecto de Picasso. Ni a él ni a mí se nos permitió ir a su 88 cumpleaños, ni se nos autorizaba a atravesar el umbral de la fortaleza de Mougins, custodiada por los gigantes perros afganos. Hemos crecido en la mezquindad familiar', explica Marina en uno de los pasajes del libro.

La inestabilidad que heredaron de su padre impregnó especialmente el ánimo de Pablito, que pronto empezó a sufrir depresiones terribles. El segundo matrimonio de su padre con la activista Christine Pauplin y el nacimiento de su hermanastro Bernard, que pronto cautivó al abuelo, lo alejó todavía más. Fue el detonante para terminar de destruir la personalidad de Pablito.

El chico empezó a consumir drogas, e intentó robarle algún cuadro al abuelo, un acto que quizá era solo para llamar su atención, puesto que era la única figura con autoridad que conocía. Solo consiguió aumentar el desprecio que le tenía Picasso. Cuando murió, a los 91 años, y su mujer Jacqueline prohibió velar el cuerpo a todos los hijos y nietos, Pablito, deshecho por la tristeza y la humillación, decidió beberse una botella de lejía para matarse. Agonizó por una hemorragia intestinal, ingresado en un hospital, hasta que murió con solo 24 años.

No fueron los únicos suicidios

Las trágicas muertes de su hijo y de su nieto no fueron las únicas durante la vida del pintor. Su última esposa, Jacqueline Roque, se quitó la vida de un disparo en la sien tras la muerte de Picasso. Su íntimo amigo Carles Casagemas también se suicidó con una pistola y Marie-Thérèse Walter, una de sus amantes y madre de su hija Maya, optó para ahorcarse.

Picasso, considerado uno de los grandes artistas del siglo XX, no supo, o no quiso, hacer felices a los que le rodeaban.

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