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¿Qué ocurre con el arte y el patrimonio cuando estalla un conflicto?

Noticia   el Condensador de fluzo
Susana Abad
4 min.

El patrimonio cultural y artístico es una de las primeras víctimas de toda guerra: cuando los tratados se rompen llega la destrucción y el expolio. Miguel Ángel Cajigal, el Barroquista, repasa en El Condensador de Fluzo, algunas de las pérdidas artísticas más duras de la historia.

Ocurrió en Mesoamérica. Hernán Cortés propuso un pacto a Moctezuma, emperador mexica, en el que le ofrecía su alianza para ayudarle ante los grupos descontentos en el imperio. Sin embargo, el acuerdo duró poco y en 1521 Cortés entró con sus tropas en la capital, Tenochtitlán. El resultado tuvo un fuerte impacto en el patrimonio. Los castellanos demolieron varios poblados de camino a la capital con el objetivo de generar barreras y arrasaron buena parte de la ciudad y sus principales edificaciones. Hoy en día, solo unos pocos restos arqueológicos de los templos y edificios más grandes se pueden ver en México DF.

También ante las tensiones surgidas en Europa han sucedido episodios devastadores, tal y como relata Miguel Ángel Cajigal. En 1526 el emperador Carlos V y Francisco I de Francia acababan de firmar el tratado de Madrid, por el que el rey francés renunciaba a sus derechos sobre ciertos territorios. Sin embargo, el tratado duró lo que Francisco I en cruzar la frontera. En este conflicto el Papa Clemente VII se puso de parte de Francisco I para intentar liberarse de la influencia española en la península Itálica. Carlos no estaba dispuesto a permitirle al Papa algo así, así que, cuando se rompió el tratado invadió territorios papales. La campaña no empezó demasiado bien, pero acabó con sus soldados entrando en Roma el 6 de mayo de 1527 y dio lugar a uno de los desastres más grandes en la Europa del XVI: el Saco de Roma en 1527.

La ciudad padeció la barbarie de las tropas descontroladas y el resultado conllevó miles de muertos, saqueos, violaciones, destrucción de palacios, iglesias y casas… La pérdida cultural fue irreparable, hasta el punto de que algunos historiadores consideren este momento como el final del Renacimiento. La ciudad quedó sumida en una crisis urbana y demográfica de la que no se recuperaría fácilmente.

Si nos vamos a la España del XIX, nos encontramos con la invasión de Napoleón, la cual tuvo lugar tras el tratado de Fountainebleau de 1807, por el que Carlos IV y Napoleón acordaban la invasión de Portugal. El pacto supuso un engaño y la presencia militar de los franceses en España que acabó dando lugar a la Guerra de Independencia entre 1808 y 1814. A la destrucción que sufrió el país hay que sumar el expolio de las tropas napoleónicas de miles de obras de arte que nunca han regresado y la destrucción de algunos monumentos históricos.

Más cerca del presente, Miguel Ángel Cajigal relata el caso de Japón y Estados Unidos en Filipinas. En 1922 se firmó el Tratado de las Nueve Naciones, donde las principales potencias del mundo se comprometían a respetar la integridad territorial de China. Tras una década, Japón rompió el tratado e invadió Manchuria, así comenzó su campaña imperialista por Asia, la cual dejó una gran desolación humana y material en el Pacífico.

Y esto nos lleva a Filipinas. Al mismo tiempo que Japón atacó Pearl Harbor en 1941, invadió Filipinas, que era entonces un estado libre asociado de Estados Unidos. Fue así como uno de los países más prósperos y ricos patrimonialmente de Asia fue arrasado después de tres años de guerra. De hecho, la Batalla de Manila de 1945 es considerada una de las más destructivas de toda la Segunda Guerra Mundial.

En palabras de Miguel Ángel Cajigal, “las guerras siguen siendo el mayor agente destructor del patrimonio humano. Una manera terrible en la que se borra la historia, muchas veces sin remedio”.

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