Coincidiendo con el 65 cumpleaños de TVE, Lazos de sangre ha emitido uno de sus programas más especiales hasta la fecha, el dedicado a Narciso Ibáñez Serrador, más conocido como Chicho. Es probablemente el mayor genio de la televisión en nuestro país y acumuló algunos de los éxitos más importantes de Televisión Española como el Un, dos, tres. En este programa hemos podido conocer mejor al realizador de televisión y hemos descubierto cuál era su mayor miedo: la enfermedad.
Necesitaba la ayuda de sus hijos constantemente
Chicho Ibáñez era una persona vital, llena de energía, con ganas de comerse el mundo y de dar lo mejor de sí mismo. Así lo hizo en todos sus trabajos, sobre todo en el 'Un, dos, tres', el programa que le dio mayor fama y en el que más tiempo estuvo. Era una persona autoexigente y que siempre quería sorprender al mundo con sus ideas. Por todo esto, su mayor temor no era la muerte como ya explicó una vez, sino la enfermedad. Él reconocía que no era una persona normal y que no le asustaba el momento final, pero sí los momentos previos.
Sus mayores temores se hicieron realidad: sus últimos días no estarían llenos de actividad y energía, sufría una enfermedad neurodegenerativa. Esa enfermedad hizo que poco a poco fuese perdiendo movilidad hasta el punto de usar una silla de ruedas constantemente. El gran Chicho Ibáñez ya no podía valerse por sí mismo, y aunque es algo completamente normal en estos casos, para una persona como él era difícil de asumir, tanto que cayó en una profunda depresión que se veía acentuada en sus momentos de lucidez en los que era consciente de su enfermedad.
Así fueron sus últimos días
"Le fue cambiando el carácter", nos cuenta su hijo Alejandro, quien se encargó junto a su hermana Pepa de cuidar a su padre hasta el final. Sabían cuál era el problema y eran comprensivos con él, pero cada vez era más difícil, sobre todo porque para ellos también era complicado ver como su padre se iba apagando. "Un hombre tan activo al que le gusta viajar y no depender de nadie, el estar en una silla de ruedas, fue acabando con él", decía su hijo para el documental de Lazos de sangre.
Él fue el amigo, el hijo y el enfermero junto a Pepa, que fueron testigos de como poco a poco su padre se iba apagando y se volvía como un niño, "Cualquier cosa le hacía mucha ilusión. Ponía ojitos y se dejaba cuidar", cuenta Pepa. Una última etapa difícil de gestionar psicológicamente para todos, pero que también le dejó algún que otro momento feliz, como el día en que recibió el Goya de Honor por su trabajo y su trayectoria. "Creo que fue uno de los momentos más especiales de su vida", dice su hija Pepa haciendo referencia a aquella noche. Un momento muy esperado que reconocía su trabajo como el padre del cine de terror y de los shows televisivos en España. Es imposible no acordarse de él cuando se habla del Un, dos, tres, Historias para no dormir o el rompedor Historias para no dormirHablemos de sexo con Elena Ochoa. Todos esos programas tienen su huella y dejan ver la mente prodigiosa que tenía el director y realizador.