"El día que vivo es el día que trabajo 14 horas", decía Chicho ante las cámaras de Televisión Española. "Estoy viendo a mi hija crecer por teléfono y eso no hay derecho", decía en otra ocasión. Narciso "Chicho" Ibáñez Serrador es el protagonista del último programa de Lazos de sangre. El creador del Un, dos, tres... e Historias para no dormir es pura historia de nuestra tele: fallecido a los 83 años de edad el 7 de junio de 2019, dejó tras de sí un legado televisivo y cinematográfico a la altura de pocos. Autor de películas de culto de terror y suspense como ¿Quién puede matar a un niño? y La residencia, en 2019 recibió el Goya de Honor a toda una carrera en la que nos entretuvo, nos asustó y nos hizo pensar sin barreras.
Pero, además del creador y visionario: sus hijos, Pepa y Alejandro, lo acompañaron en sus alegrías y en sus penas, e incluso en la distancia estuvieron junto a él hasta el último momento. Fruto de su matrimonio con Diana Nauta, azafata del Un, dos, tres... , ellos son los guardianes del legado de Chicho Ibáñez.
Alejandro sigue sus pasos en el cine de terror
Su hijo Alejandro bebió en casa de las influencias de su padre. Es realizador y director de Prointel TV, la productora que Chicho Ibáñez Serrador inauguró en 1970 y produjo, en su época, formatos tan míticos como el Un, dos, tres.... Estudió Diseño y Gráfico y Publicidad en Miami y trabajó en una agencia de publicidad en esta ciudad del estado de Florida. Casado y con dos hijas, volvió a Madrid para acompañar a su padre durante su enfermedad, y trabajó aquí en diversos proyectos relacionados con el cine, la televisión y el teatro de mano de su padre.
Además, ha realizado varios documentales, algunos de los cuáles le llevaron hasta la selva amazónica. En 2020, presentó su ópera prima cinematográfica: el thriller Urubú, ambientado en esta misma selva. "El terror está en mi ADN y Chicho tiene la culpa", dijo Alejandro en una entrevista con el diario Noticias de Navarra. Cuando era pequeño, su padre le llevaba al videoclub para alquilar películas y le instruía en la que se convertiría, también, en la pasión de su vida. Alejandro y Pepa estuvieron presentes en 2019 en la gala de entrega del Goya de Honor a su padre, meses antes de su fallecimiento.
"Para mí ha sido un magnífico padre y un estupendo abuelo de mis hijas", dice de su padre Alejandro, que se crió en el plató del Un, dos, tres al lado de su padre. "Después del cole, me cogía la bici y me iba a todos los rodajes, ensayos y todo. Mi padre me sentaba a su lado y hacía los ensayos con Arévalo, con Bigote, con los que fuesen". Hacerle reír era la mayor ambición de su padre. "Miraba nuestras reacciones. A mí me sentaba muchas veces a su lado porque yo he sido un chico muy tímido y soy ahora y he sido siempre una persona muy seria. Y a veces lo decía: a ver si conseguís hacer reír a mi hijo", cuenta en Lazos de sangre.
Alejandro ha sido "el hijo, el amigo y el enfermero" durante los años de enfermedad de su padre, que sufrió mucho en su última etapa. Encontrarse enfermo le "cabreaba", pero nunca estuvo solo. "Se apagó con sus seres queridos y pudimos estar con él hasta su último aliento".
Pepa es DJ, productora y "madre de dragones"
Chicho presentó a su hija Pepa en 1978 ante las cámaras del NODO cuando era tan solo un bebé. Varias veces lo acompañó frente a las cámaras. El 9 de noviembre de 1984, por ejemplo, Narciso Ibáñez Serrador hablaba ante las cámaras del Un, dos, tres... con una compañera muy especial. Era ella, entonces una niña, quien aparecía junto a su padre en la pantalla de quienes sintonizaban Televisión Española. 37 años después, Pepa, bautizada Josefina Agnes, es DJ, "productora audiovisual y de eventos" y "madre de dragones", tal y como se describe en sus redes sociales.
"A veces canto y bailo", dice su carta de presentación. Con la referencia a Juego de Tronos explica que es madre de dos niñas. En su cuenta de Twitter se presenta con una preciosa imagen junto a su padre.
Pese a las dificultades que la distancia, la ética incansable de su padre o la exposición pública supusieron para Pepa, que a los trece años se marchaba a estudiar a Inglaterra y no miraba atrás, es la admiradora número uno de su padre. Ella fue la encargada de escribir el hermoso panegírico que leyó en alto en su funeral.
"Me enseñaste a fascinarme con la vida, a tener espíritu crítico, a ser aventurera, curiosa, inquieta. A experimentar y explorar el mundo al máximo, tal y como tú siempre lo has hecho, pero a la vez, a ser bondadosa y humilde por el camino", le leía entre lágrimas. "Me enseñaste a valorar el esfuerzo personal, a ser exigente, perfeccionista y, también, un poco mandona. Por todo esto, te estoy eternamente agradecida. Siempre he sentido tu amor muy cerca, aunque estuvieras lejos físicamente. Ese amor siempre lo voy a llevar conmigo".
"Es un honor tener un padre que con tantísimo esfuerzo tocó los corazones de millones de personas, que inspiró la vida de muchos para que consiguieran sus propios sueños. Permanecerás en la memoria colectiva de todo un país", escribía, reconociendo las dificultades de la vida de su padre, su humildad y su ayuda y, también, el trabajo de su hermano a la hora de preservar su legado.
"Que sepas que tu legado se mantendrá vivo por siempre, especialmente cuidado por tu hijo querido Alejandro. Él sí que ha seguido tus pasos y ha conseguido relevarte de tus genialidades. Debes de estar muy orgulloso de él, como estamos todos. Quédate tranquilo. Hemos sido tus aprendices números uno, incluida tus cuatro nietas, que son muy listas".
Los reveses de ser hijo de una estrella de la tele
"Tenía un padre que no estaba nunca en casa, en el colegio me hacían bullying y yo quería ser una niña normal y corriente y que me dejaran en paz", explica Pepa en Lazos de sangre. Ser hija de su padre es, a día de hoy, su mayor orgullo, pero no fue sencillo para los hijos de Chicho hacer frente a los efectos de la exposición mediática a la que estuvieron sometidos desde muy pequeños. "Existía el bullying y te encuentras con los niños envidiosos o que quieren hacer la gracia con los compañeros... Yo siempre he sido un chico muy tímido y me daban de hostias en el cole hasta que ya me hice grande, como soy ahora, y yo las repartía", dice Alejandro.
"Mayra [Gómez Kemp] nos quería muchísimo a mí y a mi hermano, sé que nos ha cambiado los pañales en plató", cuenta Pepa. Y recuerda que "en el colegio se pensaban que Mayra era mi madre y a mí eso no me gustaba, me parecía una infidelidad. Otro problema era que si estaba conmigo por la calle le paraban todo el rato para autógrafos y a mí eso me generaba mucha vergüenza. Y luego las vacaciones de verano nos hacíamos un viaje exótico y ese era como el mes en el que yo estaba realmente con él y hacía de padre y estábamos juntos".
Sí, no siempre fue fácil ser hijos de Chicho Ibáñez, pero los dos echan de menos su presencia y su carácter. "Era una persona tierna, un amante de su familia y siempre preocupado de nosotros, y siempre buscaba las mejores vacaciones posibles para disfrutar los cuatro juntos", dice Alejandro. "Le ven como alguien con mucha personalidad, alguien que grita en el plató, y en realidad era un osito", dice Pepa.
Ambos resaltan que, pese al éxito del que disfrutó siempre y las riquezas que cosechó, gracias a las cuáles sus nietas tienen todo lo que necesitan hoy en día, el genio fue un hombre sencillo en su vida cotidiana: no gastaba en coches ni relojes, no viajaba en primera clase, se lavaba a mano su propia ropa y, en definitiva, mantenía los hábitos que tenía antes de triunfar. "Teníamos una vida bastante normal para la fama que él tenía", dice su hija.
Chicho Ibáñez Serrador, nacido artista y artista nato
Chicho nació en Montevideo (Uruguay) en 1935, hijo del actor y director teatral Narciso Ibáñez Menta y de la actriz Pepita Serrador. Se inició en el mundo del espectáculo en los años cincuenta, trabajando en España como actor en la compañía de teatro de su madre. Después volvió a Argentina donde inició una fructífera colaboración con su padre, Narciso Ibáñez Menta, en teatro radio y televisión. Llevaba el arte en la sangre y ya era un creador intuitivo y nato cuando regresó a España en 1963 para incorporarse a Televisión Española, a la que estuvo ligado durante casi toda su trayectoria profesional.
Tres grandes amores y dos matrimonios
Su primer matrimonio fue con Adriana Gardiazábal, con la que estuvo casado entre 1959 y 1961. Se habían conocido en la cola de un cine en Río de Janeiro. La joven fue elegida Miss Argentina y luego inició una carrera como actriz. Cuando Chicho se instaló en España mantuvo un romance con Susana Canales, con la que además puso en marcha una compañía teatral. Pero al gran amor de su vida, del que nacerían sus hijos, lo conocería en el Un, dos, tres... : corría el año 1974 cuando se casó con Diana Nauta, una bellísima joven de origen holandés que había sido azafata en el programa, y de quien se separó quince años después.
"Mi madre entró en el Un, dos, tres... como extra, como una mujer muy guapa que hacía de sirena, pero creo que ya se enamoraron y mi padre dijo que no, que ella no podía salir más porque la quería para él", cuenta Pepa. Para Alejandro, su madre fue "la mejor mujer del mundo, la que más quiso a mi padre y la que ha luchado por nosotros y por mantener esa unión lo máximo que pudieron".