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'La dolce vita', la escena que erotizó el cine clásico y el trágico final de Anita Ekberg

  • Descubre el trágico final de Anita Ekberg, todo un icóno sexual que terminó muriendo sola y casi en la indigencia

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RAQUEL ELICES
6 min.

Puede intentarse, pero nadie conseguirá imitar la escena. Un paseo nocturno por una Roma desierta, onirica y libre de turistas. Una imagen que, fuera del cine, solo ha sido posible con una pandemia mundial mediante. En todo caso, faltaría lo más difícil. Saber llevar con elegancia, ternura y sumo cuidado un precioso gatito blanco en la cabeza, sin perder el equilibrio, sin quiebros y con la sensualidad inerente que esculpía el cuerpo de Anita Ekberg. Para añadirle más dificultad, adentrémonos en la Fontana di Trevi, démonos un buen remojón y pidámosle a Marcello Mastroianni que nos acompañe. Una escena irrepetible, digna solo de un sueño felliniano.

Las salas de cine italianas fueron testigo de aquello en 1960, una escena que marcaría un antes y un después en la historia del cine. Símbolo de un estilo de vida, de una "dolce vita" romana marcada por las exhibiciones mundanas, la decadencia y los excesos. Una cinta que recogio tantos elogios luminosos como críticas y ataques que arremetían contra la supuesta inmoralidad de la película y que hicieron que el Centro Católico Cinematográfico colgase al filme la etiqueta de "escluso per tutti" (excluida para todos).

Mastroianni y Ekberg en la famosa escena de la Fontana di Trevi

En La dolce vita, que se emite en Días de Cine Clásico de La 2, Fellini condensa parte de todo su unirverso fílmico. Desde las imágenes de prostituta de barrios bajos (Las noches de Cabiria, 1957) a la juventud provinciana de la post guerra (Los inútiles, 1953) o la extravagancia decadente y el erotismo mecánico (Satyricon, 1968).

La cinta habla de temas tan actuales como el poder de los medios, la explotación de la imagen y las disonancias entre lo que se muestra y lo que las cosas son en realidad. Por eso detrás del libertinaje de las fiestas y el exceso en el que parecen moverse sus personajes, Fellini quiere mostrar la profunda amargura que les atravisa. Empezando por Sylvia (Anita Ekberg), una gran diva del cine que vive cosificada por el mundo entero y posa frente a las cámaras con una libertad que no tiene en su casa, donde su marido la golpea. Un clima de falsas apariencias que años más tarde, y en uno de sus más sentidos homenajes a Fellini, mostraría también Paolo Sorrentino en su maravillosa La gran belleza (2013).

Marcello Mastroianni en el rodaje de 'La dolce vita' (1960)

La huella de Anita Ekberg

La huella imborrable que dejó el director de Otto e mezzo o Amarcord trazó un fresco lleno de símbolos, un mosaico de estereotipos y un universo onírico que muchos buscan aún al perderse por las calles de Roma. También supuso un punto de inflexión para el neorrealismo italiano, que a partir de La dolce vita comenezó a evolucionar hacia un cine surrealista.

La diva interpretada por Anita Ekberg, que repite hasta la saciedad su llegada al aeropuerto para posar ante los fotógrafos, desfila por esa fantasía hecha realidad hasta regalarnos la gran escena de La Fontana di Trevi que venía a simbolizar el fin de las sombras y de la posguerra. Ekberg sedujo a la gran pantalla y convirtió aquel beso con Mastroianni y sus sensuales bailes en una llama que prendió Hollywood y el mundo entero.

Anita Ekberg durante el rodaje de 'La dolce vita' (1960)

Los protagonistas de la Dolce Vita eran los actores, y los espectadores salieron a la calle para vivir y actuar como ellos. Todos se volvieron locos y querían imitar a los personajes del cine. Cada uno se sentía protagonista a su manera. Así nacieron las ganas de recuperar el tiempo perdido, de vivir una locura que Fellini inmortalizó con la mítica escena en la fontana y cuyas aguas tienen aún la huella de Anita Ekberg.

Ella convirtió en sueño de muchos un baño en esa fuente siempre abarrotada de turistas. Fantasía irrealizable también para la propia actriz, puesto que la escena se rodó en una copia recreada en el "Estudio 5" de Cinecittà, donde se instaló la capilla ardiente del maestro en 1993.

La dolce Vita y la amargura de Ekberg

Kerstin Anita Marianne Ekberg, conocida como Anita Ekberg (1931-2015) comenzó su carrera artística como modelo gracias a su espectacular belleza nórdica, con la que también se abriría paso, como era habitual en la época, en el mundo del cine. Tras quedar finalista en el concurso Miss Universo, logró un contrato con Universal y comenzó a participar en varias películas con pequeños papeles. Su belleza no pasó desapercibida en Hollywood.

Al igual que le ocurriese a Sylvia en La dolce vita, Anita se convirtió muy pronto en carne de prensa amarilla, donde se la asociaba con toda clase de chismes y romances. Algo que ella misma acrecentaría con su aparición en la portada de la mítica revista Playboy, para la que posó desnuda.

Anita Ekberg en 'La dolce vita' (1960)

Sus papeles más destacados llegarían dentro de la Paramount, donde fue publicitada como "la Marilyn Monroe de Paramount". Aquí participó en cintas como Guerra y paz (1956), que fue filmada en Roma, junto a Mel Ferrer y Audrey Hepburn. Pero su primer papel protagonista no llegaría hasta 1956 bajo la RKO Pictures en Regreso de la eternidad.

Ekberg ya era un sex symbol cuando en 1960 se pone bajo la dirección de Fellini en La dolce vita, pero gracias a su papel en la cinta, la actriz comienza a aparecer en películas más destacadas como Boccaccio 70 (1962), con Sophia Loren y Romy Schneider, y otras dos películas más de Fellini como Los clowns (1972) y Entrevista (1987), e incluso es sugerida para interpretar a la primera chica Bond, Honey Ryder en James Bond contra el Dr. No, para la que finalmente eligieron a Ursula Andress.

Días de cine clásico - La Dolce Vita (presentación) - ver ahora

Un trágico final para Ekberg

A partir de los 80, sus apariciones en la gran pantalla comenzaron a espaciarse más en el tiempo hasta que parecía como si la actriz hubiese desaparecido del mundo del celuloide. De hecho, pasaron años hasta que se tuvieron noticias de Anita. En 2011, un periódico italiano informaba del deterioro de salud que sufría Ekberg. Según se informaba, por entonces, y ya con 80 años de edad, Anita se encontraba muy cerca de la indigencia después de que una fractura de cadera la hubiera mantenido durante tres meses en un hospital de Rimini, tiempo durante el cual le robaron las joyas y los muebles de su casa, y su villa romana quedó dañada en un incendio.

La Fundación Fellini intervino al conocer la noticia y la actriz pudo pasar sus últimos años, con los cuidados necesarios en una residencia de ancianos hasta su muerte, tres años más tarde, el 11 de enero del 2015, por complicaciones derivadas de diferentes enfermedades.

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