“Es una comida barata, versátil y sana, rica durante todo el año, no tiene contraindicaciones: es exquisita”. Así se refiere a la lenteja Valentín García Fraile, agricultor de lentejas en Villasexmir (Castilla y León). Sin embargo, frente al reinado del garbanzo, que ha sido lanzado al estrellato de las legumbres gracias a fórmulas como el hummus, que nos han cautivado por completo, la lenteja todavía sigue sin ganar la fama que merece. Es más: no le estamos haciendo demasiado caso a la lenteja española, a pesar de contar con dos Indicaciones Geográficas Protegidas (IGP) que garantizan un plus de calidad.
““Comemos más lentejas de las que producimos, pero de las que producimos, no las compramos todas”“
Ocurre como en el caso de los ajos, los pimientos del piquillo o los espárragos de Navarra: las diferencias de precio, el desconocimiento y la falta de promoción de los productos autóctonos hace que terminemos echando a la cesta de la compra de forma innecesaria alimentos que se han producido a muchos kilómetros de nuestras casas, dañando el planeta y perjudicando el tejido productivo del país, cuando a poca distancia de ti se están cultivando esos mismos alimentos de gran calidad. Coinciden en esto García Fraile, que cultiva lentejas para la IGP Tierra de Campos, Javier Alonso Ponga, su director técnico, y José Manuel Cortés, agricultor de lenteja en Parada de Rubiales, para otra IGP, la de La Armuña, y presidente de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) de Salamanca.
“Comemos más lentejas de las que producimos, pero de las que producimos, no las compramos todas”, comenta Alonso Ponga. A pesar de que ya no están estigmatizadas, que ya no son ‘la carne de los pobres’ y que han ganado en calidad gracias a la mecanización, la mayoría de lentejas que encontramos en los supermercados siguen siendo extranjeras.
¿Por qué deberíamos comprar lentejas españolas? Alonso Ponga tiene un buen argumento: “cuando compramos las lentejas españolas, favorecemos el medioambiente de nuestro país, ya que este cultivo, como el del resto de legumbres, es fijador de nitrógeno, por lo que no se emplean nitratos sintéticos cuya obtención le cuesta cara tanto al planeta como al agricultor. Este nitrógeno lo aprovecharán los cereales como el trigo (grandes consumidores de nitrógeno) o oleaginosas como el girasol, que se siembran al año siguiente por el sistema de rotación de cultivos”.
““Cuando compramos las lentejas españolas, favorecemos el medioambiente de nuestro país"“
Además, explica que la lenteja de la variedad pardina que se cultiva en la IGP Tierra de Campos es excepcional en cuanto a sabor y textura: “no pierde el pellejo, por lo que se mantiene entera, es bastante mantecosa y absorbe muy bien los sabores”. Para él, una buena manera de llamar la atención es buscar una forma de identificar mejor el producto español, tal y como los alimentos con IGP o Denominación de Origen llevan su sello. Cortés está de acuerdo: “se debería buscar la manera de destacar los productos autóctonos en el supermercado para que el consumidor pueda disponer de más información”.
Para este productor de lentejas rubias de La Armuña (que significa ‘terruño bueno’), que habla maravillas de Mogarraz, La Alberca y el valle de Las Batuecas y, por supuesto, de sus lentejas ("que tienen una finura especial"), esta legumbre ocupado un lugar en su vida desde siempre. Primero, porque las comió desde pequeño y, más tarde, a los 11 años, tras llevar unos suspensos a casa, le mandaron a recoger lentejas a mano al campo. “Desde entonces todo ha cambiado mucho, a pesar de que mi zona se ha mecanizado tarde: se escardan las lentejas (quitar las malas hierbas) mediante productos fitosanitarios y no a fuerza de agacharse, y ya no hay que segarlas, llevarlas a la era y separarlas de la garrobaza (las partes sobrantes) a mano”, labores que, como recuerda por su lado García Fraile, solían hacer cuadrillas de mujeres.
““Se debería buscar la manera de destacar los productos autóctonos en el supermercado para que el consumidor pueda disponer de más información”“
Pero a pesar de la mejora de las condiciones de trabajo, falta relevo generacional, como en muchos sectores del campo español. “No hay relevo porque no hay rentabilidad y no hay rentabilidad porque la distribución no lo valora: las grandes distribuidoras prefieren comprar un gran barco de lentejas que provenga de Turquía o Canadá en lugar de comprar a los pequeños productores nacionales”.
García Fraile se expresa en términos similares: “Las lentejas no se cultivan porque no son rentables: en la tienda, hay que pagarlas entre 2 y 3 euros el kilo, un precio que ponen los tenderos o las distribuidoras [y del que el agricultor no suele ver ni la mitad] y la gente no quiere pagar este precio, a pesar de que la calidad, sobre todo las de las acogidas a la IGP, valga cada céntimo”.
““No hay relevo porque no hay rentabilidad y no hay rentabilidad porque la distribución no lo valora"“
Dedicado a la lenteja desde 1991, este agricultor ha visto cómo el sector lechero de su región se desplomaba y pide que no se permita otro desmantelamiento tal. “La agricultura y la ganadería son sectores estratégicos y las administraciones públicas deben luchar por ellos. El gobierno y las grandes distribuidoras deberían hacer primar el producto español y europeo, promocionar las legumbres en general, y etiquetarlo como tal para que el consumidor pueda diferenciarlos”, señala.
Un último punto en que tanto García Fraile, Alonso Ponga y Cortés están de acuerdo es en la frecuencia con la que consumen legumbres: de 3 a 4 veces por semana, especialmente en los meses más fríos. Y tú: ¿cuántas veces comes legumbres?