Un ambiente sagrado y profano a la vez. Un escenario que intenta conectar moda con misticismo, espectáculo con espiritualidad. La casa Dior abre el calendario de París con un desfile que quiere ser un ritual: 10 vitrinas retroiluminadas de siete metros de altura, obra de Lucia Marcucci, presidían el espacio (ya es habitual que Maria Graizia Chiuri, la directora creativa, utilice la pasarela para lanzar mensajes de calado social y apoyar el talento femenino: para dar voz a las mujeres). A la vez se ha escuchado el 'Sangu di Rosa' de Lucia Ronchetti cantada en vivo por Sequenza 93. Más voces de mujeres, en este caso voces de funeral. Y luego ha habido una espontánea que ha saltado a la pasarela con una pancarta en la que se leía "Todos somos víctimas de la moda", otra acción de Extinction Rebellion para poner el foco en el impacto negativo de la moda sobre el planeta. Otra voz femenina en forma de protesta.
En esta colección hay mucho de la colección anterior, la de resort 2021 que vimos en Lecce (Italia). Chiuri sigue italianizando la casa francesa y en algunos momentos del nuevo desfile parece incluso que estemos viendo uno de Dolce&Gabbana: conjuntos de cullotte pin-up y top bra, camisas de encaje y bordados, mezclas de estampados de flores, turbantes...
Se aprecia sin embargo un interesante trabajo con la camisería -que a estas alturas de la película ya no podemos llamar masculina- y destacan especialmente las que van muy trabajadas en la espalda. Las prendas de exterior van muy mimadas, tanto las chaquetas que heredan el patrón Bar hasta los abrigos de verano, los canguros y los ponchos. Y llaman la atención las cazadoras de ante bordadas con flores.
La colección toma referencias de mujeres muy importantes, intelectuales muy influyentes para varias generaciones a las que hace varios guiños, como las gafas que llevaban algunas modelos. Ellas son sus musas y sus voces son ahora su voz: Simone de Beauvoir y sus turbantes, Susan Sontag y sus camisas masculinas, Virginia Woolf y su afición a las superposiciones... Todo esto está en esta colección casi atemporal.
Su moda cada vez se aleja más de las tendencias efímeras y se centra en un producto que pone en valor la nueva fiolosofía de la casa pero también la apuesta por la artesanía, las tradiciones, lo bien hecho, lo que perdura. Chiuri mezcla estilos, décadas, culturas y acentos para que el mensaje de Dior sea global y planetario, para que no entienda de fronteras, para vender en todo el mundo.
Hay mucho complemento fácil de vender y mucho logo convertido en estampado porque, todos somos 'fashion victims' de una manera u otra. Pero luego hay vestidos de ensueño. La italiana no suelta el patrón que tantas alegrías le da y vemos vestidos transparentes que son muy ligeros y enseñan todo lo que se puede enseñar. Todos llevan elásticos fruncidos en la cintura, escotes en pico que dejan ver la lencería, sujetadores en tono piel, o bodies.
Los de ahora se hacen con dos tonos del mismo color: verde, rosa, azul... son elegantes, sensuales, preciosos. Ventanas que proyectan juegos de piel y tejido, de textura y color, ¡como las vidrieras que decoran la sala y que recogen voces de otras mujeres! Porque Dior está en las pequeñas cosas y con las pequeñas cosas: en un bordado con los atributos de la diosa Ceres, en un colgante con forma de corazón, en el cuello mao de una camisa... pistas para lectoras inteligentes.
Y es que dice Chiuri que sus fuentes de inspiración son las mujeres intelectuales, de ahí que muchas de sus modelos llevaran gafas. Ellas son sus musas, y sus voces son ahora su voz: Simone de Beauvoir y sus turbantes, Susan Sontag y sus camisas masculinas, Virginia Woolf y su afición a las superposiciones...
La casa francesa es la primera del calendario de París en hacer un desfile presencial, como Chanel, Louis Vuitton o Hermés. Solo cerca de 20 firmas lo harán. El resto, medio centenar, ofrecerá alternativas digitales o encuentros virtuales. Entre ellas, Balenciaga, Givenchy, Miu Miu, Elie Saab, Maison Margiela y Loewe. Esta edición se echará en falta a pesos pesados como Saint Laurent o Céline, que parece que optan por adoptar un calendario propio. Son muchos los que creen que 2020 es como una pesadilla de la que despertarán cuando suenen las doce campanadas que anuncian la llegada del nuevo año. Son muchos los que tienen puestas sus esperanzas en que 2021 sea mucho mejor. O al menos no tan malo como este.