Gucci ha compuesto una oda a la moda haciendo un homenaje al desfile en todos sus momentos: desde el inicio, el momento de la creación, hasta el final, el carrusel. Alessandro Michele, su director creativo, ha querido poner el foco de atención en lo que normalmente no se ve, lo que ocurre en el llamado backstage, "para que el milagro de las manos hábiles y el aliento salgan de las sombras", ha dicho en una carta manuscrita que ha compartido en las redes sociales. En ella habla del desfile como ritual mágico, un momento de la belleza y la sensibilidad.
Todo el equipo se ha colocado en el centro del espacio octogonal. Peluqueros, maquilladores, vestidores, estilistas y el propio diseñador han empezado a trabajar con el paso marcado por un enorme metrónomo y acompañados por El bolero de Ravel. El escenario, una estructura cilíndrica oculta por una cortina de gasa rosa se iluminaba con luces de neón y giraba como un tiovivo para que todos los invitados pudieran ver cómo se lleva a cabo la liturgia del desfile, un momento que Michele compara con una procesión.
Ciertos guiños a la religión, y la fe, recorren esta colección para la temporada otoño e invierno de 2020/21, un trabajo que no ha quedado eclipasada por el ritual del desfile. Destacan los vestidos baby doll, ligeros y mimosos, y las minfaldas sesenteras que contrastan con la severidad de los trajes de pantalón. Es una de las piezas preferidas de Michele, la adora y desarrolla con esmero haciendo una clara apuesta por la sastrería. Los vemos en tonos lisos, como en tenues azules, pero también en tejido estampado.
Todas las prendas conectan con décadas y siglos pasados, y vemos claras referencias estéticas a los 60 y 70 del siglo XX. En la colección se ven muchas piezas comerciales, fáciles de vender, que conviven con otras más especiales, piezas de autor que tienen hambre de alfombra roja. Por ejemplo, los vestidos de fiesta hechos con encaje que mezclan códigos de la lencería con otros del vestuario de las divas de la Ópera. Los vemos con sugestivos escotes pero también con volantes de fantasía que abrazan el cuerpo y el cuello. También con superposiciones, y siempre con un marcado aire dramático, de teatralidad intencionada.
Hay un interesante juego entre decoro y descaro, entre pudor y osadía, entre recato y provocación. Vemos vestido mini que tapan lo justo, algunos en juegos de tejido negro y rojo que recuerdan al que llevó Stella Banderas en los Oscar. Otros se hacen con tejidos opacos y se cierran con cuellos bebé. Hay vestidos en delicadas sedas de algodón transparente con el bajo cuajado de puntillas artesanales sobre los que Michele coloca sensuales arneses de cuero negro y sobre ellos, colgantes con cruces. Un look que haría las delicias de la Madonna de los años 80.
Michele propone prendas delicadas, casi infantiles, que hacen guiños a la estética de los escolares y las contrasta con la dureza del cuero o el misticismo de las cruces. Sus señoritas de familia bien se mezclan con estudiantes rebeldes, descocadas jóvenes y mujeres de armas tomar. Ellos llevan pantalones de pana gorda de patrón amplio que se combinan con blusas de raso de seda de manga ligeramente abullonada y detalles de nido de abeja. E incluso con camisas sofisticadas con un estampado de serpiente -¿no estaba desterrado? y delicadas mangas de volantitos. Otro fuerte contraste. Ellas, las chicas, se visten con minfaldas tableadas en raso azul y camisas transparentes de fruncidos en el pecho, y se aislan del frío con potentes abrigos de lana que se abrochan con alamares militares y llevan ribetes de pelo artificial.
A pesar de que las etiquetas de género siguen estando presentes en las colecciones, en mayor o menor medida, no hay masculinidad en sus prendas masculinas ni feminidad en las femeninas. Todas las piezas fluyen con naturalidad y pasan de un cuerpo a otro, a la vez que conviven en un espacio plural que destierra códigos obsoletos. Es una nueva tendencia que va más allá del agender o genderless, es la tendencia de la libertad, de la inclusividad, de la diversidad. Harry Styles, uno de los fans de la casa, no duda en vestirse con lo que le gusta, ya sean trajes de las colecciones de hombre o de las de mujer.
Michele lleva tiempo redefiniendo conceptos como 'retro', haciendo del vintage casi una religión y de él mismo, un predicador. Su apuesta más clara es la renovación de la costura y la sastrería, actualizando la imagen pero no el concepto. En la web de la casa se dice claramente. "Hemos redefinido el lujo en el siglo XXI y nuestros productos representan la cumbre de la artesanía italiana gracias a su insuperable nivel de calidad y meticulosidad". Gucci es hoy la firma más influyente, está cambiando las reglas de la moda y quizá ahí resida el secreto de su éxito.