La ficción de La 1 y Globomedia continúa su camino hasta el final con #ÁguilaRoja113 -solo quedan tres capítulos- y lo hace revelando la identidad secreta de Águila Roja, cuando la dueña de 'La Deleitosa', Anaís, decide confesársela al Cardenal Mendoza para salvar a Flora de una muerte segura. Y al clérigo, que lleva unas cuantas temporadas persiguiendo al héroe de la Villa, le sobran motivos para ir a por Gonzalo de Montalvo, ahora que precisamente se ha convertido en el único consejero del Rey y trastoca todos sus planes.
La curiosidad de Anaís
Tras ser salvada de nuevo por el misterioso ninja del barrio de San Felipe, Anaís no puede contenerse más y con un rápido movimiento le baja el embozo. De esta forma, la joven vuelve a demostrar su arrojo y consigue entrar en el selecto grupo que conoce su verdadera identidad, que, por desgracia, no durará mucho más tiempo.
Entre la catana y la pared
Así se ve Anaís cuando se da cuenta de que tiene que ofrecer algo a cambio a la Guardia para que libere a Flora de la ejecución por haber matado al lugarteniente de San Felipe en defensa de la meretriz. Así, decide emplear la información más valiosa que posee: la identidad de Águila Roja.
La identidad más codiciada
Cuando la Guardia se entera del gran secreto que guarda la dueña de 'La Deleitosa', la llevan inmediatamente ante el Cardenal Mendoza, uno de los mayores enemigos del héroe de la Villa. Flora es perdonada, pero Gonzalo de Montalvo tiene que ocuparse ahora de salvar su propia vida. El clérigo no tarda en sentenciar: "Ya te tengo, hijo de puta".
El pasado de Gonzalo
El maestro chino de Gonzalo aparece en la Villa para pedir que le ayude a proteger, ni más ni menos, al heredero al trono de China. Y sí, se trata del niño que lleva ya un tiempo viviendo en la casa de los Montalvo. La lucha entre las dinastías Ming y Qing hacen de #ÁguilaRoja113 un capítulo muy emocionante y especialmente entretenido para los amantes del lado más oriental del héroe.
¿Qué le pasa a Lucrecia?
Eso se preguntaron seguramente todos los aguiluchos cuando vieron cómo la Marquesa se desmayaba en su paseo por el lago. Cuando la llevan en brazos a palacio, Lucrecia no puede articular bien las palabras, pues no las recuerda. El ictus sufrido no le permitirá dar el discurso en honor a Hernán ante los nobles contrarios a Felipe IV.