Esta semana los ciudadanos de Ezcaray celebran una de sus fiestas más sagradas: la fiesta de la uva. En esta celebración los vecinos venden sus cosechas a los bodegueros. Y cada año en la fiesta de la uva tiene lugar la llegada del cuervo blanco, uno de los acontecimientos más tradicionales del pueblo.
Cuenta la tradición que si el cuervo blanco aparece antes de las ocho, la cosecha de ese año será buena. Sin embargo, si llega tarde o no se presenta a la cita, será un mal año para todos. Y desgraciadamente, este año el cuervo blanco ha aparecido... muerto.
Los vecinos se llevan las manos a la cabeza y la superstición se apodera del pueblo, todos temen que una infinidad de desgracias caigan sobre Ezcaray. Tras practicarle la autopsia al animal, las sospechas se confirman: el cuervo blanco ha sido envenenado. ¿Quién podría querer acabar con uno de los símbolos de prosperidad del pueblo? ¿A quién beneficia la muerte del pájaro? A pesar de las reticencias de Robles a investigar un caso aparentemente sin importancia, Olmos no parará hasta descubrir al asesino del cuervo blanco.