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¿Quiénes eran los "Mario Casas" y las "Michelle Jenner" de los años 80?

  • "Todos tenemos un ídolo", admite el sociólogo Rafael Conde Melguizo

  • El adolescente tiende a imitar tanto lo bueno como lo malo de un artista

ADRIANA JIMÉNEZ
4 min.

Cuando escuchamos nombres como el de Clara Lago, Inma Cuesta, Adriana Ugarte, Blanca Suárez, Álex González, Martín Rivas, Hugo Silva o Maxi Iglesias todos sabemos quiénes son pero, ¿quiénes eran los “Mario Casas” y las “Michelle Jenner” de los años 80?

Esta fue la década de los descubrimientos y, como no podía ser de otra forma, surgieron caras nuevas en la televisión. Rostros femeninos como el de Amparo Larrañaga, Carmen Conesa, Diana Peñalver, Cristina Marsillach y Verónica Forqué, enamoraron a más de uno y actores como Juan José Artero, Imanol Arias, Jorge Sanz, Ángel Alcázar y Javier Bardem cautivaron el corazón de muchas mujeres.

La metamorfosis de los sex symbol

Como todo lo referente a una generación, los estereotipos también han sufrido una notable transformación desde los años 80 hasta nuestros días.

“En aquellos tiempos, la idea del sex symbol, pensemos en Madonna o en Axel Rose, era alguien que tu madre no sentaría a la mesa. Ahora, Justin Bieber, One Direction o Selena Gómez son, estéticamente, modelitos perfectos. Bien peinados y vestidos, y que nunca saldrían borrachos o colocados a dar un concierto. O al menos no lo parece”, explica Rafael Conde Melguizo, Doctor en Sociología, profesor en ESNE y miembro del grupo de investigación Cibersomosaguas.

Lo que es indiscutible es que la estética de los 80 era mucho más agresiva que la actual. La juventud de la década respiraba rebeldía por los poros y estaba deseosa de mostrar su transgresión al mundo. “Solo Hanna Montana ha roto ese cliché convirtiéndose en Miley Cirus y aun así su rebeldía no deja de ser el postureo de una niña pija. Casi todo se basa en la provocación sexual, algo burgués y de sociedades muy cristianas como la de USA, y su aspecto desaliñado es muy caro”, añade el sociólogo.

¿Por qué se crea esta “necesidad” de tener un ídolo como referente?

Todo el mundo ha tenido o tiene un ídolo por el que se siente atraído sexual o intelectualmente. Rafael Conde confía en que “varían según las etapas. Lo cierto es que en la adolescencia aún no tenemos la experiencia o madurez suficiente para observarlos con un pensamiento crítico; entre unos adolescentes viendo un vídeo musical de Justin Bieber y unos adultos viendo una charla motivadora de Steve Jobs, hay poca diferencia. Cambia el tipo de mensaje y el modo en que se emite, pero al fin y al cabo es gente buscando alguien que le diga qué tiene que hacer si está perdido”.

Hay quienes convierten esa "búsqueda" en fanatismo por el personaje. Según el doctor, este fenómeno no guarda muchas diferencias en relación a los años 80 y la época actual. Los fans llevados al extremo los habrá siempre.

¿Qué aporta y en qué perjudica?

"En la adolescencia el ídolo va en un paquete completo y, o lo tomas o lo dejas. Si es un gran artista pero es desagradable como persona, el adolescente tiende a imitar ambas cosas. Y, si su conducta le desagrada, también deja de escuchar su música o ver sus películas. Es muy difícil separar la obra del creador o intérprete", explica el sociólogo.

Uno se encuentra, continuamente, inmerso en la búsqueda de su "identidad". Lo que preocupa a Conde es que "esos ídolos que se les ponen delante proceden de una industria cuya última preocupación es el correcto desarrollo de las personas". El sociólogo confiesa cómo le sorprendió un anuncio de antiacoso o antibuying, emitido en una cadena de televisión estadounidense, que colocaron justo después de haber bombardeado a la audiencia con horas de contenidos que promocionaban el éxito social a través de la estética y la superficialidad ética. "¿De qué va a servir ese anuncio? Es algo así como: mira, si no haces todo esto eres un mierda, pero no te preocupes, que les voy a decir que no te peguen por ser así".

¿Cómo influyen estos estereotipos en la sociedad actual?

Rafael Conde Melguizo cree que mantener esos estereotipos de género durante tantos años, dificulta que nos deshagamos de ellos en la vida adulta. "De hecho, no creo que nadie consiga deconstruirlos del todo".

Ejemplo de ello, es lo que ocurre con la figura del hombre. "El único aceptable para un mundo construido a base de ídolos, es el hombre exitoso. Ponen su autoestima en una competición permanente con las mujeres y con otros hombres. Cada día es un examen de virilidad, donde debes demostrar que no eres débil. Y eso se demuestra con conductas nada constructivas como: cuántas chicas puedes conquistar, qué ropa llevas, cuánto dinero ganas o cómo te peinas".

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