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El poder del efecto placebo

  • El efecto de un medicamento puede ser positivo incluso cuando es inerte

  • si el paciente cree que toma una droga terapéutica se trata del “efecto placebo”

  • Punset habla con Irving Kirsch, del Programa de Estudios del Placebo de Harvard

  • Elsa Punset nos dará consejos para alcanzar los objetivos que nos proponemos

  • Redes se ha emitido el domingo, 25 de noviembre, en La 2 de TVE

EDUARD PUNSET (REDES)
9 min.

Redes

Eduard Punset y su equipo han logrado demostrar que ciencia y entretenimiento se pueden unir para que en este tercer milenio la ciencia, por fin, irrumpa en la cultura popular.

  • El programa Redes se emite en La 2, todos los domingos, a las 21:30 horas
  • En el Canal 24 horas, los jueves, a las 15:00h
  • En TVE Internacional, según el siguiente horario:
  • En Europa y África: los domingos, a las 23.30 horas
  • En América: los miércoles, a las 6.30 horas, y los domingos, a las 4.15 horas

¿Puede una simple pastilla de azúcar tener el mismo resultado terapéutico que un fármaco que ha costado años y millones de dólares en producirse?

¿Puede una simple pastilla de azúcar tener el mismo resultado terapéutico que un fármaco que ha costado años y millones de dólares en producirse?

El efecto de un medicamento puede ser positivo incluso cuando es inerte –como una pastilla de azúcar– si el paciente cree que está tomando una droga terapéutica.

Es lo que se conoce como el “efecto placebo”, del cual Punset habla hoy con Irving Kirsch, director asociado del Programa de Estudios del Placebo de la Universidad de Harvard.

Además, en su sección, Elsa Punset nos dará consejos para generar pensamientos positivos y para poder alcanzar los objetivos que nos proponemos.

Nuestras experiencias están influidas por nuestrasexpectativas de lo que experimentaremos

.

Irving Kirsch

Eduard Punset: 

A mí me ha pasado con este programa, lo mismo que les va a pasar a ustedes, a toda mi audiencia: empiezas viéndolo desde fuera, te interesa el tema de… vamos, lo llaman exactamente «el efecto placebo»; te interesa porque no crees en él y resulta que, poco a poco, te enamoras del tema, porque detrás está la mente y detrás de la mente las sugestiones, están las convicciones remachando, triturando, la realidad tal y como la vemos, ¿no?

La expectativa de respuesta

Profesor Kirsch, Irving, me encantaría charlar un poco sobre todo esto. Empecemos con lo que denominas la teoría de la expectativa de respuesta. Es decir, afirmas o sugieres que lo que esperan las personas es lo que cuenta en realidad, ¿verdad?

Irving Kirsch:

¡En gran parte sí! No del todo, porque lo que sucede en el mundo, lo que hay allí fuera, lo que ocurre dentro del organismo… ¡todo eso también cuenta!

Sin embargo, nuestra manera de ver las cosas (lo que vemos al mirarlas) y, sobre todo, la manera en la que nos sentimos depende en gran parte de lo que pensamos que sentiremos, de lo que anticipamos, de lo que esperamos, de lo que creemos.

Si anticipas que un chiste será divertido antes de que te lo cuenten (y tenemos pruebas científicas que lo corroboran) te reirás más y pensarás que es más gracioso que si piensas: «puf, ¡seguro que no tendrá ninguna gracia!» 

Eduard Punset: 

Volvamos a la teoría de la expectativa de respuesta: recuerdo (creo que lo mencionas en alguna parte) que las personas que han sufrido muchísimo durante la guerra (los heridos de guerra, por ejemplo) están menos dispuestos que los demás a creer en el efecto de los analgésicos, por ejemplo.

Piensan que no los necesitan. En cambio, si se les dice a los que nunca han estado en la guerra que no se les administrará analgésicos, se preocupan. ¿Tiene mucho que ver con la vida emocional de la persona?

Irving Kirsch:

Veamos… que un medicamento funcione no solamente depende del principio activo, también depende de si el paciente cree que funcionará o no. Hay muchísimos factores distintos que pueden aumentar o disminuir las expectativas de eficacia.

El pasado, la situación, las experiencias que uno ha tenido… sabemos, por ejemplo, que la morfina mitiga el dolor.

Sin embargo, si el paciente no sabe que le están dando morfina, si se la administran por vía intravenosa sin decirle: «ahora vamos a darte morfina», no resulta tan eficaz. Pierde la mitad de su eficacia. ¿Y esto qué significa?

Pues que la mitad de la eficacia de la morfina como analgésico se debe a su composición química, pero la otra mitad tiene que ver con el cerebro, con la mente.

Eduard Punset: 

¿Por qué hizo falta tanto tiempo para llegar a una conclusión tan simple como que había que analizar si el efecto placebo era real o no?

Irving Kirsch:

Pues bien, durante muchos años a nadie se le pasaba siquiera por la cabeza que pudiera haber un efecto placebo real.

Se pensaba que el placebo era algo que se administraba al paciente simplemente para complacerlo, sin que surtiera ningún efecto verdadero sobre la enfermedad.

Pero en la década de 1950 y 1960 los científicos descubrieron que sí que existía tal efecto, y empezó un período en el que intentaron controlarlo; nos percatamos de que, para saber cómo actúa un fármaco, debemos compararlo con un placebo.

Durante 50 años, durante medio siglo, el placebo ha suscitado interés, pero solamente como una manera de aprender cuál es la eficacia de los fármacos.

Hasta que, hace unos 10 o 20 años, alguien pensó: «¡un momento! Investigamos el efecto placebo para comprender los medicamentos, pero ¿acaso no resulta interesante que el placebo actúe en tantas enfermedades distintas?».

A partir de ahí, los científicos empezaron a estudiar el placebo por sí mismo. Esa ha sido mi pasión: estudiar el placebo, entender cuándo funciona, hasta qué punto funciona y en quién funciona.

Eduard Punset: 

¿Por qué cuando tenemos un médico que se muestra especialmente atento y comprensivo con nuestro dolor nos sentimos mejor y nos curamos antes? Se ha demostrado que eso es muy importante: la actitud del médico. ¿Es verdad?

Irving Kirsch:

Sí que lo es, y hay dos razones que lo explican. La primera ya la hemos mencionado y tiene que ver con las convicciones y las expectativas: si el médico parece confiado, nosotros también confiaremos en que algo cambiará.

Además, hay otra razón que parece estar relacionada con la relación terapéutica, la sensación de calidez y consuelo que obtenemos cuando alguien parece preocuparse por nosotros, y que también puede contribuir a que nos sintamos mejor.

Ha quedado demostrado en un estudio sobre el síndrome del intestino irritable, en el que se administró placebo a los pacientes de dos maneras distintas: en el primer caso, el médico los despachaba en muy poco rato, de un modo muy neutro, diciéndoles: «forma parte de un ensayo clínico, aquí lo tenéis».

Con otros, en cambio, el médico pasaba más tiempo y era cariñoso y amable… ¡y les escuchaba! Les escuchaba, he aquí algo muy importante: prestaba atención a lo que los pacientes tenían que decir. Pues bien, los que visitaron a un médico atento y cariñoso mejoraron mucho más que los otros.

Eduard Punset: 

Es fantástico, pero… ¿sabes? Sigo preguntándome cómo puede ser cierto… es decir, ¿estamos descubriendo los procesos químicos que lo justifican?

Irving Kirsch:

Sí, cada vez más. Es un proceso lento, pero vamos aprendiendo: ahora sabemos mucho más que hace diez años, ¡aunque sigue habiendo mucho por aprender!

Intentamos descubrir qué sucede en el cerebro de alguien que recibe un placebo.

Para ello llevamos a cabo estudios de neuroimagen con resonancia magnética funcional: se provoca algún tipo de dolor en los pacientes y se observa lo que sucede en el cerebro, y a continuación se les administra un placebo para examinar cómo cambia las activaciones de las distintas regiones cerebrales.

Gracias a estudios así, poco a poco estamos aprendiendo dónde se ubican las expectativas en el cerebro y cómo modifican la experiencia de lo que sucederá a continuación.

Eduard Punset: 

Lo primero que probablemente era necesario descubrir era la existencia de algún tipo de material interno, de una sustancia… como las endorfinas, que reducen el dolor.

Irving Kirsch:

Sí.

Eduard Punset: 

Ahora que ya lo habéis descubierto, resulta que es posible conseguir el efecto opuesto con lo que llamáis, si no me equivoco, naloxona…

Irving Kirsch:

Sí, se puede bloquear… en realidad, las endorfinas son naturales, el cerebro las genera y funcionan como opiáceos. Es una de las maneras por las que el placebo aplaca el dolor. ¡El placebo puede provocar una reducción del dolor sin endorfinas o con ellas!

La reducción que pasa por la liberación de endorfinas se puede bloquear con una sustancia química llamada naloxona.

Sin embargo, hay otros tipos de efectos placebo sobre el dolor que no se pueden bloquear con naloxona.

Por ejemplo, si se le administra a alguien un placebo como si fuera un opiáceo, se liberan endorfinas y se produce un efecto placebo que, con naloxona, se puede bloquear.

En cambio, al administrar otro tipo de analgésico distinto, que no sea opiáceo… un antinflamatorio, por ejemplo, el efecto placebo que se obtiene es el de un antinflamatorio y, por tanto, no se puede bloquear con naloxona, porque los antinflamatorios no tienen nada que ver con las endorfinas.

Eduard Punset: 

¿Ah, sí?

Irving Kirsch:

Sigue produciéndose un efecto placebo, pero sin que intervengan las endorfinas.

Vamos, ¡que no solamente existe un único efecto placebo! Hay muchos efectos placebo distintos, es uno de los motivos que dificulta su estudio.

Hay efectos placebo que implican endorfinas, otros que implican dopamina (un neurotransmisor del cerebro) y también hay efectos placebo en los que no interviene ninguno de los dos. Tenemos mucho que aprender sobre cada uno de los tipos de efecto placebo, ¡por eso es un proceso tan largo!

Eduard Punset: 

En esta abundancia de efectos placebo, hay tantos placebos distintos que no puedo evitar preguntarme (y sería una de las cosas sobre las que me gustaría que reflexionaras para nuestros telespectadores) si tal vez esto pueda conducir a la prevención, a una mejora de la prevención… ¿Sabes?

Hemos defendido en nuestro programa que la generalización de la asistencia sanitaria, el hecho de ofrecerle a todo el mundo la posibilidad de obtener asistencia, en cierto modo ha dificultado mucho el funcionamiento habitual de las distintas prestaciones médicas.

Ahora sabemos, aunque todavía no sepamos cómo lograrlo, que la prevención será el próximo paso en la medicina. ¿Qué opinas del tema del placebo y de las políticas preventivas?

Irving Kirsch:

El placebo, por supuesto, tiene mucho que ver con cómo pensamos sobre el futuro, con qué creemos que sucederá. Se pueden albergar creencias optimistas o pesimistas; se puede pensar que todo saldrá bien o que todo saldrá terriblemente mal. 

Hay una teoría sobre la depresión elaborada por el psicólogo Martin Seligman que denominamos «indefensión aprendida».

Eduard Punset: 

Sí.

Irving Kirsch:

La teoría de la indefensión aprendida postula lo siguiente: se llevaron a cabo, primero, estudios con animales, con la idea de ayudar a las personas, y se constató que se puede aprender a ser pesimista sobre el futuro.

Las expectativas de resultados negativos hacen que nos sintamos tristes. Ahora el autor habla del optimismo aprendido, de cómo aprender a esperar buenos resultados, de cómo esto nos ayuda no solamente a recuperarnos, sino también a evitar nuevos episodios de depresión.

Forma parte de lo que se ha llamado terapia cognitivo-conductual o terapia cognitiva, un tipo de psicoterapia que a menudo se utiliza para tratar la depresión.

Es muy breve, solamente dura de 15 a 20 semanas, y una de las cosas que hemos aprendido es que basta con una breve tanda de terapia cognitiva (de 10 a 20 semanas) para evitar recaídas en la depresión.

Hay pacientes deprimidos que mejoran, pero muchos empeoran de nuevo, sufren recidivas y vuelven a deprimirse. Un tratamiento de corta duración con terapia cognitiva puede evitar recaídas.

De modo que sí, plantearse las expectativas, la manera de ver el mundo de los pacientes, y ayudarlos a encontrar maneras más adaptativas de ver el mundo les ayuda no solamente con fines de tratamiento, sino también de prevención.

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