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En Portada. "La mala vida de Jason Pino". Reflexiones del rodaje

  • Jose Jiménez Pons reflexiona sobre el rodaje de La mala vida de Jason Pino

  • El realizador desvela la trastienda del viaje de En Portada a Medellín

JOSE JIMÉNEZ PONS
4 min.

En esta ocasión, los miembros del equipo de En Portada hemos viajado a Medellín para adentramos en sus barrios, en la famosa COMUNA 13, la más conflictiva de las 16 que componen Medellín. Aquéllas que se han convertido en territorio de los combos,  bandas de jóvenes que atemorizan sus calles y que intentan controlar más de 1700 militares y policías; bandas criminales que se han convertido en las herederas de toda la estructura de terror que sembró en su día Pablo Escobar. Y detrás de todo, el gran negocio de la droga, que destruye a los jóvenes y alimenta el conflicto; una guerra en la que mueren jóvenes, niños… e inocentes.

Los protagonistas

Jason Pino es el protagonista de nuestra historia. Forma parte de uno de estos combos, creció en un barrio pobre donde los niños se arriesgan desde temprano a perder la inocencia y a madurar a golpe de armas y drogas. Jason es un ejemplo de cómo viven estos jóvenes, de sus ilusiones, sus frustraciones y sus posibilidades.

En este reportaje nos ha pasado un poco como en el que hicimos en Paraguay y Argentina, Vendidas como esclavas; empiezas conociendo a los personajes y acabas queriendo a las personas. De alguna manera, te implicas y sientes que puedes hacer algo por ayudarles. Crees que con estos programas, haciendo que se difundan y se conozcan sus problemas, sus carencias y su lucha por superarlos, puede que haya alguien al otro lado de la pantalla con capacidad para ayudarles a salir de ese pozo en el que están inmersos y que tú mismo ni crees que puedan superar.

En Medellín,  el Padre Juan Carlos lucha, junto a un grupo de jóvenes, por conseguir que dejen las drogas y la violencia que hace que entre chavales de diferentes zonas se maten entre sí por el simple hecho de meterse en el barrio del otro. Todos confían en él. Juan Carlos nos abrió las puertas para poder entrar en estas zonas y conocer sus problemas. A su lado nos sentimos seguros a pesar de estar rodeados de violencia y de marginación. Jóvenes armados en muchos casos y jóvenes que están todo el día jugando con la droga. No tienen muchas más opciones ni de ocio, ni de cultura. Son seres y vidas olvidadas.

El miedo

Pudimos ganarnos su confianza y su respeto pero creo que todos pasamos momentos de miedo. Normalmente en el trabajo siempre tratas de mantener el control de lo que está sucediendo e intentas no arriesgar tu seguridad personal pero en esta ocasión era diferente. Cuando una persona está bajo los efectos de las drogas no sabes cómo puede reaccionar y esta situación era la más común a lo largo del día. Muchos de estos jóvenes estaban armados y el arma era un signo de poder. Armas que exhibían y se pasaban de mano en mano con el riesgo de que un disparo perdido terminara dando a alguien. Y cuando pasabas “al otro lado”, cuando acompañabas a la policía y al ejército, sabías que podías estar en el objetivo de alguna de estas bandas. La vida tiene otro valor y por eso también sientes miedo.

Violencia omnipresente y pudor

Es incómodo sentirse como un buitre sobrevolando la muerte y el dolor de los demás

Casi todos los días rodamos heridos y muertos. La violencia está omnipresente. Cuando acudíamos a la puerta de un hospital, y más en fin de semana,  teníamos la seguridad de que íbamos a rodar la llegada de heridos y muertos en disputas por drogas o de territorio. Pero los lloros por los seres queridos son los mismos allí o aquí. Cuando enterraron a una de estas víctimas, una persona que se negó a pagar “la vacuna” (el impuesto que imponen estas bandas  a los dueños de los  negocios), la familia estaba desgarrada. Gritos, lloros, la mujer embarazada de ocho meses, su madre, su hijo pequeño que no debía de tener más de siete años mirando en el interior del féretro, las hermanas... Me sentí un intruso y lloré. Lloré de pena por esta familia y lloré por estar donde no debía. Es cierto que estas imágenes nos ayudan a explicar la situación de violencia y el dolor de esta tragedia. Ayudan al espectador a entender cómo se vive este drama. Pero es incómodo sentirse como un buitre sobrevolando la muerte y el dolor de los demás.

También nos queda la sensación de haber conocido a gente maravillosa que lucha por unos ideales como David frente a Goliat. Nos queda la sensación de haber hecho amigos a los que tal vez seamos capaces de ayudar con la fuerza que tienen los medios de comunicación. Ojalá que este programa sirva para dar a conocer sus vidas y sus problemas y alguien les pueda ayudar.

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