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¿Cómo ha sido el primer trimestre universitario de la era Covid?

  • ¿Cuáles están siendo las carencias emocionales y académicas de los estudiantes tras el confinamiento?

  • Charlamos con la universitaria Andrea González Henry y con Francisco José Estupiñá Puig, coordinador de PsiCall UCM

  • Este es su balance sobre los primeros meses de curso Covid

Leticia Romero
9 min.

Casi 4 meses después de la apertura del primer curso Covid, y coincidiendo con la semana en la que se terminan las clases antes de las vacaciones de Navidad, hacemos balance. Nos preguntamos: ¿Cómo están ahora las cosas después de este primer trimestre? ¿Está funcionando el modelo semipresencial en las universidades? ¿Cuáles son las principales quejas de los alumnos? ¿Cuáles están siendo las carencias emocionales y académicas de los estudiantes tras el confinamiento?

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Una de las primeras conclusiones, en la que coinciden estudiantes y profesores, es que con este modelo híbrido se aprende menos y peor, según los datos arrojados por la encuesta Volvemos a Clase de la Fundación SM, en la que han participado 1.000 centros escolares, 162.000 alumnos y 19.000 profesores. La mayor encuesta realizada hasta el momento sobre la vuelta a las aulas, publicada el 20 de noviembre de 2020, cuyos resultados demuestran los efectos devastadores que está trayendo consigo la Covid en la educación. Volvemos a Clase revela los problemas identificados por alumnos y docentes de colegios e institutos, pero nosotros queremos saber cómo está afectando esto al ámbito universitario. Para ello, nos hemos puesto en contacto con Andrea González Henry, 20 años, estudiante de Psicologia en la Universitat de València, y con el profesor y coordinador de PsiCall UCM Francisco J. Estupiñá Puig. ¡Atención a sus respuestas!

P: ¿Qué balance haces de este primer trimestre universitario Covid?

Andrea: Ha sido bastante desmotivante la verdad. Hemos perdido la vida social y la vida universitaria, que evidentemente no es lo más importante, la salud está primero. Pero es cierto que las metodologías y la forma en la que se ha elaborado la semipresencialidad, al menos en mi Universidad, no ha sido nada motivadora.

Francisco: Nuestra actividad ha bajado mucho desde el confinamiento de marzo - junio, cuando nos encontramos con una demanda de la comunidad UCM que triplicaba la que vemos habitualmente. Aún así, ahora mismo estamos recibiendo un 25% más de llamadas de estudiantes UCM que en el mismo periodo del año pasado. Esto sugiere que la comunidad complutense ya no está en la crisis aguda que vivió entre marzo y junio - como el resto de la sociedad - pero que hay un nivel importante de malestar emocional que podemos atribuir a la COVID-19.

P: ¿Cuál es la queja que más se repite por parte de los estudiantes?

A: Es el tema de cómo se está llevando la semipresencialidad. Es decir, desde mi punto de vista no podemos permitir que un modelo que antes “funcionaba” de manera presencial ahora funcione igual de manera online, solo con una cámara de por medio. Las metodologías no pueden ser poner una cámara entre el profesor y los estudiantes y pretender que todo vaya bien. Hay que buscar nuevas formas, nuevos programas que potencien tanto lo mejor de la forma presencial como lo mejor de la forma online. Esto no se está haciendo. Simplemente se está retransmitiendo de manera online lo que antes se hacía de manera presencial. Creo que esta es una de las mayores quejas.

F: La queja más habitual (en torno al 30% de las llamadas) es la ansiedad y la incertidumbre, que pueden tener diferentes focos. Los más habituales son los que tienen que ver con la ansiedad ante la enfermedad y la relativa a los estudios. Muchos estudiantes están preocupados por el impacto que la COVID-19 está teniendo en la presencialidad, las prácticas, la evaluación de las asignaturas, etc. Hay pocos casos, pero también hay duelo por la pérdida de familiares debido a la pandemia y peticiones de ayuda para manejar el confinamiento. El bajo estado de ánimo es la segunda más habitual (en torno a un 20%).

P: ¿Y por parte de los profes?

A: Lo desconozco un poco… Pero también quiero hacer una crítica hacia nosotros, porque hay que ser autocrítico. Desde casa la atención no siempre es la mejor. Creo que ellos también echan de menos la presencialidad y que una de sus quejas puede ser la falta de participación durante las clases o la poca atención que hay.

P: ¿Cuáles están siendo las carencias emocionales de los alumnos?

F: Hay soledad, y hay personas que tienen relaciones familiares muy difíciles, de las que además ahora se ven más dependientes y con menos oportunidades para tomar distancia. También hay una pérdida general de entornos de ocio, preocupación y temor por contagiarse o contagiar a otros.

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P: ¿Cómo os está afectando el sistema híbrido o semipresencial?

A: El sistema híbrido no se está llevando bien. No se están llevando a cabo buenas metodologías. Un pro: la flexibilidad. Un gran contra que veo es que dependiendo de la universidad se está llevando de forma distinta. Por ejemplo, en mi universidad vamos a clase una semana sí, una no. Dentro de esa semana: un día sí, un día no en subgrupos. Es decir, que yo voy a clase dos días cada dos semanas. Esto es bastante negativo para la gente que no vive cerca de la universidad, que vive en otra ciudad o comunidad autónoma. Esa gente tiene dos opciones: pagarse un piso para dos días de clase, o ir y venir esos dos días cada dos semanas. Eso es un gran contra. Entiendo que es lo necesario, porque hay que reducir las personas por clase, pero creo que no se ha tenido en cuenta a esa gente.

P: ¿A la larga consideras que es viable?

A: Considero que es una alternativa, y una suerte también, que muchos estudiantes podamos continuar con las clases online a pesar de la situación. Porque hay mucha gente que no se lo puede permitir, ya que no tienen medios o recursos. Creo que hay que volver a la semipresencialidad en cuanto se pueda y en cuanto sanitariamente sea posible. Podía ser viable si se revisara la metodología y las formas de enseñar la materia de esta forma.

F: No nos queda otra que hacerlo viable mientras dure, y eso quiere decir reflexionar sobre la marcha y tratar de mejorar en todos los aspectos lo que estamos haciendo. Todas las alternativas son peores.

P: En las propuestas para la docencia online que habéis presentado, cuando decís priorizar a los estudiantes más vulnerables, ¿a quién os referís exactamente?

A: Nos referimos a que cuando todos tenemos un ordenador, conexión a internet, padres y madres que nos puedan ayudar, y apoyo en casa es muy fácil recibir las clases online. Pero cuando hay gente que no tiene estos recursos, directamente se desconectan del sistema educativo. Entonces creo que es muy importante que se tenga en cuenta a la gente más vulnerable y con menos recursos, que es a quién más le afecta la semipresencialidad y más riesgo tiene de abandonar el sistema.

P: ¿Se han puesto las pilas los profes para adaptarse a la formación digital o aún se resisten?

A: Creo que el problema nace de la base. Es decir, se han tenido que poner las pilas demasiado rápido porque no existía una formación previa para la mayoría de los profesores en materia de digitalización. Considero que hay una gran brecha generacional. Los estudiantes tenemos un conocimiento en informática y nuevas tecnologías mucho mayor que la gran mayoría de profesores, y eso también frustra un poco. Hay muchos que se han dejado la piel por poder continuar con estas clases online, pero hay mucho otros que no quieren, no saben o que todavía no se han pasado a esta era digital.

P: Desde tu experiencia, ¿consideras que se han cumplido las medidas de seguridad anti Covid?

A: Creo que en mi Universidad se han cumplido mucho las medidas de seguridad anti Covid. Es decir, yo voy a clase y veo casi imposible contagiarme. Somos muy poca gente porque hacemos subgrupos, dentro de la propia clase estamos muy separados, las ventanas están siempre abiertas sea diciembre o junio… Así que creo que sí, las universidades están siendo espacios seguros y los estudiantes estamos mostrando mucha responsabilidad dentro de las aulas.

P: ¿Qué ha sido lo más difícil de adaptarse a este nuevo sistema?

A: Lo más difícil de adaptarnos está siendo el tema de la vida social. En la universidad al final tienes compañeros, realizas trabajos de grupo, quedas con gente, comes con gente… La vida universitaria tiene un complemento social bastante grande, y eso a día de hoy, al menos en mi caso, es casi inexistente. No tengo vida social porque voy dos días a clase cada dos semanas y eso hace que no tenga esa relación con mis compañeros que de otra forma podría tener.

P: ¿Cómo están siendo los exámenes y las entregas de trabajo?

A: Están siendo bastante agobiantes. Porque cuando tienes que hacer trabajos en grupo, con 4 o 5 personas, no podemos vernos. Hacerlo todo de manera telemática es siempre agobiante. Además, organizarse en tiempos de clases online no es fácil, porque coinciden unas clases con otras, unos trabajos con otros… Pero bueno, se lleva.

P: En general, ¿crees que de seguir así saldréis peor preparados que otras generaciones?

A: Sinceramente no creo que vaya a haber un cambio muy significativo. Es decir, la materia está ahí, las clases se están dando. Lo que creo que si que está afectando es a otros espacios: a nuestra motivación, nuestra salud mental, a nuestra sociabilización… Pero no creo que la materia, ni que la preparación como futuros profesionales sea muy diferente a años anteriores. Porque los exámenes al final tienen la misma materia, hacemos los mismos trabajos y estamos haciendo casi las mismas clases. Aunque lo dicho, de manera online es más desmotivante y más frustrante.

F: En el plano emocional, es pronto para contestar a esa cuestión con datos. La evidencia sugiere que los seres humanos somos muy resilientes, y la mayoría de las personas que lo pasan mal durante periodos de crisis, se recuperan acabada la misma. Para los más jóvenes, es verdad que se puede haber perdido parte de una experiencia vital muy significativa, pero por fortuna todo apunta a que va a haber otras oportunidades después del verano. Como profesor, creo que se está haciendo un gran esfuerzo para que la calidad de la enseñanza no se vea devaluada y que los aprendizajes sean los mismos que se han llevado promociones anteriores. En último término, hay que hacer de la necesidad virtud, y con suerte todos podremos decir que hemos aprendido algunas lecciones (de vida, de manejo de las tecnologías, de lo que es verdaderamente importante, etc.) cuando la pandemia toque a su fin, aunque el precio haya sido ciertamente alto. Lo que está claro es que el mundo al que habrá que aplicarlas ya no será exactamente el mismo.

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