Carla prefiere no dar su apellido ni ser fotografiada. Sus hijos están en Nicaragua y tiene miedo. Salió de su país hace casi un año huyendo del cargo que su gobierno le había 'asignado', ser "policía voluntaria". Traducido por ella misma: "sicaria", encargada de delatar a sus vecinos y "a los pastores que incluían elementos políticos" en sus sermones. Con lágrimas en los ojos nos explica que ella no podía hacer eso y que se fue de Nicaragua. Volver ahora supondría exponerse a una pena "de seis años de cárcel".
Caminando, tomando buses, camiones, consiguió llegar a Ciudad de México en julio. Allí alguien le contó que existía CBP One, una aplicación de móvil donde pedir La Cita, una de las mil entrevistas diarias que repartía el gobierno estadounidense para entrar al país, explicar su caso a las autoridades y conseguir un permiso temporal para quedarse en Estados Unidos hasta que un juez decide definitivamente si conceder o no el asilo político. Carla consiguió su cita a principios de año, para el 23 de enero. Tres días antes, Donald Trump tomó posesión de su cargo, llegó a la Casa Blanca, congeló el programa y anuló todas las entrevistas programadas. "Imagínese, todo el esfuerzo por subir hasta aquí, las cosas que uno pasa. Se supone que todo listo, tratando de llegar a un lugar seguro y al final nos quedamos aquí, varados y aquí es bien peligroso", nos explica.
Carla nos cuenta su historia en el refugio del Movimiento Juventud 2000 de Tijuana. Allí varias familias duermen en tiendas de campaña en una nave por cuyo tejado se cuela el aire. Es un espacio gestionado por Chema García Lara, quien nos dice que, pese a todo, acogen a muchas menos personas que hace un año. "Apenas 45", cuando han llegado a albergar a 180. Algunos de los migrantes que se quedaron a las puertas de los Estados Unidos han encontrado trabajo y se han "integrado en Tijuana", otros se han vuelto a sus lugares de origen y otros han intentado cruzar escalando el muro o, como dicen aquí, "por el hueco".
“"Imagínese todo el esfuerzo por subir hasta aquí. Se supone que todo listo, tratando de llegar a un lugar seguro y al final nos quedamos aquí, varados y aquí es bien peligroso", confiesa Carla.“
Hay una cuarta categoría: los que se han quedado "varados" en Tijuana porque no pueden volver a sus hogares, pero tampoco quieren establecerse en la ciudad ni entrar al país ilegalmente. Es el caso de Carla y el de Lisette, peruana a la que conocemos en Espacio Migrante, otro albergue de la zona a media capacidad. Lisette nos cuenta que en Perú tenían un negocio de comida rápida, que se fueron porque las mafias les extorsionaban y les "pedían piso" (el pago de sobornos)."No podemos regresar porque no pagamos", nos dice. Lisette viaja con su marido, venezolano, y sus dos hijas de 3 años y 11 meses. Tenían su cita con inmigración el 21 de enero, el 20 recibieron un correo informándoles de que había sido cancelada. "Fue un balde de agua fría" y ahora estamos aquí bloqueados", cuenta.
Según el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal de México, Tijuana es la quinta ciudad más peligrosa del mundo. Por eso quedarse no es una opción para Lisette y su familia. "No es seguro para mis niñas". Su marido trabaja en la construcción, tratando de ahorrar dinero para irse a España, donde él tiene familia. Han echado sus cálculos y creen que necesitarán pasar por lo menos un año en Tijuana. "Para los pasajes y no llegar con las manos vacías a Madrid".
"No está llegando nadie"
El paso fronterizo entre Tijuana y San Diego es de los más transitados del mundo. A diario lo cruzan miles de personas para trabajar, comprar, vivir o divertirse en uno u otro lado. Pero los que no lo están cruzando son los inmigrantes y los solicitantes de asilo. "Ahora no está llegando nadie", nos dice Pedro Ríos, director del Programa Fronterizo EEUU-México, una organización que ayuda a los migrantes y que recibía a los que entraban sin la cita, pero querían entregarse a la policía de fronteras. Nos cuenta que ellos no han visto a nadie llegando de ese modo y que las botellas de agua que han dejado en los espacios habituales del muro llevan tres semanas intactas.
Tanto Estados Unidos como México han enviado miles de soldados a la frontera y han reforzado el muro con concertina, pero más que eso, para Pedro Ríos y Chema García Lara la clave para frenar las llegadas ha sido "el miedo" a posibles deportaciones. "Trump está hablando tan fuerte que ha creado incertidumbre, la sensación de inseguridad por estar en Estados Unidos de forma irregular. Eso hace que familiares, amigos, conocidos, digan a los que quieren llegar que para qué van a venir", nos explica Chema García Lara, que ve un "efecto real" de paralización en la comunidad migrante.
Por ahora el efecto Trump y sus palabras parecen darle resultados. Según la Patrulla de Fronteras, en febrero fueron detenidos 8.300 inmigrantes que entraron al país de forma irregular, la cifra más baja desde que comenzaron los registros en el año 2000. En febrero de 2024, fueron 130.000 las detenciones de inmigrantes que cruzaron ilegalmente a los Estados Unidos.