El 16 de noviembre de 1936 varias bombas incendiarias cayeron sobre el Museo del Prado. No hubo daños importantes pero la República decidió trasladar las obras más importantes. 525 cuadros fueron enviados a Valencia, Cataluña y Ginebra. Pero… ¿Qué hubiera pasado si alguien hubiera aprovechado ese traslado para robar alguna de esas obras de arte?, concretamente la Mona Lisa.
Ese es el interesante argumento de Plan de huida (Grafito editorial), de Agustín Ferrer Casas (Pamplona, 1971). Una historia que mezcla realidad y ficción y que también está ambientada en el presente, donde un historiador y un delincuente de poca monta intentarán descubrir dónde acabó ese famoso cuadro tras el robo.
“La historia se le ocurrió a Josep Busquet –nos confiesa Agustín-. Al principio él iba a escribir el guion y yo a dibujarla, pero yo atravesaba una mala época y decidí ocuparme de todo para no hacer sufrir a otra persona en el proceso. Por eso, y porque estaba sobrecargado de trabajo, el libro ha tardado casi cinco años en salir”.
“Ese traslado de las obras de arte del Prado y la labor que hicieron el Museo y otras entidades para salvaguardar ese patrimonio histórico durante guerra me parece una historia fascinante –nos confiesa Agustín-. Han salido muchas historias sobre eso e incluso alguna obra de teatro. Pero lo que yo hago es dar un poco más de vidilla a la historia con ese robo de la Mona Lisa”.
El cómic alterna esas dos historias paralelas, la del robo en 1936 y la de la búsqueda del cuadro en 2024. “Hay una especie de continuidad espacio-temporal entre lo que se dice donde una página y la siguiente, aunque saltemos casi 90 años en el tiempo”.
Una historia muy bien documentada
A Agustín Ferrer Casas le encanta mezclar historia y ficción, como ya nos demostró en Arde Cuba, inspirada en el encuentro real entre Errol Flynn y Fidel Castro. Destacando su estupenda documentación. “He consultado carros y carretas de documentación –asegura-, porque si solo te fías de Google te puede llevar a cometer errores. Por eso he utilizado muchos libros sobre el tema. El propio Museo del Prado editó un catálogo explicando todo el proceso”.
“También he consultado el libro El milagro del Prado (Arzalia ediciones), donde Calvo Poyato cuenta toda la historia usando una documentación excepcional. Ahí está todo muy documentado a nivel de tiempos, obras y demás”.
“Pero tampoco estoy obsesionado con los datos –continúa-. Aunque en la parte gráfica si he intentado ser lo más aproximado posible en esa recreación de uniformes, armas, espacios…”.
Muchos guiños para los lectores
En el cómic, como en casi todas sus obras, hay muchos guiños a los lectores, como un cameo del guionista Josep Busquet (La revolución de los pinceles). “Como comentaba antes, aunque al final le pedí permiso para hacer el cómic yo solo, la idea partió de él. Y por eso quería hacerle un homenaje, y le pedí permiso para convertirlo en uno de los personajes. Y le pareció buena idea”.
“Además, yo creo que es perfectamente reconocible –añade-. Porque le he convertido en un ratoncillo de biblioteca y está leyendo uno de mis comics”.
También hay mucho guiño cinematográfico. ”Sí –nos confiesa-, hay muchos detalles, como la cazadora que luce uno de los personajes y que es igual que la que llevaba Ryan Gosling en Drive. Además, el final de las historias es muy tarantiniano. Acaba todo como el Rosario de la Aurora, muy a lo bruto”.
“Reconozco que yo soy el terror de los editores –añade Agustín-, porque empiezo a dibujar sin tener la historia completa y la voy cambiando sobre la marcha. Parto de una sinopsis, pero trabajo escena por escena, que suelen ser de cuatro páginas, como si fuera el rodaje de una película. Hago las páginas completas y paso a la siguiente escena”.
“Y cuando estaba llegando al final decidí cambiarlo todo –nos confiesa-. Los editores me dijeron… ¿pero qué has hecho? Pero yo creo que es mejor final que el que había al principio. Como digo, es como el Rosario de la Aurora, no queda títere con cabeza”.
Un artista autodidacta
Con el nivel de detalle que tienen sus viñetas, sorprende que Agustín Ferrer Casas sea un artista autodidacta. “Me aficioné al dibujo desde muy pequeñito –nos cuenta-. Era de los que íbamos manchando las paredes y nuestras madres borraban después con una goma lo que se podía. Soy una rara avis, porque de pequeño simplemente leía Astérix, Tintín y Mortadelo. Nada más”.
“En la adolescencia abandoné el tema cómic y lo retomé ya con 21 años por una cosa de la facultad –continúa-. En esa época había muchos concursos y durante 20 años me fue muy bien, porque gané bastantes y ahí estuve a nivel amateur. Luego, ya en el 2011, di el salto. Hasta que en 2014 empecé publicar. No soy el autor típico que siempre ha estado metido en el mundo del cómic o leyendo”.
“Mis referentes son Moebius y Enki Bilal”
En cuanto a sus influencias, Agustín nos comenta: “Tengo a Moebius y a Enki Bilal como mis máximos referentes. Y luego a Miguelanxo Prado, Das Pastoras… a nivel nacional. Y como utilizan el mismo método de trabajo que yo, las acuarelas y demás, los tengo muy cercanos y me gusta mucho ese sistema de trabajo”.
Agustín solo utiliza el ordenador para los bocadillos y algún retoque: “En el momento en el que acabo la ilustración y tengo que escanear lo paso a digital y luego introduzco los bocadillos y los textos, porque no uso rotulista. En la última fase del trabajo, o si tengo que meter alguna cosa que he tenido que hacer con mucho detalle o algún texto ahí que tiene que figurar en la viñeta, pues lo introduzco con el Photoshop. Lo digital es lo último”.
“Además –añade el dibujante-, me gusta trabajar con formatos que pueda manejar, A3 para páginas normales y A4 para páginas apaisadas. Ahí me defiendo bien, porque en tamaños mayores se me pierde la perspectiva”.
“Pero el color –matiza Agustín-, no me gusta retocarlo con el ordenador. Alguna vez, como en el libro de Mies, puse una trama de grises para oscurecer, pero no me suele gustar tratar la imagen una vez acabada. Aunque a nivel de scanner a veces tengas que retocar los colores porque el scanner no haga la misma resolución que buscabas. Pero no, no coloreo digitalmente”.
“Hay gente que utiliza lo digital porque dicen que ahorran tiempo y pueden modificar los valores de los colores muy rápidamente. Lo mío es más jodido, porque si te equivocas la cagas. Si me equivoco, pues corrijo la viñeta. Pero no suelo hacerlo casi nunca, a no ser que no me guste la composición. Porque a mí me gusta que cuando dibujo, cuando pinto, la mancha vaya por donde quiera. Porque muchas veces esa aleatoriedad de la mancha en el papel da mucho juego. igual otros dicen que vaya mierda, pero a mí me gusta”.
“Y me encantan los originales físicos. Hay veces que haces la página a lápiz y luego entintas y coloreas digitalmente. Pero aquí tengo el proceso entero en una sola página. Es un original de principio a fin”, concluye el artista.
Mona Lisa del taller de Leonardo da Vinci, también conocida como “La Gioconda del Prado”, es una pintura realizada al óleo sobre tabla de nogal, entre 1503 y 1519, y conservada desde 1819 en el Museo del Prado de Madrid.
Plan de huida llega a las librerías este 7 de noviembre.