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David Trueba: "Antes el mundo del espectáculo causaba síndromes a los artistas, ahora todos vivimos esa mentira"

  • Estrena Saben aquell, sobre el éxito del humorista Eugenio y la relación con su mujer Conchita

ESTEBAN RAMÓN
8 min.

Augusto Monterroso decía que el humor era una máscara, la timidez era otra y aconsejaba: “No dejes que te quiten las dos al mismo tiempo”. Era así con Eugenio, el humorista a contracorriente que sedujo en bares, teatros y en la televisión a base de un estilo único de lanzar chistes con un tempo imperturbable mientras fumaba un cigarro tras otro.

David Trueba pensaba que había un solo actor para encarnarle para su biopic: David Verdaguer. Le contrató sin hacerle pruebas y le concedió libertad absoluta. Una apuesta triunfadora como la de Carolina Yuste dando vida a Conchita, la cantante que cambió la vida del humorista. Saben aquell es esencialmente una historia de amor que Trueba define como una película “vitalista” de gente imperfecta.

PREGUNTA: En realidad, siempre has sido crítico con los biopics porque crees que son esencialmente falsos.

RESPUESTA: Sí. Cuando me lo ofrecieron dije que no, porque no me gusta en general el biopics. Me parece que a las personas reales no las puedes reducir a un personaje de ficción. Pero luego, cuando me dejaron llevar la película hacia mi territorio, es decir, hacer solo un fragmento de su vida, incluir a Conchita como personaje importante y hablar de la vida cotidiana, me pareció que se podía acercar a una película de ficción. Pienso que todos los biopics son ficción, claro. Pero en algunos casos, además, mala ficción porque quieren ser como la página oficial de la persona que retrata y la reducen a unas características. Lo que me gusta es la ficción y a los actores les decía que se olvidasen de todo, que no lo interpretasen como alguien real. Hay un personaje ficticio se llama Eugenio y se dedica al humor y un personaje ficticio que se llama Conchita y era cantante. El Eugenio real es imposible. Es como si coges a una mariposa y la clavas en un álbum de fotos de mariposa, pasa a ser el espectro de la mariposa. La ficción es lo único que cuenta la verdad. Para llegar a la verdad tienes que ficcionarla.

P.: ¿Qué te interesaba del arquetipo del payaso triste que representa Eugenio?

R.: Siempre me han gustado mucho los cambios de tono, que a una escena cómica le suceda una escena más dramática, porque me parece que eso es la mejor expresión de la vida real. Estamos constantemente enfrentados al placer y al dolor, al sufrimiento y al disfrute. Y muchas veces no nos sabemos mover en ello. Esta película me ofrecía la oportunidad de hacer un ejercicio de fusión de tonos, de pasar de una secuencia que estás haciendo reír a la gente a una secuencia de la vida cotidiana de Eugenio donde está sufriendo, en un momento más hermético, más triste.

P.: ¿Detrás de la máscara de su personaje había otras máscaras?

R.: Los que inventan un personaje para hacer su carrera colocan en ese personaje algunos elementos de su propia vida, de su propia forma de ser. Cuando rascas detrás de la máscara, que es en lo que consiste hacer una película o libro sobre alguien, vas encontrándote a la persona, que a veces es parecida y en otras hay una separación muy grande. En el caso de Eugenio creo que él mismo se dio cuenta de sus limitaciones escénicas y como persona. Era tímido, tenía una voz muy grave, y no era el modelo de cómico que se llevaba. Inventó ese personaje que era usar atributos de su vida real un poco exagerados. Y ese fue el personaje que le protegió durante su carrera. Pero por detrás era una persona bastante parecida.

P.: La película parte de una época más feliz cuando conoce a Conchita y se va oscureciendo según su fama crece.

R.: Sí, porque le va consumiendo un poco la deriva el destino. Lo dice él en un momento cuando le preguntan por qué se dedica a esto y el responde: es curioso, es el destino. Y es que es así, uno no manda sobre eso. Empieza trabajando en un taller de joyería, tiene una vida más o menos resuelta discretamente, hasta el punto de ir a casarse con una persona convencional. Y de pronto aparece esta chica en su vida y todo se transforma. Decide dedicarse a la música para estar con ella y cuando las cosas no van tan bien como esperaba aparece esa posibilidad del humor casi accidentalmente. Y se encuentra trabajando en algo en lo que nunca ha pensado, para lo que nunca tuvo vocación, y que, sin embargo, acaba por convertirse en lo que le hace rico.

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P.: Por ese poder que tienen los biopics de ‘fijar’ un retrato en el imaginario colectivo, ¿te pesaba cargar en aspectos que puedan interpretarse negativamente?

R.: Me pesaba. Últimamente veo muchas reinterpretaciones de personajes que han tenido una carrera brillante en alguna disciplina donde están juzgados por los hijos, o por un biógrafo, como malos padres, malos maridos o malas esposas. ¿Pero la gente creerá que hay alguien perfecto? Es decir, el mérito que tenemos las personas es que, partiendo de la imperfección, alcanzamos a veces cotas de plenitud o de brillantez. Me gusta dejar eso claro. El personaje de Eugenio se da cuenta de que hace una cosa bien en la vida, que es hacer reír, pero en todas las demás seguramente es mucho más incapaz. En el fondo volvemos a esa dimensión, que ahora se ha hecho tanto con los superhéroes: dotados para una cosa y con pocas destrezas para las demás.

P.: Eugenio se dedica al espectáculo y también su pareja. ¿De algún modo enlazaba su vida con cuestiones personales tuyas?

R.: Sí, conseguí convertir la película en algo muy personal y cercano, algo que es muy similar a lo que yo me dedico, que es hacer películas y libros. Y también para hablar de para qué servimos en un mundo que tiene tantos conflictos. Creo que una persona que lee es una persona que engrandece un poco las dimensiones de su mundo. Una persona que va al cine sale de la estrechez de su peripecia vital para incorporar otros elementos que no ha vivido, pero que vive a través de lo que le están contando las películas. Todas esas cosas que despreciamos son fundamentales en la vida. Yo soy de los que piensas que las cosas, cuanto más inútiles parecen, más útiles resultan.

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P.: En la época de Eugenio la fama televisiva era absoluta, ahora quizá está más atomizada.

R.: Era un momento muy curioso porque una aparición en un programa de televisión de éxito te cambiaba la vida. Y eso ahora es diferente porque hay muchos elementos, pero también sigue pasando que alguien cae en gracia en la sociedad y su vida se transforma. A veces nos quedamos con los cambios de decoración, pero en lo esencial la vida sigue siendo igual.

"La gran diferencia es que antes el mundo del espectáculo causaba unos síndromes solo a las personas que se dedicaban a ello. Ahora el mundo del espectáculo es todo. Todos estamos metidos en el mundo del espectáculo, especialmente los que participan en las redes sociales. ¿Por qué? Porque han hecho de su vida un pequeño espectáculo que se ofrece en un escaparate. Y las historias que tratan de gente del mundo del espectáculo acaban por ser historias muy realistas porque ya no solo pasan a actores, a cantantes, a coristas. Ahora, esa enorme diferencia entre lo que están vendiendo y lo que les está sucediendo en la vida real, le ocurre a personas normales. La gran mentira de exponernos constantemente nos convierte en pequeñas piezas del mundo del espectáculo.

P.: En todo caso, hay algo de lo que tus películas no pueden escapar y que tiene que ser algo completamente tuyo: un fondo de amargura y melancolía.

R.: Siempre observo que en la sociedad hay mucha frustración y mucha tristeza y lo que trato es decir que la vida puede ser plena pese a eso. Tenemos que conseguir que la vida de sea plena, que la gente muera contenta, que muera agradecida haber llevado la vida que quería, querer a la gente que quería querer. Siempre le digo a la gente: vivimos 30 años más que nuestros padres y sin embargo ellos nunca dijeron que no tenían tiempo para nada. Pero nosotros y nuestros hijos lo decimos todo el rato. Hay tiempo para todo. Lo que pasa es que nos os han robado el tiempo, se lo han quedado unas empresas que disfrutan distrayéndonos y nos hacen perder el tiempo. Uno tiene que elegir lo que le gusta disfrutar, el problema es si dejas que otro te vaya a llevando y guiando. Esa es la gran desgracia. Hago películas sobre personas muy imperfectas, que han cometido errores en su vida precisamente para que el que lo esté viendo diga: yo no voy a cometer ese error. Porque la vida merece la pena. Por eso a la gente le produce una gran contradicción las cosas que yo hago: en el fondo son muy vitalistas, pero tienen una enorme melancolía. Entonces, sí, hay algo de mí, tienes razón. El estilo son las limitaciones. Acabas haciendo lo que puedes hacer, lo que está dentro de tus márgenes.

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