Canadá arde de punta a punta. El segundo país más extenso del planeta afronta la peor ola de incendios de la que tiene registros, con una superficie quemada hasta el momento de aproximadamente 9,3 millones de hectáreas, o 93.000 kilómetros cuadrados, más que la comunidad autónoma de Andalucía. Y aún queda todo el verano por delante.
Según los últimos datos ofrecidos por el Centro Interinstitucional Canadiense de Incendios Forestales (CIFFC, por sus siglas en inglés), que monitorea los fuegos prácticamente en tiempo real, actualmente hay 866 incendios activos, de los que 531 se encuentran fuera de control. La peor parte se la lleva la provincia de Quebec, aunque otras como la Columbia Británica, Alberta, Ontario o los Territorios del Noroeste no se quedan muy atrás.
La situación es completamente insólita, hasta el punto de que el Gobierno de este país, uno de los más prósperos del mundo, se ha visto obligado a pedir ayuda internacional. En total, más de 1.500 bomberos de diferentes países, entre los que se encuentra España, han acudido ya para colaborar en las tareas de extinción. La pasada semana regresaba el contingente español, formado por 100 bomberos, que ha estado destinado en el norte de Quebec.
Los bomberos desplazados describen cómo nunca se habían enfrentado antes a incendios forestales de semejante magnitud. "Nos ha sorprendido sobre todo el comportamiento del fuego", expresa a RTVE.es Pepe Almodóvar, coordinador del equipo de Castilla-La Mancha integrado a su vez dentro del español, quien describe cómo "el incendio de subsuelo es muy importante allí, porque hay muchísima materia orgánica, que en forma de rescoldo va quemando por debajo, aunque no lo veas". Estos incendios pueden permanecer meses escondidos bajo la superficie, incluso todo el invierno, reapareciendo cuando regresa el calor y la vegetación pierde humedad.
Para distribuir de manera más eficiente las labores de extinción, el Gobierno canadiense ha diseccionado su territorio en "complejos de incendios". Los bomberos españoles han estado desplegados en el de la localidad de Chibougamau, afectado por dos grandes fuegos. "El incendio que se nos asignó tenía unas 40.000 hectáreas cuando empezamos a trabajar. Y era el pequeño, porque el otro tenía 150.000", estima Almodóvar, para ofrecer una idea de su dimensión.
Destrucción del bosque boreal
El aumento de la capacidad destructiva de los incendios que se producen en el bosque boreal, el anillo verde que rodea al Ártico, es una evidencia cada vez más preocupante. Con independencia de que en estas latitudes del planeta sean habituales las sequías durante los meses de mayo y junio, que es cuando se ha extendido la oleada de fuegos de Canadá, la falta de lluvias de este año ha sido especialmente intensa en Norteamérica. Aún está por determinar si el cambio climático es el principal responsable de esta situación, aunque lo que parece claro es que, cuando menos, está teniendo un impacto significativo.
"El cambio climático tiene que ver sobre todo con la mayor temperatura. Así como en los trópicos prácticamente no se nota, es en latitudes altas donde se está observando mayores gradientes de incremento de temperatura, sobre todo en zonas donde hay mucha continentalidad, con mucha masa de tierra y poca agua", explica a RTVE.es Eduardo Rojas Briales, decano del Colegio de Ingenieros de Montes, quien cree que este tipo de incendios boreales "probablemente" van a ser más habituales, aunque "no es fácil saberlo", porque "hay muchos factores que pueden influir, como el debilitamiento de la corriente del Golfo, El Niño, La Niña…". En todo caso, deja claro que "las anomalías se están haciendo cada vez más habituales, especialmente en latitudes medias y altas".
"Obviamente, el cambio climático tiene que ver, pero no podemos achacar todo al cambio climático. Extremos ha habido siempre. Hay casos que sí que están relacionados claramente con el cambio climático, pero hay otros que aún está por ver si con el paso de los años se convierten o no en una pauta", agrega este experto, que fue subdirector general de FAO y actualmente ejerce como profesor en la Universidad Politécnica de Valencia.
Veranos más largos y cálidos
Los incendios forestales pueden estar motivados por una larga lista de factores, entre los que destacan las altas temperaturas y la falta de humedad en árboles y arbustos. Si, además, los veranos son más largos, cálidos y secos, estos fuegos se hacen cada vez más frecuentes, y su poder de destrucción también es mayor.
Aunque en las últimas dos décadas se han producido menos incendios a escala mundial, en algunas regiones del mundo, como el oeste de Estados Unidos y Siberia, su número ha aumentado, así como también su intensidad. Las predicciones del informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, publicado el año pasado, indican que los incendios extremos podrían incrementarse hasta un 14% para 2030, un 30% en la década de 2050 y un 50% para finales de siglo.
La ONU recuerda que el factor clave en la intensidad de los incendios forestales es la temperatura de la superficie terrestre, que no ha hecho más que crecer en los últimos años. Y apenas hay que remontarse en el tiempo para comprobarlo. El pasado mes de junio fue el más cálido globalmente, con más de 0,5 grados centígrados por encima del promedio de 1991-2020; mientras que los días 3 y 4 de julio fueron consecutivamente los más calurosos a nivel mundial desde que hay registros.
Jorge Mataix-Solera, presidente de la Sociedad Española de Ciencias del Suelo y profesor de la Universidad Miguel Hernández de Elche, mantiene que incendios en zonas boreales "siempre ha habido", aunque "no tan voraces ni tan extensos como ahora". "Todo apunta a que las condiciones del clima están favoreciendo a esta situación", manifiesta a RTVE.es.
Capacidad de regeneración al límite
Los incendios forestales de Canadá no son comparables a los que azotan habitualmente a España. Se trata de un país gigantesco (casi 10 millones de kilómetros cuadrados), con una de las menores densidades de población del planeta: apenas 4 habitantes por kilómetro cuadrado, que además se concentran mayoritariamente en las zonas meridionales del país, las que limitan con Estados Unidos. Esto hace que existan inmensas regiones boscosas, que además son muy remotas y despobladas, lo que dificulta o directamente imposibilita las labores de extinción.
"Los bomberos canadienses trabajan de manera diferente. En lugar de intentar contener todo el perímetro, como hacemos nosotros, buscan objetivos específicos, controlando que el fuego no afecte a infraestructuras, como viviendas, puentes o líneas eléctricas. Allí hay zonas muy extensas donde no vive nadie, y eso les preocupa bastante menos", detalla Pepe Almodóvar, que en España ejerce como director del Centro Operativo de Incendios Forestales de Cuenca.
"Tarde o temprano van a regenerar. De hecho, nos sorprendió mucho comprobar justo antes de irnos que las zonas que habían ardido unos pocos días antes ya estaban empezando a regenerar. Esta capacidad en los bosques boreales es increíble", añade.
La regeneración después de un incendio es común a todos los ecosistemas del planeta, incluidos los españoles (entre los que destacan los de Canarias, cuyo poder de recuperación podría parecer casi milagroso). Sin embargo, el cambio climático está llevando esta capacidad al límite. "Todos los ecosistemas tienen su ecología del fuego, su adaptación a su tipo de incendio, pero las modificaciones de régimen pueden llevar a complicaciones, y la mayor parte del planeta ahora mismo está sufriendo incendios que no son como deberían ser de forma natural", asegura en este sentido Jorge Mataix-Solera.
"El ecosistema mediterráneo también está muy adaptado a esta perturbación. Sus bosques tienen adaptaciones, bien de germinación posterior, bien de especies rebrotadoras, bien de protección contra el calor que irradia el fuego… Hay muchas, pero eso no significa que sean capaces de soportar cualquier frecuencia, cualquier intensidad de fuego", prosigue este experto en suelos forestales, quien recalca que "si la frecuencia o la intensidad es muy alta, el ecosistema no está preparado".
Abandono del medio rural en España
Aunque Mataix-Solera puntualiza que la principal causa de los incendios forestales en España "no es el cambio climático", sino el "abandono del medio rural desde la década de 1960", lo que ha ido creando "un escenario en el que el bosque ha ido recolonizando zonas que tenían otros usos, sobre todo cultivos, sin una gestión forestal adecuada". "Esta situación, combinada con el cambio climático, con estas condiciones de más sequías, más tormentas secas, veranos más largos… Suponen una combinación explosiva", concluye.
En esta misma línea, el decano del Colegio de Ingenieros de Montes, Eduardo Rojas Briales, advierte que "no podemos echarle la culpa solo al cambio climático". "Quien defiende eso, dice que no hagamos nada, solo cambiar el modelo energético. Pero si tenemos demasiada vegetación en los montes, esta puede llegar a niveles que imposibilitan el trabajo de los cuerpos de extinción", continúa, para precisar que "el cambio climático lo que provoca es que se exacerben las cosas que no se han hecho bien".