Las aspiraciones expansivas de las fronteras rusas parecen no tener fin en el organigrama de Vladímir Putin. Desde que se asentara en el poder al ser investido presidente en mayo del año 2000, el mandatario ruso ha establecido un procedimiento marcado para anexionar nuevos territorios a la nación, o como defiende él, "recuperarlos" para la gloria de la caída de Unión Soviética. Los ejemplos más prácticos son los territorios de Chechenia y de Osetia del Sur y Abjasia en Georgia.
Su último gran golpe ha tenido lugar este viernes al firmar la anexión de los territorios ucranianos de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia a Rusia. Un acto en el que ha estado acompañado de los líderes prorrusos de las autoproclamadas repúblicas y al que le ha seguido una gran celebración en la Plaza Roja de Moscú. Todo un desafío dirigido a Occidente que recuerda al marcado en 2014 con la anexión de Crimea.
La adhesión de Crimea en 2014
Su actual "intervención militar" en Ucrania solo es la deriva del proceso iniciado en 2014 con la anexión de Crimea. Ante las ansias europeístas del pueblo ucraniano, que tuvieron su máxima expresión con las protestas de la Plaza del Maidán, Putin decidió contrarrestarlas con un ataque frontal. Solo cuatro días después de que el presidente ucraniano Víktor Yanukóvich, de tendencia cercana al Kremlin, huyera del país, el 26 de febrero Rusia puso en alerta a su ejército en las zonas fronterizas con Ucrania.
Al mismo tiempo, distintos grupos armados prorrusos tomaron las sedes del Gobierno y del Parlamento autónomo de Crimea ante la denuncia ucraniana de invasión. El 1 de marzo las autoridades autónomas de Crimea pidieron ayuda a Rusia para "restablecer la paz y la tranquilidad". Como respuesta, el Senado ruso autorizó a Putin a desplegar tropas si era necesario.
La presencia militar rusa en Crimea aumentó a la vez que se intensificaron las amenazas con sanciones de la Unión Europea y Estados Unidos a Moscú. El 11 de marzo el Parlamento de Crimea adoptó una declaración de independencia y el 16 se llevó a cabo un referéndum de adhesión a Rusia que salió adelante con 96,7% de votos a favor.
Pese al rechazo de la comunidad internacional, el 18 de marzo de 2014 Putin proclamó que "Crimea siempre ha sido parte de Rusia" y firmó el acuerdo de adhesión de la península ucraniana y de la ciudad de Sebastopol. Esta incorporación quedó sellada tras unos trámites legales y parlamentarios tan solo tres días después.
Sublevación en el Donbás
Sin que se cumplieran 30 días de la anexión de Crimea, el Kremlin no se quedó atrás y comenzó a apoyar una sublevación armada en las regiones de Donetsk y Lugansk, territorio conocido como el Donbás, tras el derrocamiento total en el poder de Yanukóvich.
Antes de que se repitieran los hechos vividos en Crimea, el ejército ucraniano decidió actuar y enfrentarse a las milicias prorrusas, reforzadas por voluntarios y armamento ruso, dando inicio a una guerra que ya dura más de ocho años.
El 12 de mayo de ese mismo año, las ya autodenominadas "repúblicas" de Donetsk y Lugansk declararon su independencia de Ucrania y pidieron su anexión a la Federación Rusa. Sin embargo, en esta ocasión Putin decidió no precipitarse, ante la fuerte presión internacional, y decidió respetar los resultados electorales en Ucrania.
La intensificación del conflicto
Después de ocho años de conflicto bélico, con varios altos el fuego de por medio y tras costarle la vida a 15.000 personas, en febrero de 2022 las fuerzas armadas ucranianas y las milicias separatistas volvieron a acusarse mutuamente de violar el alto el fuego mediante ataques con armamento pesado a ambos lados de la línea de separación del Donbás.
Los líderes prorrusos volvieron a pedir entonces a Putin que apoyara su independencia y, tras una reunión televisada con su Consejo de Seguridad y un discurso de más de dos horas, el presidente ruso las reconoció como repúblicas independientes el 21 de febrero.
De nuevo, el Kremlin inició entonces una "operación militar especial" relámpago para, según afirmaron, defender la independencia del Donbás. La madrugada del 24 de febrero, Rusia comenzó su ataque por tierra, mar y aire a Ucrania, que no solo se produjo en Donetsk y Lugansk, sino que se extendió por varios frentes: Járkov, Sumy, Zaporiyia, Jersón, Odesa y hasta Kiev.
Putin lanza la invasión de Ucrania
Los territorios prorrusos, ya con el apoyo total del ejército del Kremlin, consiguieron afianzar sus posiciones e incluso poner en peligro la seguridad de la capital ucraniana durante el primer mes del reiniciado conflicto bélico.
Sin embargo, las fuerzas de la Defensa local, junto con la implementación de la ley marcial en todo el país, permitieron paralizar el avance ruso y establecer varios frentes diferenciados.
Ante la imposibilidad de avanzar y con el miedo de convertir la operación militar en una guerra de guerrillas, el Kremlin decidió realizar una retirada de sus tropas en los alrededores de Kiev para dotar de más unidades de combate al frente del Donbás.
Rusia decide centrarse en el Donbás
Mientras el Gobierno y el pueblo ucraniano se recuperaba del horror que encontró en las localidades de Bucha o Borodyanka una vez que las tropas rusas las abandonaron, los separatistas consiguieron finalizar el asedio de la ciudad portuaria de Mariúpol, un punto estratégico del sur de Donetsk, a mediados del mes de mayo.
Dos meses después, las fuerzas de Moscú completaron la conquista total de Lugansk, al derrocar las ciudades más importantes del frente: Severodonetsk y Lisichansk.
Kiev toma impulso con la contraofensiva
Desde mediados del mes de agosto, la contraofensiva ucraniana ha conseguido mermar las pretensiones rusas, obligando a retroceder a las fuerzas separatistas por completo en Odesa y casi en su totalidad en Járkov, así como en algunos puntos del norte de las regiones de Jersón y Donetsk.
No obstante, Moscú ha optado por fortalecer su dominio en las regiones que ya controla. A día de hoy, el Ejército ruso y sus aliados prorrusos mandan prácticamente en la totalidad de Lugansk y Jersón, dos tercios de Zaporiyia y poco más de la mitad de Donetsk.
De esta forma, mantiene abierto un corredor terrestre entre el Donbás y la anexionada península de Crimea, que necesita para su supervivencia los recursos hidrológicos, energéticos y agrícolas del sur de Ucrania. Con la anexión de esos territorios, Rusia convierte el Azov en un mar interior, lo que garantiza la seguridad de Crimea.
Las últimas anexiones
La amenaza de la contraofensiva ucraniana precipitó la organización de una serie de referéndums de adhesión a Rusia que han tenido lugar entre el 23 y el 27 de septiembre en Lugansk, Donetsk, Jersón y Zaporiyia. Con un 97% de apoyo popular, según los resultados contabilizados por las autoridades prorrusas, Vladímir Putin ha decidido firmar este viernes 30 de septiembre la anexión de los cuatro territorios.
En total, los cuatro territorios anexionados tienen una superficie de unos 100.000 kilómetros cuadrados (más que Portugal o Hungría), en torno al 15 y el 20% del territorio de Ucrania, con más de nueve millones de habitantes.
Ahora queda por ver si la comunidad internacional decide responder con más fuerza con respecto a cuando se produjo la anexión de Crimea, y si Ucrania consigue recuperar su territorio con o sin el apoyo militar del resto de naciones.