Hay cosas que no se olvidan en la vida. Acontecimientos que dejan una huella imborrable en el corazón, que nos congelan en un momento y un lugar que podemos revivir de forma nítida y que, al recordarlos, nos erizan de nuevo la piel o nos sorprenden con una lágrima de tristeza. Los más jóvenes no lo recordarán, pero el el asesinato por parte de la banda terrorista ETA del concejal ‘popular’ de Ermua (Vizcaya) Miguel Ángel Blanco en julio de 1997, hace 25 años, es uno de esos momentos grabados a fuego en la memoria en el que cada uno de los españoles que había seguido con angustia las noticias durante los dos días previos de su secuestro recuerda dónde estaba y qué hacía.
ETA había matado ya a 777 personas antes que a él, pero hubo algo especialmente cruel y despiadado en la forma en la que un joven vasco de 29 años, apenas sin responsabilidad política, que tocaba la batería y tenía planeado casarse dos meses más tarde con su novia de hacía nueve años, fue secuestrado el 10 de julio y ejecutado vilmente dos días después ante el espanto de toda la sociedad vasca y española, incluso internacional, que no perdió hasta el último minuto la esperanza de que el joven regresara sano y salvo a casa.
Aquella esperanza y la posterior rabia cuando Blanco fue encontrado en un descampado con dos tiros en la nuca, aún con un hilo de vida que se apagaría horas más tarde en el hospital, dio lugar a un sentimiento unánime de valentía, de condena y repulsa contra el terrorismo más fuerte que nunca en la sociedad, especialmente la vasca, que abrió los ojos, perdió el miedo y se rebeló contra el terror. Millones de personas salieron a las calles con las manos en alto durante días y gritaron “¡Basta ya!”. “¡ETA, dispara, aquí está mi nuca!”, corearon. Y aquel clamor fue conocido como el espíritu de Ermua, un antes y un después en la sociedad que algunos ven como “el principio del fin” de ETA o, cuanto menos, como un “factor determinante”.
Punto de inflexión en el "distanciamiento" y repulsa a ETA
"Es un punto de inflexión porque, a nivel social, se produce por primera vez en el País Vasco y Navarra un distanciamiento y una crítica contra los métodos de ETA”, expone Gutmaro Gómez, profesor del Departamento de Historia Contemporánea especializado en violencia y violencia política. “Esto es clave”, prosigue, porque “la sociedad vasca había estado en parte callada, en una menor parte ha colaborado y quienes han sufrido la violencia o la extorsión no ha desafiado a ETA en público, no se ha quejado o no ha denunciado”.
Pero hay que poner las cosas sobre contexto, especialmente para las generaciones que no vivieron o no recuerdan lo que entonces aconteció. Y es que, desgraciadamente, un 60% de jóvenes no sabe quién fue Miguel Ángel Blanco, según un estudio de GAD3 de 2020.
ETA buscaba un chantaje al gobierno de José María Aznar para acercar a los más de 600 presos de la banda terrorista a las prisiones vascas. La tarde del 10 de julio, secuestra al concejal en la estación de tren de Ermua y dos horas más tarde llama a la emisora Rgin Irratia dando 48 horas de plazo al gobierno para acercar a los presos o asesinaría a Blanco. El gobierno no cedió y la banda terrorista cumplió su amenaza: pegó dos tiros en la nuca a Miguel Ángel Blanco el 12 de julio pasadas las 16.00 horas de la tarde. Fue encontrado poco después con un hilo de vida que se apagó definitivamente en la madrugada del domingo 13 de julio en el hospital.
Antonio Rivera, catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad del País Vasco y exconsejero del gobierno vasco, destaca por su parte que el crimen contra Miguel Ángel Blanco "viene muy determinado por la reacción a la liberación" por parte de la Guardia Civil del funcionario de prisiones José Ortega Lara, que sufrió el secuestro más largo de la banda terrorista ETA (532 días): “ETA siempre ha tenido mucho cuidado de tratar de infundir ánimo a los suyos y demostrarles que seguía presente y con capacidad de juego, y de ahí la inmediatez” de este secuestro.
El secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, expone Raúl López Romo, doctor en Historia Contemporánea por la Universidad del País Vasco y especializado en el análisis de la acción colectiva, obedecía a "una nueva estrategia" ante la debilidad de ETA tras la caída de su cúpula en 1992 en Bidart (Francia) y que comenzó en 1995 con el asesinato del edil del PP Gregorio Ordóñez. Se trataba, expone, de la “socialización del sufrimiento” hacia personas comunes y corrientes, algo que influyó definitivamente en la respuesta que dio la sociedad.
“20 años antes ETA tenía la capacidad de llegar a los altos mandos de Defensa, de la Policía o del Ejército”, destaca Gómez, pero a finales de los años 90, “no tiene ya operatividad en las grandes ciudades, tienen mucha dificultad para mantener comandos fuera del País Vasco” y atacaban ya “a colectivos débiles y fáciles” para ellos como podía ser Blanco, un concejal sin protección ni relevancia, en base a información que podía proporcionar un concejal de Herri Batasuna (el brazo político de ETA) en el Ayuntamiento de Ermua.
"Todos los ingredientes" para que la gente saliera en masa a la calle
En julio de 1997, "ya había un caldo de cultivo de contestación al terrorismo" en los últimos años desde el asesinato de Ordóñez o del catedrático Francisco Tomás y Valiente (1996), prosigue López. Pero fueron "todas las características del secuestro, la cuenta atrás y el posterior asesinato" los "ingredientes" clave para que millones de personas salieran a la calle en España y en Euskadi "y establecieran una suerte de rubicón, un basta ya y un hasta aquí hemos llegado" que quedó simbolizado para siempre con la imagen de las manos blancas en el aire, señala Rivera.
Miguel Ángel Blanco era igual de inocente que el resto de víctimas de ETA, pero ante su secuestro y su sentencia de muerte con cuenta atrás incluida, toda la sociedad se identificó con él y con su familia como nunca antes había ocurrido. Ese joven podría ser mi hijo, mi hermano, mi novio o yo mismo, pensaron los vascos y españoles. Todos empatizaron también con una familia visiblemente destrozada que clamaba piedad y que no perdía la esperanza con un "Miguel, te esperamos".
"Le cogieron porque era una víctima fácil, y podría haber sido cualquier otra persona", subraya López. Eso lo tenía muy presente la sociedad, que estuvo pegada al televisor y a la radio durante esos angustiosos días, con la mirada fija en la fecha y en la hora señaladas. En todo el mundo, 25 millones de personas siguieron por televisión durante esos días la evolución de este acto terrorista, según la Fundación Miguel Ángel Blanco.
En los días que duró el secuestro y tras la muerte del joven, unos seis millones de personas en total salieron a las calles de toda España y participaron del alrededor de 1.500 manifestaciones que se convocaron. Muchos de ellos no habían ido a una manifestación en su vida, e incluso algunos no lo habían hecho hasta entonces simplemente por miedo, pero se dice que la unión hace la fuerza, y en aquel momento todo el país tenía su corazón puesto en una persona y en una familia.
Fue particularmente importante la movilización en Euskadi, empezando por Ermua, con concentraciones en todos los municipios de la región que se prolongaron con vigilias y una gran manifestación en Bilbao poco antes de que concluyera el plazo fijado por ETA. Fue la más numerosa en Euskadi contra el terrorismo y estuvo representada por todos los partidos, salvo HB.
España entera pierde el miedo y se rebela
El asesinato de Miguel Ángel Blanco dejó atrás la esperanza que se vivía en las manifestaciones y desató una ola de rabia e indignación por todo el país. En el País Vasco, se sucedieron numerosas concentraciones frente a las sedes de HB y las ‘herriko tabernas', locales frecuentados por los simpatizantes de ETA y de la izquierda abertzale que sirvieron para financiar y apoyar a los terroristas.
“¡Asesinos, asesinos!”, “¡Basta ya!”, “¡No son vascos, son asesinos!”, “¡ETA, dispara, aquí tienes mi nuca!”, “¡Queremos ver el miedo en sus caras!” o “¡Lo tiene que pagar HB!” fueron gritos que se escucharon en las calles vascas. Algunos miembros de Herri Batasuna y simpatizantes de ETA tuvieron que ser protegidos por una marea de manifestantes que les increpaban e, incluso, el alcalde de Ermua tuvo que impedir que se prendiera fuego a la sede de HB en el municipio.
Los expertos coinciden en que uno de los hitos más importantes es que la sociedad, particularmente la vasca, perdió el miedo. Aquellos días, la imagen de los ertzainas (uno de los focos principales del terrorismo) retirándose los pasamontañas que protegían su identidad y poniéndose del lado de sus vecinos en las protestas fue muy representativa de que los vascos ya no estaban dispuestos a aguantar más.
“El terrorismo se alimenta del miedo a sus oponentes y de la admiración de sus afines, es un factor determinante. Es asesinar a uno para aterrorizar a su alrededor, pero en este caso lograron el efecto opuesto”, destaca López.
ETA pierde parte del apoyo social que tenía en el País Vasco
Otro de los factores clave del asesinato de Miguel Ángel Blanco como punto de inflexión es que abrió los ojos a muchos simpatizantes de ETA y "una brecha en el mundo de la izquierda abertzale", destaca por su parte Gómez. Con ello, la banda terrorista perdió parte del apoyo social que, aunque minoritario en el País Vasco, era contundente.
“"Creía que les entendía, pero ahora no entiendo nada y pido perdón a la familia por lo que les han hecho"“
“Creía que les entendía, pero ahora mismo no entiendo nada, ahora mismo solo pido perdón a la familia por lo que les han hecho. Lo siento, de verdad”. Estas palabras las pronunció entre sollozos Teresa Múgica, hermana de un militante de ETA, que recoge el Informe Semanal ‘Un grito por la paz’.
“Por ti, Miguel Ángel Blanco, por el derecho a la vida, por el respeto a los derechos humanos, por el derecho a las libertades individuales y colectivas y por el derecho a la paz”, fueron las palabras que también promulgó el preso de ETA José Antonio Carrasco. Incluso algunos dirigentes de HB, a título personal, hicieron declaraciones distanciándose con esa estrategia de ETA. Una estrategia que había comenzado en 1995 con el asesinato del edil del PP Gregorio Ordóñez y que se basaba en la “socialización del sufrimiento” hacia personas comunes y corrientes, destaca López Romo.
“El discurso de ETA queda desarticulado“
“El discurso de ETA de la ocupación española, la presión a la que les sometía el Ejército o la Policía queda desarticulado” con el asesinato de Miguel Ángel Blanco y “no puede venderlo ni a sus propias bases”, señala Gómez, quien destaca que “se abre una brecha en el mundo de la izquierda abertzale”. Destaca además que dentro de la propia ETA surgió una brecha generacional, puesto que los más mayores, que habían tenido peso en la banda anteriormente, “desacreditaron o desautorizaron” esa estrategia de socialización del sufrimiento, lo que también significó “el comienzo del fin” de la banda terrorista.
El espíritu de Ermua sigue vivo pero ha habido altibajos
Aquel espíritu de Ermua se tradujo en 1997 en varias iniciativas. Así, nacieron nuevas organizaciones como Basta Ya o el Foro de Ermua, impulsado por profesores universitarios junto con políticos, escritores o periodistas y otros profesionales a favor de la unidad antiterrorista de los grandes partidos y de la disolución de ETA. En diciembre de ese año, se creó también la Fundación Miguel Ángel Blanco, en cuyo impulso participó RTVE. La hermana de Miguel Ángel, Mari Mar Blanco, fue presidenta muchos años de la Fundación Víctimas del Terrorismo, que nació en 2001, fruto del Pacto Antiterrorista entre el el PP y el PSOE. Y hace poco más de un año nació el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo.
Sin embargo, la unidad del espíritu de Ermua se vio alterada en menos de un año del asesinato de Miguel Ángel Blanco a raíz del pacto de Estella, suscrito el 12 de septiembre de 1998 en Lizarra, entre los partidos y sindicatos nacionalistas y Herri Batasuna en la que se proponía una negociación sin condiciones ni límites para poner fin a la violencia. De forma paralela, estas formaciones adquirieron un compromiso con ETA para un alto el fuego y así tener el camino despejado para avanzar hacia la construcción nacional. La tregua de ETA duró poco más de un año, tras el cual la banda volvió a matar, y aquel pacto dejó una profunda herida entre nacionalistas y constitucionalistas que tardó años en sanar.
ETA siguió matando a principios de los años 2000 de forma atroz antes de entrar en un declive sin retorno que le llevó a abandonar las armas definitivamente en 2011. El espíritu de Ermua no desapareció, como tampoco el recuerdo de Miguel Ángel Blanco ni el dolor de tantas víctimas, y sigue siendo necesario a día de hoy ante la división que sigue existiendo y que se refleja en actos como el homenaje al concejal asesinado con motivo del aniversario de su muerte este domingo, que se ha visto alterado por el pacto del Gobierno con EH-Bildu para sacar adelante la Ley de Memoria Democrática. En él, participarán el lehendakari, Íligo Urkullu, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, el rey Felipe VI, el acalde de Ermua, Juan Carlos Abascal, y Mari Mar Blanco, así como otros representantes políticos. No asistirán, sin embargo, Vox, Sortu ni la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT).