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"En mi casa de Todoque estaba toda mi vida, no podía salvar una parte pequeña y dejar el resto"

SAMUEL A. PILAR
5 min.

¿Qué te llevarías de tu casa si tuvieses que salir a toda prisa y apenas tuvieses tiempo para elegir? ¿Qué salvarías y qué dejarías atrás? Muchos vecinos de La Palma tuvieron que enfrentarse a este desgarrador dilema después de contemplar con ojos incrédulos cómo el volcán explotaba frente a ellos el pasado domingo 19 de septiembre. Algunos ni siquiera pudieron escoger, porque sus hogares se encontraban demasiado cerca de la erupción. Pero otros dispusieron de una última oportunidad para regresar y salvar lo indispensable antes de que llegase el río de fuego, que se deslizaba ladera abajo con la lentitud implacable de una apisonadora. Canu fue una de estas personas, aunque decidió no llevarse nada. "Allí dentro estaba toda mi vida y no podía elegir, así que lo dejé tal y como estaba", cuenta.

Canu, en el jardín de su casa, con la montaña de Todoque al fondo. RTVE.es

Ella aterrizó hace doce años en la isla procedente de la Península y se instaló en las inmediaciones de Todoque. Allí, como asegura, había encontrado "su lugar en el mundo". "Era inmensamente feliz en La Palma, me parecía que estaba en el paraíso, que era mi sitio ideal para disfrutar de la vida y de mi jubilación. He vivido en muchas ciudades de España, pero nunca había estado tan a gusto. Me encontraba tan bien, que tenía muy claro que me quedaría para siempre y moriría allí", manifiesta.

Canu habla desde el domicilio de una de sus hijas y sus cuatro nietos, en el noroeste de la Comunidad de Madrid, donde se refugió hace una semana, lejos de la situación provocada por el volcán. "Según pasaron los días, cuando empecé a ver que esto iba para largo, me dije que qué hacía yo en La Palma si no podía estar en mi casa", recuerda, y confiesa que "el agobio y la incertidumbre" se hicieron tan intensos, que llegó un momento en el que resultaron insoportables.

Tampoco ayudaron las imágenes que le llegaban desde la televisión en forma de bombardeo constante. "Yo soy creyente, e iba a la iglesia de Todoque, la misma que se ha llevado por delante la lava. Todas las personas que iban a esa iglesia viven en la zona, y muchas han perdido la casa que construyeron sus padres. He llorado mucho durante estos días, pero no por mí o porque mi hogar esté en peligro, sino por mis vecinos", declara.

Una caja con "los papeles más importantes"

Lo que ocurrió aquel domingo 19 de septiembre a las 15:12 horas ya no lo olvidará nunca. "Yo estaba en la cocina, y escuché un estruendo. Al principio pensé que era un avión que había pasado muy cerca, pero abrí la persiana y vi cómo había explotado el volcán. Lo tenía enfrente, justo encima de mi casa", revive con voz entrecortada. "Estaba con mi hermana y dos amigas, y una de ellas tiene un apartamento en Tazacorte, así que nos fuimos todas allí", continúa relatando.

Siguiendo las indicaciones de las autoridades, aquella misma mañana había preparado una caja con "los papeles más importantes", y eso fue lo único que se llevó consigo, junto con un cepillo de dientes y "cuatro cosas en una bolsa".

Canu no ha regresado desde que salió apresuradamente de allí, aunque tuvo la oportunidad de hacerlo. "Yo podría haber ido a mi casa a recuperar cosas, pero no quise, porque si se la lleva el volcán, que se la lleve con todo. ¿Qué coges, cómo eliges? Cuando me fui a vivir a La Palma, me llevé todo lo que tenía. Todo. Y no podía salvar una parte pequeña de mi vida y dejar el resto", afirma sin poder contener las lágrimas. "Para mí era más el sufrimiento de entrar en mi casa y pensar que a lo mejor nunca volvería más. Entonces decidí no ir, en contra de la opinión de mis familiares y amigos, que al principio no me comprendían", añade.

Las palabras de Canu destilan amargura, pero también una coherencia apabullante. Según cuenta, en enero murió su pareja, a quien conoció en La Palma y con el que había pasado los últimos años. Ella decidió que la urna con sus cenizas también permaneciese dentro de la casa.

La casa sigue en pie

Casi dos semanas después de la erupción, el hogar de Canu se mantiene en pie. Asegura que intenta no estar muy pendiente, porque le resulta "duro"; pero que se lo cuentan sus hijas, a partir de las imágenes del Valle de Aridane que envía el satélite Copernicus, que permiten comprobar a diario el rastro de destrucción que el río de lava está dejando a su paso.

Sin embargo, es consciente de que la distancia no es lo suficientemente segura y, en cualquier momento, la situación puede cambiar. "Si yo tengo que dejar mi casa porque la lava se la lleva, pensaré siempre que han sido doce años maravillosos, muy felices, y empezaré otra vez desde cero donde sea, no sé si en la isla o en otro sitio", asegura, y agrega sin dudarlo que, aunque eso ocurra, le habrían "compensado muchísimo los años que ha vivido allí".

"Mis hijas están más preocupadas que yo por lo que le pueda pasar a la casa, y realmente a mí no me importa. Mi preocupación es que ya nada va a ser como era. Que eso que yo había encontrado allí, esa felicidad, no sé si estará cuando todo pase", dice. "Aunque pueda volver a mi hogar, yo voy a mirar a mi derecha, y antes veía la Caldera de Taburiente, y ahora lo único que voy a ver es esa mancha oscura de lava que ha provocado que tanta gente lo haya perdido todo", expresa mientras rompe a llorar de nuevo.

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