Los últimos soldados estadounidenses han salido del Afganistán y la misión internacional para evacuar a miles de civiles ha terminado, pero todavía muchas personas que huyen de los talibanes siguen al otro lado de las fronteras afganas sin saber qué pasará con ellos. El regreso al poder del régimen talibán, 20 años después, pone fin a una era y aboca a millones de personas a una grave crisis, sin ayuda exterior, en medio de una sequía, un desplazamiento masivo de refugiados y la pandemia de COVID-19.
Los talibanes, militantes islamistas que cuando estuvieron en el poder llevaron a cabo ejecuciones públicas y prohibieron a las niñas y las mujeres ir a la escuela o al trabajo, han asegurado que salvaguardarán los derechos, que no buscarán venganza y que con la marcha de los estadounidenses el país estará en paz por primera vez en más de 40 años.
Sin embargo, innumerables afganos, sobre todo en las ciudades, temen por su futuro y las ONG dicen que con el fin de la misión internacional será prácticamente imposible llevar ayuda humanitaria a Afganistán porque no tiene instituciones.
La ONU ha afirmado que cuando terminen las evacuaciones aéreas empezará la verdadera crisis para los 39 millones de habitantes que permanecerán dentro del país y que necesitarán ayuda de la comunidad internacional.
"La tragedia no será visible, pero seguirá siendo la realidad"
"Los puentes aéreos para salir de Kabul terminarán en cuestión de días, el frenesí mediático se calmará y la tragedia ya no será visible, pero seguirá siendo la realidad para millones de afganos", ha advertido el alto comisionado de la ONU para los refugiados, Filippo Grandi, según recoge Efe.
De momento, la Unión Europea (UE) ha asegurado que seguirá proporcionando ayuda humanitaria a los afganos a través de las ONG que operan sobre el terreno mientras las condiciones lo permitan. "Nadie nos dice que haya una especie de pasillo humanitario organizado, predefinido y con éxito garantizado", ha dicho el portavoz jefe de la Comisión Europea, Eric Mamer.
En Afganistán, 3,5 millones de personas viven como desplazados internos a causa de la violencia y de ellos medio millón han sido obligados a abandonar sus hogares en los últimos ocho meses."No debemos darles la espalda porque una crisis humanitaria mucho mayor solo está empezando", ha pedido el mayor responsable de Naciones Unidas para los refugiados.
Además, 2,3 millones de refugiados afganos viven en Pakistán e Irán, los dos países vecinos que han abierto las puertas a esta población durante los 40 años que sufren el conflicto, y la ONU ha advertido que la presión puede aumentar para ellos. La situación actual dificulta cualquier perspectiva de retorno de los afganos que llevan años viviendo en ambos países, lo que requerirá que otros países "asuman también su responsabilidad humanitaria" frente a Afganistán.
Economía paralizada, grave sequía, desplazamientos y COVID-19
Los organismos internacionales congelaron casi de inmediato sus fondos de financiación al caer Afganistán en manos de los talibanes, para impedir el acceso de los fundamentalistas a los fondos, lo que ha dejado al sistema de salud público al borde del colapso, según alertaba el ministro de Salud afgano, Wahid Majrooh, que estima en una entrevista recogida por Efe, que el sistema podrá permanecer activo un mes más.
La economía está paralizada, los bancos siguen cerrados y la mayoría de la población está confundida. Devastado por décadas de conflicto, Afganistán es uno de los países que más depende de la ayuda internacional, sin embargo los fondos de los donantes comenzaron a detenerse inmediatamente después de la victoria talibán el pasado 15 de agosto con la toma de Kabul.
A la falta de financiación se suman una grave sequía, las repercusiones económicas relacionadas con la COVID-19 y los desplazamientos generalizados ha azotado a las comunidades rurales del Afganistán, en particular a los agricultores y pastores, que constituyen el eje central de la economía del país, alerta la FAO.
Los siete millones de agricultores se encuentran entre los 14 millones de afganos que padecen inseguridad alimentaria grave y necesitan asistencia humanitaria urgente. Una sequía "cada vez más grave" amenaza sus medios de vida, y de acuerdo con las previsiones de la FAO, la cosecha de este año será un 20 % inferior a la de 2020 y un 15 % más baja que la media debido a la sequía, mientras que la necesidad de cereales será un 28 % superior a la del año pasado.
"Si los agricultores no pueden conseguir las semillas que necesitan con urgencia a finales de septiembre o principios de octubre, no habrá campaña del trigo de invierno. Esto será un desastre para millones de afganos, tanto si son agricultores como si son consumidores", señalaba el representante de la FAO en Afganistán, Richard Trenchard, en declaraciones recogidas por Efe.
La mayor evacuación aérea deja paso a la inestabilidad política
Las últimas tropas estadounidenses han abandonado Kabul un día antes de lo previsto, después de la mayor evacuación aérea de la historia. Estados Unidos y los aliados han sacado a 122.000 personas del país, incluidos sus propios ciudadanos y los colaboradores afganos que les ayudaron durante más de 20 años de guerra.
La operación ha logrado sacar a ciudadanos de los propios países occidentales y personas en riesgo, como traductores, personal local de la embajada, activistas de derechos civiles, periodistas y otros afganos vulnerables a represalias, como activistas proderechos humanos, pero todavía miles de ellos siguen atrapados en el país.
El secretario de Estado de EE.UU., Antony Blinken, ha dicho al anunciar el final de una guerra de dos décadas en el país centroasiático que "un nuevo episodio de la relación con Afganistán ha comenzado. La misión militar ha acabado. Una nueva misión diplomática ha empezado". En esta nueva era de la política exterior estadounidense hacia el país centroasiático, Washington se centrará primero en continuar con sus "esfuerzos incansables" para ayudar a los estadounidenses, nacionales extranjeros y afganos, que quieran irse de Afganistán.
Se espera que en los próximos días los talibanes anuncien un gobierno que los expertos en la región dudan de que pueda poner fin a la vorágine de violencia e inestabilidad política en que permanece inmerso desde hace medio siglo Afganistán. Golpes de Estado, guerras civiles e invasiones extranjeras se han sucedido de forma ininterrumpida en el país desde el derrocamiento en 1973 del último rey afgano Zahir Shah hasta la recuperación este mes del poder por los islamistas tras dos décadas de paréntesis.
A los precedentes históricos se suman indicios de nuevas insurrecciones; por parte de una incipiente resistencia civil, y por parte del brazo local del yihadista Estado Islámico (EI), cuyo atentado en el aeropuerto de Kabul fue un desafío directo al recien estrenado poder talibán.
Los talibanes figuraron entre los primeros en condenar el ataque del jueves, que causó más de 170 víctimas mortales, entre ellas 13 soldados norteamericanos, y precisaron que se había registrado en la zona "bajo la autoridad" de las fuerzas estadounidenses, para eximirse de toda responsabilidad.