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Oscar 2021

'Una joven prometedora', la aniquilación de la masculinidad tóxica

ESTEBAN RAMÓN
3 min.

Planos cortos de caderas masculinas se contonean en una discoteca en el prólogo de Una joven prometedora anticipando bien la causa de todo lo que sucede después: un retrato de todas las aristas de la misoginia. La mezcla de cine de venganza y comedia negra escrita y dirigida por Emerald Fennell es una de las revelaciones de los Oscar con cinco nominaciones: mejor película, mejor dirección, mejor guion original, mejor actriz y mejor edición.

Es obvio que Una mujer prometedora encaja con el espíritu de su tiempo y el peso que el #metoo tiene en Hollywood y en la industria cinematográfica, pero sería un prejuicio erróneo –muy ilustrativo además del problema que refleja- cualquier tentación de calificarla de cuota: es una de las películas más originales de todas las nominadas.

Su protagonista, Cassie (Carey Mulligan), es una mujer alrededor de la treintena que abandonó sus estudios de medicina y trabaja sin ninguna ambición en una cafetería. Pero por la noche tiene una misión: acude a pubs y discotecas en las que se hace pasar por una mujer borracha al borde de la inconsciencia. Siempre aparece un chico amable para ayudarla, que se ofrece a sacarla de ahí, que la lleva a su apartamento y que intenta abusar de ella. En ese momento, termina de fingir para que el agresor descubra su identidad de depredador sexual.

Cassie es una vengadora de su mejor amiga en la facultad, pasado que se va revelando en sucesivas capas. Prácticamente es una superheroína por la inteligencia con la que ejecuta cada uno de sus planes, pero, pese a la película tiene toques de comedia, no deja un momento de comodidad para un espectador que, evidentemente, está condicionado por sutiles u obvias formas de patriarcado que haya podido sufrir, infligir o ser beneficiario inconsciente.

Desde un incómodo piropo callejero hasta la violencia más explícita, la película repasa cada una de las formas del machismo que impregna la sociedad: la culpabilización de las víctimas, el menosprecio de las denuncias, la inoperancia judicial. Y, sobre todo ellos, el hilo de la mujer como objeto sexual ambientado además en un entorno de cierto elitismo: una demolición total de la masculinidad tóxica.

Pero la verdadera originalidad es que todo está engarzado en una fábula que funciona narrativamente: desde la estética colorida, que mezcla años 70 y 80; la definición de los personajes, y una última media hora final con giros sorprendentes y crudos que elevan la reflexión tras el visionado.

Carey Mulligan vuelve a estar nominada al Oscar doce años después de Una educación. El acierto de casting es total: la carrera de la actriz británica está marcada por personajes heridos (Shame, Drive, El gran Gatsby) a los que presta su mirada triste y llena de inteligencia.

Para Emerald Fennell (conocida por su interpretación de Camilla Parker-Bowles en The Crown)) queda la poética nominación a la mejor dirección, hito que hasta este año solo habían logrado cinco mujeres y que esta edición, por primera vez, tiene dos: Fennell y la gran favorita, Chloé Zhao por Nomadland. Dado que la película es también un bonito canto a la sororidad, la previsible victoria de Zhao será también la de Fennell y una pequeña señal de que, poco a poco, los tiempos están cambiando.

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