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Volver a clase en plena pandemia: ¿Cómo llegan los niños al cole y a qué se enfrentan?

JESSICA MARTÍN
7 min.

Una pandemia los ha separado de sus amigos durante meses, pero los ha unido como nunca a sus padres; les robó las aulas, pero les regaló enseñanzas más valiosas que las que podrían haber aprendido desde un pupitre. Son las dos caras de una misma realidad que sigue alterando sus vidas y que conviene analizar, desde un punto de vista constructivo, para poder ofrecerles una nueva normalidad escolar que les permita seguir siendo lo que son: niños.

El objetivo ahora, según varios expertos en educación consultados por RTVE.es, debe ser alcanzar un equilibrio entre la protección de la salud y el respeto a sus necesidades y, en este sentido, resulta imprescindible examinar cómo llegan a la vuelta al cole y a qué pueden enfrentarse, sabiendo que referirse a la población infantil de manera genérica y sin tener en cuenta las circunstancias familiares nunca es del todo preciso.

Los aprendizajes ganados

El maestro y pedagogo italiano Francesco Tonucci, conocido internacionalmente por su proyecto pedagógico 'La ciudad de los niños', apunta que lo primero que hay que hacer, antes de retomar las clases, es cambiar el enfoque.

“Preguntarse lo que han perdido los niños me parece una forma ridícula. Lo que me gustaría es que se dedicara un tiempo antes de empezar el nuevo año escolar a analizar con los alumnos lo que han ganado”, señala a RTVE.es el italiano.

Él destaca como aprendizajes "ganados" el de “reaccionar frente a un bombardeo de noticias horrorosas” cada día y el de “convivir con el luto o la enfermedad” porque, dice, son enseñanzas "valiosas" que nunca hubieran adquirido en el colegio y que les permitirán comprender mejor el mundo que les rodea.

“No estamos negando que no exista un problema serio, pero a veces se nos presentan solo problemas específicos, y yo he visto a muchos niños felices que han entendido todo esto y a los que les ha servido para adoptar una responsabilidad social que les va a ayudar en el futuro”, subraya el también docente e investigador José Antonio Fernández Bravo, experto en enseñanza creativa, autor de más de un centenar de libros sobre educación y colaborador del departamento de Primera Infancia y Educación Inclusiva de la UNESCO.

La pandemia ha tenido un efecto colateral muy bueno, el de curar carencias afectivas que había en los hogares

También lo ve así la investigadora canadiense Catherine L’Ecuyer, autora del exitoso libro Educar en el asombro, quien apunta que durante el periodo de confinamiento hay familias que han podido evolucionar.

“La pandemia ha causado muchos estragos, pero ha tenido un efecto colateral muy bueno, el de curar carencias afectivas que había en los hogares, acercando a los miembros de una misma familia. Algunos de esos niños, incluso, pueden estar más felices ahora que nunca”, sostiene.

¿Hay carencias?

Esto no es incompatible con el hecho de que el cierre de los colegios haya tenido consecuencias negativas, aunque, según los expertos, solo son significativas, desde el punto de vista del aprendizaje, en el caso de los mayores de seis años.

A nivel de educación infantil, a los niños no les va a perjudicar para nada. Les va a haber perjudicado más haber estado delante de una pantalla, porque llevar a un niño de 0 a 6 años al colegio es antinatural. Los niños a esa edad no van al colegio porque lo necesiten, van al colegio porque trabajamos (…) En cursos superiores es distinto”, señala L’Ecuyer, que alude a una advertencia que hizo la ONU hace un mes.

El secretario general de la Organización, António Guterres, alertó de que los cierres prolongados plantean el riesgo de que suframos una “catástrofe generacional”.

Evitar esto, según L’Ecuyer, Tonucci y Fernández Bravo, depende fundamentalmente de que los adultos estén dispuestos a pensar más en las necesidades de los niños que en las propias.

Se les tiene que escuchar. Esa palabra es fundamental

“Lo que necesita un niño, lo necesita con COVID o sin COVID: jugar, expresarse, que le escuchen, sentirse querido… todas esas dimensiones de cuidado físico, de cuidado social y ético las necesita. Muchas veces disfrazamos los deseos de los adultos con las necesidades de los niños y lo cierto es que no se les tiene en cuenta”, recalca Fernández Bravo, que considera que la creatividad infantil puede ser un interesante motor de ideas e incide en que "hay que escuchar" lo que ellos tienen que decir.

“Tendríamos que hacerles partícipes de la búsqueda de soluciones para frenar el virus. Por ejemplo, que un profe no le dé directamente la solución y le diga ‘siéntate aquí”, sino que le pregunte: ¿cómo podríamos sentarnos para guardar la distancia de seguridad?”, añade el maestro.

Esto mismo es lo que siempre ha defendido Tonucci, convencido de que la pandemia ofrece a la sociedad una buena oportunidad para “reformular” la escuela.

“Es evidente que lo que la escuela enseñó en este tiempo es muy frágil, fue un aprendizaje muy débil, pero el tema es que no era mucho más fuerte antes (…) Si la escuela tiene el valor de entender lo que ha pasado, lo que está pasando, tiene que estar dispuesta a un cambio radical que hoy en día es necesario”, afirma el italiano.

Creen que "digitalizar" la enseñanza sería un error

Pero ese cambio que tantos docentes y pedagogos desean no tiene que ver con la "digitalización" de la enseñanza, puntualizan.

“Si algo ha quedado claro durante esa pandemia, es que las relaciones interpersonales son clave para el aprendizaje. El aprendizaje no es una cuestión tecnológica, sino humana. Las tecnologías aplicadas a la educación no pueden convertirse en el eje del sistema educativo”, defiende L’Ecuyer, que cree que hay que insistir en la necesidad de una vuelta física al colegio” y huir de un sistema educativo que priorice las pantallas.

Las tecnologías aplicadas a la educación no pueden convertirse en el eje del sistema educativo

En esto está de acuerdo Tonucci, aunque él apunta que la presencialidad “no basta”. Hay que promover, “ahora más que nunca”, una escuela didáctica que “renuncie” más a las aulas y se abra a otros espacios de los centros educativos: los que ya existen --pasillos, patios o jardines— y los que habrían de crearse –laboratorios, huertos o cocinas--.

Se trata de dar un giro en positivo al concepto de protección de la salud para convertir lo que sobre el papel nos conduce a un entorno restrictivo (distancias de separación, ratios, mascarillas) en un modelo de escuela en la que los niños puedan sentirse más libres.

Evitar la histeria y buscar propuestas creativas

Mientras esto no suceda, lo que los niños se encontrarán cuando regresen a las aulas será una serie de normas y medidas que deberán interiorizar de la forma más natural posible.

Una educación con mascarilla no es para nada lo ideal porque se educa a través del rostro y porque los niños necesitan ver la cara del maestro, pero tenemos que encontrar un equilibrio y me parece bien que se tomen todas las medidas necesarias. Lo que hay que hacer es explicárselas con serenidad”, dice L’Ecuyer, que, en este sentido, pide a los padres no transmitir a los niños la preocupación por cómo se desarrolle el inicio del curso.

“Lo que no veo bien es esa especie de histeria que en algunos casos le estamos transmitiendo a los niños porque eso sí me parece peor para ellos que lo que han vivido durante el confinamiento”, agrega la canadiense.

Lejos de trasladar ese "miedo excesivo" a los pequeños, lo que Fernández Bravo propone a las familias y a la comunidad docente, de cara al reto que supone la vuelta al colegio, es buscar ideas creativas que sirvan para minimizar los riesgos de contagio sin que limiten “el desarrollo integral de la persona”. “No impongamos un procedimiento, impongamos la finalidad: que los niños estén bien”, pide el maestro.

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