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¿Por qué España es el líder europeo de contagios a pesar de todas las medidas adoptadas?

SAMUEL A. PILAR
7 min.

El arranque de la nueva normalidad apenas ha supuesto un respiro en la carrera de fondo que es la pandemia de coronavirus. El verano, una época en la que en teoría se dan las condiciones más favorables para controlar los contagios, no ha impedido que el número de brotes haya crecido de manera muy peligrosa, hasta el punto de que España se haya convertido en el país europeo con más casos de COVID-19 por población en los últimos 14 días: 132 por cada 100.000 habitantes.

A pesar de que las cifras no invitan al optimismo, las autoridades sanitarias insisten en que la situación actual no es comparable a la que se vivió durante el pico de la epidemia. Las pruebas PCR que se realizan a diario se han multiplicado, y la media de edad de los infectados ha descendido radicalmente desde entonces -ahora ronda los 38 años, de los que aproximadamente un 60% son asintomáticos-, lo que se traduce en una menor presión asistencial. El sistema sanitario se mantiene lejos del temido colapso, al menos de momento.

Pero eso no impide que muchos ciudadanos se vean asaltados por la sensación de encontrarse de nuevo en la casilla de salida, y se pregunten por qué los contagios han crecido tan rápidamente a pesar del esfuerzo invertido, situando de nuevo a España a la cabeza de los datos negativos a nivel europeo.

Muchas preguntas y pocas respuestas

Sin embargo, cualquier análisis se complica en este gigantesco tablero de juego en el que intervienen múltiples factores. Los epidemiólogos coinciden en que aún es demasiado pronto para comprender por qué los contagios han repuntado con tanta fuerza en España. ¿Problemas de gestión? ¿Una explicación sociológica? Como en todas las realidades complejas, seguramente haya un poco de todo.

"A los epidemiólogos nos gustaría dar respuestas concretas, y no las tenemos porque los datos se van analizando sobre la marcha y sobre todo porque hay una cuestión de multicausalidad en lo que está pasando", expresa a RTVE.es José Miguel Carrasco, vocal de la Sociedad Española de Epidemiología (SEE).

Preguntado por si la desescalada se realizó de manera precipitada con la intención de salvar al país del naufragio turístico, y si este hecho ha podido influir en la situación actual, Carrasco opina que el proceso "no fue especialmente rápido", aunque matiza que "fue desigual entre las comunidades autónomas", ya que "hubo algunas que estaban en una fase más avanzada que otras, o que accedieron a la nueva normalidad sin haber alcanzado la fase final de la desescalada". En todo caso, destaca que "en aquel momento las incidencias eran bajas en prácticamente todas las comunidades autónomas".

Ildefonso Hernández, catedrático de Salud Pública de la Universidad Miguel Hernández de Alicante, también se muestra muy cauto a la hora de analizar las posibles causas que han podido llevar a España a la situación epidemiológica actual. "Habría que valorar muchas variables, como por ejemplo la movilidad interna, ¿cuánta gente joven se ha desplazado en España desde las áreas metropolitanas hacia la costa u otros lugares?", se pregunta, y prosigue: "También habría que ver cómo ha sido el cumplimiento de las medidas preventivas, qué importancia han tenido los temporeros en el final de primavera y principio de verano…".

¿Por qué España lidera la tasa de contagios en Europa?

Lo que apenas genera dudas es que en España el grado de interacción social es alto, y eso representa un factor importante cuando hablamos de una enfermedad infectocontagiosa como la COVID-19, en la que tienen tanto peso las pautas de conducta, los hábitos sociales o la manera de relacionarse. Sin embargo, otros países comparten esta característica, como es el caso de Italia, y allí actualmente no están teniendo tantos problemas para controlar los rebrotes.

El ocio nocturno es otro de los factores que han podido marcar la diferencia. A diferencia de focos surgidos en otros ámbitos, como el laboral o el familiar, los que están asociados a bares y discotecas presentan un grave problema: la difícil trazabilidad de los casos. El rastreo de contactos se complica mucho, lo que tiene un importante efecto en el incremento de contagios. En este sentido, las autoridades sanitarias confían en que en apenas unos días comiencen a dar sus frutos las medidas consensuadas el pasado viernes por el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas.

Falta de rastreadores

La capacidad insuficiente de rastreo es otra de las variables que mayor peso ha podido tener en el progresivo deterioro de la situación epidemiológica en España. El refuerzo de la atención primaria y de los servicios de salud pública fue uno de los principales requisitos para evitar una segunda ola epidémica, puesto que permitiría afrontar con mayores garantías los inevitables rebrotes. Desde el inicio de la pandemia, ya se sabía que los rastreadores estaban llamados a convertirse en una de las piezas clave, aunque este blindaje se ha llevado a cabo de manera muy desigual.

"Hubo algunas comunidades autónomas que no tomaron las decisiones en tiempo y forma en cuanto al sistema de rastreadores, y eso también ha podido influir", opina Ildefonso Hernández, quien explica que "no quedaba más remedio que reforzar la salud pública en regiones donde la primera ola nos enseñó que la contención no era posible, porque había pocos epidemiólogos y personas dedicadas al seguimiento de contactos", algo que, a su juicio, "en algunos sitios se ha hecho, pero en otros no". "Una medida así tiene que tomarse por igual en todo el país, porque unas regiones influyen en las otras", aclara.

La gran prueba de fuego de septiembre

El incremento desbocado de contagios ha hecho que salten todas las alarmas, especialmente ante la cercanía de septiembre, mes en el que está previsto que se retome la actividad laboral y educativa. A pesar de los datos, cada día más preocupantes, el objetivo sigue siendo llegar con el menor número de contagios posible. Los expertos confían en que aún hay margen.

"¿Cómo podemos reducir el riesgo? Extremando las precauciones en las pocas semanas que nos quedan por delante", sostiene José Miguel Carrasco, quien cree que "aunque podamos llegar tarde, siempre estamos a tiempo de extremar las precauciones, de poner en marcha medidas preventivas".

"El escenario de contagio durante el verano es diferente al de los brotes que puedan aparecer en septiembre. Ahora hemos tenido un repunte de casos que en su mayor parte se han debido a encuentros sociales y familiares que no son tan frecuentes en otoño o invierno. Y además los relacionados con el ocio, especialmente en jóvenes", prosigue, y apunta a una "cierta relajación" en los ciudadanos: "Llevamos meses de pandemia, meses conviviendo con el COVID, y eso puede haber provocado una cierta relajación social en el seguimiento de las medidas".

Carrasco cree que, "aunque la situación no va a ser como la de marzo, abril y mayo", hay que continuar por la senda iniciada, e insiste en la necesidad de fortalecer los sistemas sanitarios de cara a lo que pueda pasar en septiembre. "Hay que seguir reforzando la atención primaria, la atención especializada y los sistemas de salud pública y vigilancia epidemiológica", manifiesta, poniendo de relieve el problema añadido de que "los profesionales sanitarios vienen de una situación de agotamiento después de la situación vivida hasta mayo".

Por su parte, Ildefonso Hernández cree que aún queda una bala en el cargador que puede resultar decisiva: las medidas adoptadas por el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas, especialmente las relacionadas con el ocio nocturno. "Los resultados los vamos a ver más o menos en diez días, y pueden ser muy importantes para prever lo que suceda en septiembre. No nos queda mucho tiempo, por lo que sería bueno que estas medidas tuviesen efecto", recalca.

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