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Los niños reconquistan las calles que habían perdido en este siglo

  • La desescalada ha recuperado las escenas de niños jugando masivamente en las calles

  • Los expertos cuentan los beneficios y piden que la inercia se mantenga después del verano

ESTEBAN RAMÓN
7 min.

Parques abarrotados de niños en bicicleta, con la pelota, revolcándose en el césped, jugando al escondite o huyendo de la mirada de sus padres. El desconfinamiento ha recuperado escenas urbanas que no son previas a la pandemia: son anteriores al siglo XXI. Las calles de las ciudades de España hacía tiempo que no estaban tan masificadas de menores. Tras el cerrojazo, el florecimiento, aunque los niños estén acompañados de sus padres y con medidas de protección contra la pandemia.

¿Por qué los niños menores de 12 años habían abandonado progresivamente el juego autónomo en las calles de las grandes ciudades? Las respuestas compiten entre sí: una conciliación imposible que termina en múltiples actividades extraescolares, entretenimiento tecnológico, padres más protectores o urbanismo entregado al tráfico.

"Ahora tenemos una vida normal, lo que no es normal es lo que hemos vivido hasta ahora", resume la investigadora y divulgadora Catherine L'Ecuyer sobre esta primavera de niños y padres. Otros expertos van más allá y reclaman un regreso a las infancias del siglo XX, donde los niños de 8 o 9 años por ejemplo, jugaban con autonomía, lejos de la presencia parental.

Remo H. Largo, pediatra suizo autor de Individualidad humana, recuerda que durante los últimos doscientos mil años nuestros antepasados no han habitado en espacios asépticos, sino en el campo abierto. “Estamos hechos para la vida en el exterior”, afirma en una entrevista con RTVE.es. “Nada favorece más el desarrollo del niño que el juego en la naturaleza”.

El (a veces) conciliador teletrabajo, la ausencia de colegios y clases extraescolares o la necesidad acumulada de vida exterior tras el encierro han favorecido estas salidas durante la desescalada. ¿Podremos mantener esa inercia tras las vacaciones? Algunos expertos piden que así sea y señalan tanto los problemas estructurales como los específicos de la pandemia que lo dificultan.

Pensar las ciudades para los derechos de los niños

El psicopedagogo italiano Francesco Tonucci (Fano, 1950), autor de La ciudad de los niños, lleva años denunciando la carencia de niños en espacios públicos y alertando de sus consecuencias para el desarrollo de los menores. Y propone invertir la jerarquía en la ciudad: primero peatones, luego bicicletas, después transporte público y por último coches.

Estamos hechos para la vida en el exterior: nada favorece más el desarrollo del niño que el juego en la naturaleza

“Hemos tenido un cambio profundo en las últimas decenas de años, perdiendo el espacio público. En las primeras salidas tras el desconfinamiento las ciudades se liberaron del tráfico y el espacio público ha vuelto a ser de uso cotidiano”, celebra en parte Tonucci, que repite una y otra vez que los niños son ciudadanos de pleno derecho.

El artículo 31 de la Convención de los Derechos del Niño reconoce “el derecho del niño al esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad”. No es un brindis al sol de la ONU: es un tratado internacional en el que los estados adheridos se comprometen a adecuar su marco normativo a los principios de la Convención.

“Los niños molestan, sí, pero molestar es un elemento fundamental del desarrollo” dice Tonucci y aclara que la propia Convención expone que, en caso de que el derecho del niño entre en conflicto con otro derecho, prevalece el del niño.

La obsesión por la inseguridad en la época más segura

Paradójicamente, los padres perciben inseguridad justamente en la época en la que la calle es más segura, según cualquier indicador de accidentes de tráfico o crímenes. La relación entre peligro real y miedo se ha quebrado, sostiene Tonucci, cuya tesis es que percibimos que las ciudades no son seguras para los niños precisamente porque los niños han desaparecido de las ciudades: su presencia genera un círculo virtuoso en el que todos los ciudadanos se convierten de algún modo en responsables de ellos.

Dos niños pasean en bicicleta por la Plaza de Cataluña (Barcelona) 28/04/2020. EFE/Enric Fontcuberta

“Por un lado es culpa de los medios e internet: el miedo se mueve en el plano emocional, no racional. Y los medios aprovechan mucho de lo peor que ocurre porque esto, lamentablemente, atrae al público y eso significa publicidad y dinero. Y, por otro, la política se sirve del miedo para las promesas: tú me votas y yo lo resuelvo”, expone Tonucci. “Y el peligro existe, pero no en la calle. Los lugares más peligrosos para un niño son la casa y el coche”.

Los lugares más peligrosos para un niño son la casa y el coche

El miedo a la inseguridad entronca con otra característica urbana de nuestro tiempo: las urbanizaciones cuyo limitado espacio privado se convierte en una frontera para los menores, que casi siempre están cerca de sus padres. “Es algo que no existía en mi infancia: los niños van de la mano de sus padres. Y de la mano no se juega, no se explora, no se encuentran riesgos, ni se viven aventuras”, dice Tonucci.

¿Y si recuperamos la autonomía?

Incluso para los padres que se lancen a permitir el juego autónomo de los niños, las precauciones que impone la pandemia convierten la situación en diabólica. “Cuando era pequeño, éramos cuatro hermanos menores de 10 años y nos permitían estar despiertos a la hora de la siesta, pero en silencio. ¿Cómo lo hicimos? Inventando juegos silenciosos”.

Niñas jugando en Granada. EFE

Tonucci usa el ejemplo como guía para tiempos de Covid. “Los niños usarán mascarillas y limitarán contacto por un tiempo. Es suficiente que pongamos esa norma para que inventen sus juegos y lo harán, pero con una condición: que no estén con nosotros. Las normas tienen sentido si hay autonomía; si estás de la mano no necesitas reglas, solo te queda evadirlas y eso sí es peligroso. ¿Por qué los accidentes suceden cuando están acompañados? Porque si no tienen la responsabilidad, solo te queda la transgresión. Si están solos, no tienen nada que transgredir”.

La saturación tecnológica

A las pantallas y videojuegos, otra de las causas de la reclusión de las nuevas generaciones, se le ha sumado la educación telemática. “Los niños no aprenden a través de las pantallas, aprenden a través de las experiencias sensoriales. Por desgracia, muchos colegios han bombardeado a los niños con vídeos de Youtube durante el confinamiento”, explica la canadiense Catherine L'Ecuyer, investigadora y divulgadora de temas educativos y autora de Educar en el asombro.

Los niños no aprenden a través de las pantallas, aprenden a través de las experiencias sensoriales

Los niños están saturados por el sobreconsumo de tecnología estos días: necesitan estar fuera y jugar”, opina. “Hay una cierta insistencia en decir que los niños han salido traumatizados del confinamiento. Eso puede haber ocurrido en casos excepcionales, cuando los adultos que estaban con ellos eran violentos, o les descuidaban. Pero hemos de tener en cuenta que los niños son extremadamente resilientes, tienen recursos que no tenemos los adultos. Para algunos niños, incluso, pasar tres meses con sus padres ha sido un sueño, del que se van a acordar toda la vida”.

Tonucci coincide: “Mucha gente se plantea cuánto han perdido los niños y no cuánto han ganado. Jugaron, cocinaron y gozaron de la presencia de sus padres como nunca, especialmente de los padres varones, que todavía están más ausentes”.

Conciliación: el gran desafío de la sociedad de la productividad

L'Ecuyer vaticina que la primavera de los niños terminará el 1 de septiembre –si la pandemia no rebrota- con un previsible regreso de la antigua normalidad: jornadas de trabajo alargadas y niños en comedores, inglés, música o cualquier otra actividad prácticamente hasta las siete de la tarde.

“Lo que tenemos que buscar es una forma de conciliar el ritmo de la economía con las necesidades de la vida familiar, no es algo antagónico”, dice L'Ecuyer. “Las empresas tienen que crear riqueza y bienestar, pero de forma sostenible y no a cualquier precio. Es una asignatura pendiente de España y si no lo hacemos aprovechando la pandemia, no lo vamos a hacer nunca”.

Tonucci imagina una vuelta al cole en la que se aproveche algo de ese regreso a la autonomía que reclama. “Me gustaría que los niños puedan conquistar algo nuevo para cerrar la experiencia. Y que los padres les digan: ha terminado la cárcel, se han abierto las puertas y has ganado la libertad, pero la verdadera. Ve a jugar fuera y si necesitas algo, me llamas de un grito. Cosas así es lo mejor que podemos hacer por nuestros hijos”.

Niña en el Parque Tierno Galván de Madrid. RTVE

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