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Menores de 35 y sacudidos por dos crisis económicas: "Somos la generación a la que se le van aplazando los planes"

JESSICA MARTÍN
8 min.

Hay varias sensaciones que están muy extendidas entre quienes tienen menos de 35 años y pertenecen a una generación que ha sido vapuleada por dos crisis económicas en poco más de una década: frustración, impotencia, rabia, miedo e incertidumbre. Desconfían cuando hay una racha de ‘buena suerte’ laboral porque tienen muy interiorizado que volver a caer en el desempleo o en la precarización es tremendamente fácil, y así lo han vuelto a constatar en estos dos últimos meses.

Más allá de la experiencia lo evidencian los datos: el 50% de la destrucción de empleo derivada de la irrupción de la pandemia afecta a menores de 35 años. Así lo comunicó este martes el ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, que comparó la crisis del coronavirus con la de 2008 y apuntó algunas similitudes.

El Gobierno señala que "el 50 % de la destrucción del trabajo ha sido en personas menores de 35 años"

Se trata de un problema estructural al que se enfrenta España y que vuelve a dejar damnificada a la juventud trabajadora, que siente cómo su mentalidad y sus proyectos vitales han tenido que adaptarse forzosamente a la situación económica.

En muchos casos, la vida que llevan los 'millennials' no se corresponde con los ideales que están en su cabeza, sino con las posibilidades que están a su alcance.

Proyectos laborales e ingresos que han quedado en el aire

“Mi madre a mi edad ya tenía una casa en propiedad, tenía un buen salario, y pudo tener tres hijos siendo madre soltera. Yo en este momento solo puedo mantener a mis cactus”, bromea Cristina, una joven de 31 años, en una conversación con RTVE.es.

Ella es autónoma y se dedica a la producción audiovisual y a la fotografía. Con sus más y sus menos, antes de que la palabra coronavirus lo invadiera todo, ella podía mantener “un flujo de trabajo constante". De hecho, justo unos días antes de que se declarara el estado de alarma la habían llamado para trabajar en varias producciones que le iban a permitir mantenerse durante, al menos, los próximos tres meses.

“El problema es que, aunque termine el estado de alarma, ni siquiera mis clientes más grandes me van a llamar porque también están afectados. Y además se han cancelado todos los eventos de verano que yo iba a cubrir”, explica Cristina.

El sistema no me deja ahorrar. Voy mes a mes

Por suerte, su casera se ha solidarizado con ella y le ha perdonado la cuota del alquiler, pero de no ser por ese gesto ahora estaría haciendo malabares con sus escasos ingresos para hacer frente a todos los gastos. Solo cuenta con la ayuda para autónomos, que, creía, iba a ser de 661 euros y que finalmente está por debajo de los 400.

“Es muy frustrante. Yo soy una persona sumamente ahorrativa y muy responsable, pero aun así no tengo ahorros. El sistema no me deja ahorrar. Voy mes a mes”, lamenta la fotógrafa, que no consigue salir del bache, a pesar de contar con más de 10 años de experiencia en el sector y haber trabajado sin descanso para pagarse un máster.

Una generación muy formada pero sin oportunidades

Ese es, precisamente, otro de los males que padecen los jóvenes de su generación. Han crecido con el convencimiento de que la formación les llevaría a una buena situación económica y en algunos casos han hecho grandes sacrificios para poder hacer una o varias carreras y complementarlo de múltiples formas.

A golpe de realidad asumen que ni el currículum ni la experiencia son cruciales cuando la precarización ya está instaurada en los cimientos del sistema laboral, y mucho menos cuando una crisis económica acaba de llamar a la puerta.

Cristian tiene 29 años y lleva buena parte de su juventud firmando contratos de obra y servicio para poder pagarse los estudios. Tiene un grado medio de técnico deportivo y el título de vigilante de seguridad, a lo que se suma ahora un curso de auxiliar de enfermería que justo está terminando.

Al mismo tiempo y hasta el inicio del estado de alarma, trabajaba como vigilante de seguridad en un estadio de fútbol, así que a él esta nueva crisis le ha afectado por partida doble: no sabe si podrá hacer las prácticas formativas y se ha quedado sin empleo.

Siente que su búsqueda de un trabajo estable se eterniza: "Siempre estás buscando y no hay nada, pero cuando te llaman a veces te piden mucha experiencia, ¿y cómo vas a tener más experiencia si donde aprendes es en el puesto trabajo?", se pregunta.

Ahora está en el paro y a la espera del finiquito. "Me han puesto como excusa que ahora mismo no pueden salir para hacer los trámites”, cuenta el joven, que también tenía previsto trabajar como vigilante en varios festivales de música pero, al igual que ha ocurrido con los partidos de fútbol, han sido cancelados hasta nuevo aviso.

"Sientes frustración, impotencia y rabia"

De manera aún más directa ha afectado la suspensión de los espectáculos con público a Miguel Ángel, un cantante de orquesta de 31 años, casado y con un hijo de cuatro años. Por las características de su trabajo, él suele trabajar de manera intensa durante los meses de abril a octubre y ahorra parte del dinero ganado para poder vivir el resto del año.

“Esta situación nos ha pillado sin dar de alta, sin poder percibir ningún tipo de ayuda ni podernos acoger a un ERTE. Nos vemos desamparados y sin poder ver la luz porque no sabemos si vamos a poder trabajar este verano”, lamenta Miguel Ángel, que señala que todos los contratos que su orquesta tenía firmados para actuar en fiestas populares han sido cancelados.

Nos vemos desamparados y sin poder ver la luz porque no sabemos si vamos a poder trabajar este verano

Ni siquiera tiene claro que pueda beneficiarse de las ayudas anunciadas por el Ministerio de Cultura y teme verse sin ingresos durante todo un año, a menos que la desescalada haga posible la vuelta de estos espectáculos que tanta vida dan a los pueblos en los meses de verano.

“Sientes frustración, impotencia y rabia cada vez que te pones a pensar en cómo será tu vida en estos meses porque no puedes mirar más allá”, confiesa.

"Somos la generación a la que se le van aplazando los planes"

Casi con las mismas palabras que Miguel Ángel describe Sandra su situación personal, aunque sea diferente en lo laboral porque ella no ha sido despedida, sino que ha podido acogerse a un Expediente de Regulación Temporal de Empleo (ERTE).

“Todavía casi tienes que dar las gracias por estar en esta situación y no en la otra, pero también es duro. Somos la generación a la que se le van aplazando y retrasando los planes porque no podemos avanzar de esta manera”, recalca esta otra joven de 30 años que ha visto cumplidos muchos de los fatídicos estereotipos que están ligados a su generación.

Es licenciada en Economía y comenzó la carrera justo en 2008, el año en el que se inició la anterior crisis. Como consecuencia, al acabar la licenciatura no pudo dedicarse a ‘lo suyo’ y en la última década ha trabajado como cajera, teleoperadora, comercial, dependienta de tienda y agente en una inmobiliaria.

Por aquella crisis me encontré con que no podía trabajar de lo que quería

“Por aquella crisis me encontré con que no podía trabajar de lo que quería y tenía que desempeñar, dando gracias, otro tipo de trabajos que eran precarios y donde lo máximo que ganaba eran 500 o 600 euros. No es que se me caigan los anillos, son trabajos muy dignos, pero era imposible que así pudieras hacer un plan de vida, independizarte o simplemente viajar”, explica Sandra, que ahora está casada y tiene una hija de tres años.

En ERTE, pero sin ingresos durante dos meses

Desde hacía un tiempo, al fin tenía --dice-- una vida “más o menos asentada” y trabajaba como auxiliar administrativa, pero tanto ella como su marido están ahora en ERTE, lo que ha provocado que sus cimientos vuelvan a tambalearse.

Cuando parece que levantas la cabeza te vuelves a caer. Los jóvenes no estamos pudiendo hacer muchas cosas que en otras épocas a lo mejor sí podrías haber hecho. Nosotros reservamos un piso en febrero pero ahora la gestión de la hipoteca está parada y la verdad es que no sé si quiero que salga adelante. Miedo me da porque a lo mejor nos metemos en una hipoteca y no podemos pagarla”, cuenta la joven.

Cuando parece que levantas la cabeza te vuelves a caer

Por si fuera poco, lleva dos meses sin ingresos porque el dinero correspondiente a su ERTE aún no le ha llegado y desde el Servicio Público de Empleo (SEPE) no le ofrecen ninguna explicación, asegura.

“Te encuentras totalmente desprotegida por todos lados”, confiesa la joven, que ha creado una plataforma para que quienes se encuentran en esa misma situación a raíz del ERTE puedan estar en contacto y aunar fuerzas para exigir los pagos.

Sandra espera con ansia poder remontar pronto, pero tras dos crisis económicas dice haberse acostumbrado a vivir con un “miedo constante” que difícilmente le permitirá hacer planes de futuro a corto plazo: “otra vez no tenemos un horizonte al que mirar”.

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