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Muere Purita Campos, la dibujante de la legendaria 'Esther y su mundo'

  • Esther triunfó en toda Europa y marcó a varias generaciones de niñas

  • La autora consiguió la Medalla de Oro al Trabajo y el Gran Premio del Salón del Cómic de Barcelona

RTVE.es/EFE
4 min.

La dibujante barcelonesa Purita Campos, autora de la exitosa serie Esther y su mundo, creada a principios de los años setenta en torno a una adolescente "un poco alocada", como se decía entonces, ha fallecido a los 82 años.

La veterana ilustradora, Medalla de Oro al Trabajo en 2009 y Gran Premio del Salón del Cómic de Barcelona 2013, era sin duda una de los referentes de las viñetas en España.

Ella fue durante décadas uno de los pocos nombres femeninos de un sector copado por los hombres gracias a un personaje creado en 1971 de la mano del guionista Phillip Douglas, que Campos siguió dibujando -fruto del tirón de la nostalgia de sus antiguas lectoras- convirtiendo a Esther Lucas, ya en su segunda época, en una mujer madura, con sus propios problemas domésticos.

La conocimos en los 70: una adolescente pecosa con problemas sentimentales que durante años hizo las delicias de las adolescentes. De su última aventura se han vendido más de doscientos mil ejemplares.

Vendía más que Mortadelo y Filemón

Esther y su mundo, ese microcosmos formado, entre otros, por su amiga Rita y el indeciso Juanito, consiguió vender millones de ejemplares, tanto en España, como en las versiones que se hicieron del personaje en otros países por toda Europa (Patty's World en la original inglesa).

La revista Lily (de la editorial Bruguera) donde se publicó la historia entre 1974 y 1986, llegó a distribuir cerca de 400.000 ejemplares semanales en el mercado español, recordaba orgullosa la propia dibujante cuando se hablaba de aquel éxito.

"Vendía más que Mortadelo; los de Bruguera se forraron, pero yo nunca cobré los royalties", explicaba en una entrevista, cuando ya de septuagenaria, para su sorpresa, comenzaron a llegarle los reconocimientos.

La joven Purificación Campos (1937), a la que le encantaba la moda, había trabajado de figurinista, tras empaparse de las fotografías del Vogue y el Harper's Bazaar que su madre, modista de profesión, llevaba a casa.

Autorretrato de Pura Campos con 'Esther'

Llegó a Bruguera de la mano de Manuel Vázquez

De la mano de Manuel Vázquez (autor de Anacleto) llegó a la mítica editorial Bruguera, donde su estilo gustó de inmediato al redactor jefe Víctor Mora aunque no se libraba, recordaba la dibujante, de tener que escuchar comentarios del tipo: "¡qué bien lo haces para ser mujer!".

Aprendió a adaptar sus dibujos a lo que demandaban las viñetas y a realizar encargos para revistas con historias románticos, un trabajo repleto de "guiones tontorrones" que no le acababan de llenar y por el que estuvo a punto de abandonar los "tebeos".

Fue entonces, cuando desde el Reino Unido, llegó la propuesta de ilustrar el serial de Esther, la historia de una joven, pero desde un punto de vista diferente al que estaba acostumbrado el mercado.

Minifaldas, problemas de amigas y chicos, fiestas, la difícil relación familiar con su hermana y su madre, una viuda joven. En definitiva, algo más moderno, aunque siempre en un tono dulce y para todos los públicos.

La dibujante supo darle el perfil que exigía el personaje, y cautivó a las lectoras del mercado anglosajón, pero sobre todo a las de una sociedad en blanco y negro como era la España del último franquismo.

Sin embargo, a finales de los años ochenta la serie -en general, los tebeos en los que vendían- decayó, y Campos, que había compatibilizado el cómic con la confección de ropa que vestía la gauche divine barcelonesa, tuvo que montarse una academia de pintura, antes de que el boom del revival le obligara a coger otra vez, ya con el cambio del milenio, los lapices y los rotuladores para la nueva Esther madura, junto al guionista Carlos Portela.

Campos nunca creyó que su vida como dibujante fuera a ser tan longeva, ni que la pecosa Esther fuera a marcar su trayectoria vital como lo hizo. Tampoco le importó nunca que su trabajo se considerara cosas de chicas, porque además hubo muchos lectores "ocultos" que, según le contaban en sus cartas, le reconocían "que les ayudaba a comprender a las chicas".

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