¿Qué cineasta puede combinar ser uno de los mayores estilistas de la historia del cine y uno de los mejores cronistas de la historia oscura de EE.UU.? Solo Martin Scorsese. El cineasta neoyorquino regresa a los cines con su esperada El irlandés, la culminación de su cine de gangsters: su película más política, su narración más sosegada y una mirada desde la vejez al paso del tiempo y al sentido de la vida.
Nacida –como tantas otras- de una propuesta de su amigo Robert De Niro, El irlandés cuenta la vida de Frank Sheeran, un camionero que terminó trabajando, por un lado, como asesino para la mafia de Filadelfia de Russell Bufalino (Joe Pesci) y, por otro, como guardaespaldas y hombre de confianza del líder sindical más poderoso de EE.UU., Jimmy Hoffa (Al Pacino).
El cuerpo de Hoffa desapareció en 1975 y las teorías son infinitas. Scorsese muestra la suya basándose en el libro de Charles Brandt (I Heard you paint houses), que recoge confesiones de Sheeran que están lejos de estar probadas. Pero hablamos de una película de Scorsese, así que es lo de menos (¿o nos importan los errores biográficos que puedan tener El aviador o Toro Salvaje?).
El dinero y sus cadáveres
El guion sirve a Scorsese para varios propósitos. En primer lugar, mostrar la economía canalla de EE.UU., una de sus obsesiones (Casino, Gangs of New York, El lobo de Wall Street). Mafia, sindicatos, políticos: El irlandés sigue las migas de pan sangrientas del dinero. Hoffa manejaba el sindicato de camioneros, el más grande del país y a cuyo inmenso plan de pensiones recurría la mafia para pagar, por ejemplo, los casinos de Las Vegas.
Scorsese no se detiene ahí y, rozando ya el oliverstonismo, toca la relación de los Kennedy con la mafia y cómo financiaron la fallida invasión de la Bahía de Cochinos. La amenaza final de los Buffalino a Hoffa apunta al otro gran enigma americano: “Si han matado a un presidente, pueden matar a un líder sindical”, dicen presumiendo de magnicidio.
El irlandés regresa a una estructura patentada por Scorsese en un Uno de los Nuestros, Casino y El lobo de Wall Street. Un subgénero que puede definirse así: presentación fascinante de un universo singular, desarrollo trepidante en multitud de secuencias y personajes, y una tercera parte que dilata la narración y se recrea en un único acontecimiento clave (en este caso el asesinato de Hoffa). No faltan las marcas de estilo, pero El irlandés es particularmente clásica -cercana incluso a El Padrino en su última hora- dentro de la filmografía de Scorsese.
El irlandés es la gran apuesta de Netflix para cubrirse de imagen y prestigio este año. Paradojas de la vida y de la industria, Scorsese lleva toda la década batallando a favor del cine en salas. Pero ningún estudio se arriesgaba a financiar un proyecto así. Aún más: Netflix prácticamente le ha dado un cheque en blanco y libertad absoluta. En ese sentido, El irlandés parece una película de finales de 70: la era de las superproducciones de autor.
Scorsese y su banda
El irlandés posiblemente compita en los Oscar con Joker y Érase una vez en Hollywood. La primera es explícitamente deudora de Scorsese y, en cuanto a Tarantino, pese a su originalidad y voracidad de referencias, difícilmente existiría tal y como le conocemos sin la influencia del cineasta neoyorquino.
De Niro es el protagonista absoluto de una narración que cubre más de 30 años. Los efectos especiales que rejuvenecen su rostro funcionan, aunque su cuerpo siempre parece el de un hombre de 70 años. Respecto a Sheeran, un soldado fiel, cuesta adivinar el atractivo por el que todos quieren tenerle cerca.
Pacino resuelve el reto de dar vida al carismático Hoffa (ya interpretado por otro histrión como Jack Nicholson en los 90). Pero el shock es un Joe Pesci jugado a la inversa: en lugar de su clásico psicópata es un calmado e inteligente estratega.
El irlandés es el peldaño definitivo de Scorsese como cineasta histórico: desde el siglo XIX (Gangs of New York, La edad de la inocencia) hasta anteayer (El lobo de Wall Street), con querencia siempre a la América violenta. A la mencionada estructura en tres actos, El irlandés añade una coda en la que aparece el Scorsese religioso y trascendente. Una mirada a la vejez y a la muerte que le da un aire testamentario. No haya miedo (Scorsese pretende seguir en la brecha), pero El irlandés sí parece la extremaunción de su cine de gangster. Poco puede quedar ya que decir.