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Premios Princesa de Asturias 2019

Siri Hustvedt dedica su Princesa de las Letras a "las niñas que leen, piensan, imaginan" y "se niegan a estar calladas"

ESTEBAN RAMÓN
3 min.

Siri Hustvedt, Princesa de las Letras 2019, fue una niña que se “maravillaba ante las cosas corrientes” y que aprendió pronto “las reglas de la vida” que, formuladas como una pregunta, suenan así: “¿Por qué los niños podían dar brincos cuando ganaban un concurso de caligrafía y a las niñas no se nos dejaba ni sonreír, y menos aún levantar los brazos en el aire?”.

La escritora, una de las principales ensayistas feministas de la actualidad, ha trazado una defensa de la igualdad y suma de humanidades y ciencias en su discurso en el Teatro Campoamor de Oviedo durante la entrega de los Premios Princesa de Asturias.

Hustvedt ha recordado que de niña “leía sobre reyes, reinas y magia”, pero también de “cautiverio, racismo, miedo a los desconocidos y niñas a las que se les castigaba por no querer ser modosas y estar calladas”

Un recuerdo con el que ha reflexionado sobre la importancia de la cultura. Los libros se encarnan. Las palabras se entretejen con nuestro cerebro y nuestras vísceras, nuestros gestos y nuestros sentimientos. Nos cambian. Los libros y las ideas pueden ser peligrosos, pueden enfermarnos o enloquecernos, y pueden proporcionar formas de salvación, una vía de escape del dolor.

La defensa de las dos culturas

Hustvedt, cercana al psicoanálisis y la neurociencia, ha meditado sobre la eterna muralla que separa humanidades y ciencia, y también sobre la creciente especialización contemporánea.

“Vivimos en un mundo en el que cada vez la gente sabe más sobre menos cosas. El conocimiento especializado ha dado lugar a grandes avances técnicos, medicamentos potentes, teorías complejas sobre el lenguaje y la cultura, y obras de arte impresionantes”, ha dicho. “También ha llevado a callejones sin salida en varias disciplinas y a fantasías de que una idea es novedosa cuando no lo es”.

Tras enumerar que su conocimiento viene de la literatura, filosofía, historia y mucha ciencia (neurología, psiquiatría, neurociencia, genética, embriología), ha identificado los “problemas que suscita un enfoque demasiado restringido”. Algo que, en su opinión, afecta tanto “al estudioso de humanidades que nunca se ha molestado en pensar en músculos, huesos, tejidos y células como para el científico que sólo piensa en neuronas”.

Para finalizar, ha enlazado la niña que fue con las niñas del futuro. “A mi yo adulto no le cuesta imaginar un mundo en el que las ideas circulan libremente entre disciplinas sin una jerarquía discriminatoria, un mundo donde las niñas pueden alardear tanto como los niños y éstos no les tienen miedo, un mundo en el que se han disuelto las viejas fronteras. Este premio llega de la mano de una niña, una princesa. Me gustaría que fuera para todas las niñas que leen muchos libros sobre un sinfín de temas, que piensan, preguntan, dudan, imaginan y se niegan a estar calladas”.

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