Han crecido con la vista puesta en el trabajo y el legado de los grandes maestros de la moda de este país: Balenciaga, Pertegaz, Pedro Rodríguez, Elio Berhanyer... pero ahora es su momento. Nombres como Santos Costura, Cristina Piña, Armiche Rodríguez, Alicia Rueda, Hannibal Laguna, Rafael Urquizar y Matilde Cano son algunos de los mejores representantes de la nueva costura española, que vive un excelente momento, y la pasarela Atelier Couture les brinda la oportunidad de demostrar, y mostrar, su talento.
Alicia Rueda ha cerrado el calendario de la quinta edición de esta pasarela que solo acoge trabajos de costura que se hacen en taller, a medida. Su colección es un atrevido ejercicio de patrones que juegan a combinar, mezclar o contrastar códigos masculinos y femeninos, pero siempre con el sello de la casa, un estilo sofisticado y, a veces, sensual.
Dice Rueda que ahora se ha inspirado en las formas de las lámparas antiguas, en los uniformes de II Guerra Mundial y la estética de los años 40. "Es una colección bastante ecléctica, como todas las mías, y me gusta lo masculino y lo femenino, soy muy dual y no me gustan los extremos, por eso juego con los dos”. Y lo hace logrando un equilibrio estético que trasmite fuerza y delicadeza a la vez. “La moda tiene que trasmitir, y más si hablamos de novias”.
Su aguja inquieta transforma un abrigo en un singular vestido, poniendo la parte trasera por delante y la parte delantera, abotonada, en la espalda, con una cola gigante que se extiende por el suelo. Hay escotes y cortes en las faldas muy osados que contrasta con prendas muy femeninas, con flores y bordados, como las capas-vestido.
“Me gustan los bordados potentes con hilos de colores fuertes, todo a mano, y mezclar sin miedo texturas. ¡Ahí me sale la vena Alicia en el País de las Maravillas!”, dice Rueda. El pantalón, una de sus prendas favoritas, lo hace con el talle muy alto, muy español, y lo mezcla con una blusa en seda natural con un tímido estampado. Otro ejemplo de esa dualidad que marca la propuesta.
Santos Costura se sale. La colección es fabulosa y el desfile ha sido soberbio. Las primeras salidas hacen un guiño a sus inicios, ya que la firma cumple 15 años. Vemos vestido mini, de aire sesetero, que enamoran por su feminidad y elegancia. “Los hice al principio pero ahora los he querido hacer con tejidos mucho mejores”.
La colección es muy afrancesada, con bordados que mezclan motivos geométricos y flores, como los jardines versallescos, e incluso hay un vestido que hace alusión a la Torre Eiffel. No faltan sus flores pequeñas que se bordan una a una sobre vestidos-joya, a veces formando degradados, y destacan los diseños hechos con tejidos que se desarman y se vuelven a armar para conseguir un nuevo tejido que gana en riqueza y profundidad.
Vemos mangas de encaje veladas por mangas abullonadas de tul, y un potente “juego de geometrías de tiras de encaje, morcillitas y entredoses”, todo hecho a mano. El tul es su tejido estrella pero en esta ocasión también usa crêpe de seda y organza. Vemos un mono “gigante” muy atractivo con un falso, pero elegante, escote palabra de honor “para que parezca que cuelga del pecho”.
Nos desarma un abrigo tan liviano que parece volar y que cae sobre un vestido en un fabuloso juego de superposiciones, una pieza que termina en una enorme cola que ha ocupado toda la pasarela. “Mi proveedor de tul está encantado conmigo, porque le encargo mucho, y es que todas estas faldas llevan decenas de metros. ¡Uno de los vestidos lleva 68 metros de tul!”.
El diseñador, haciendo un guiño al chic parisino, ha trabajado los conjuntos de chaqueta y pantalón, “rollo garçon”, dice, que contrastan con vestidos con bellos bordados que parecen de porcelana francesa. Exquisito, sencillamente exquisito.
Cristina Piña es una de las agujas más especiales de la moda española. Una mujer que tiene su propio universo creativo y un talento especial para concentrar toda la belleza de un instante mágico en un vestido. Ahora rinde homenaje a Madrid (mejor dicho, a Madrí) y juega a reinterpretar los trajes de las chulapas y chulapos, llevándose lo castizo a su estilo. El Palacio de Cristal de El Retiro es otra de las referencias y muchas prendas llevan juegos de geometrías hechos a mano.
Las piezas en organza con lúrex recuerdan a la estructura de cristal de este edificio que en su inauguración acogió la Exposición de las Islas Filipinas y tuvi un espacio para las flores de Manila. Por eso vemos mantones, aunque Piña los hace con flecos vintage y aplicaciones que llevan el particular estilo de la diseñadora, mostrándose rejuvenecidos, e incluso, divertidos. Las flores prestan sus formas a puños de abrigos y sus colores a vestidos que se tiñen de suaves rosas, verdes profundos y el violeta del famoso caramelo.
Los estampados, apagados y un tanto vintage, refuerzan una colección en la que destacan los lisos de satén. Los diseños de novia enamoran por la delicadeza de sus detalles, el mimo con el que se mezclan las muselinas, el tul invisible y el georgette. Hay vestidos con los vivos montados a mano que aportan esa sensación de lujo interior, íntimo, y no faltan sus patrones años 30, iconos de la casa, que son pura elegancia y glamur.
Vemos también vestidos de cóctel que se combinan con chalecos de plumas tintadas de cuatro colores formando un seductor degradé “en rosa, nudes y palo”. Hay piezas de un minimalismo asombroso y conjuntos de hasta tres prendas que juegan con las superposiciones y los contrastes de patrón. Un trabajo magnífico bautizado como ‘Ferrum et flora’, un trabajo que mezcla la contundencia del hierro con la delicadeza de las flores, la fuerza del patrón y la costura con la fragilidad del tejido y la belleza de cada bordado o aplicación hechos a mano.
Antes fue el turno de Nihil Obstat, la firma de Armiche Rodríguez que se ha inspirado en divas del dorado Hollywood y ha transformado su pasarela en el paseo de la fama de Los Ángeles. La colección combina la masculinidad elegante de Katherine Hepburn, la dulzura de Olivia de Havilland, la belleza de Gene Tierney y la sensualidad de Rita Hayworth, “mujeres con un carisma y una personalidad únicos, mujeres con carácter que hoy necesitamos, más sonriente, más cómicas, tomándose la vida de otra manera”.
Su propuesta lleva batas, deshabillés, vestidos al bies y “piezas más construidas, con volantes generosos en los costados o en el bajo. Destaca un vestido de volantes que bebe de la elegancia de Balenciaga e incluso hace una versión fabulosa del Baby doll con un cinturón que entra y sale del tejido. Sus referentes están muy presentes, tanto el maestro de Getaria como Christian Dior, homenajeado ahora con un abrigo que recrea el New Look.
Han destacado un atrevido vestido que rinde homenaje a Audrey en My fair lady, un conjunto de cazadora y pantalón con volante asimétrico, una combinación de jersey y falda de volumen, un vestido sencillo, casi minimalista, que está hecho con maestría y un diseño con madroños, un elemento que Rodríguez suele introducir en sus colecciones. El mostaza tinta detalles de la colección que va tintada en blancos, desde del níveo al marfil.
De la Cierva & Nicolás, By Loleiro e Israel Rodríguez, que ha presentado una colección inspirada en Hamlet, han completado la jornada en la que ha destacado Damián Rodríguez. Este joven tinerfeño, finalista del Certamen de Jóvenes Diseñadores Tenerife Moda, desembarca con una colección intimista realizada en tul de seda, tul bordado y gasa, a veces con aplicaciones de canutillos y mostacillas. Una colección inspirada en las Herspérides que juega con las transparencias y el color. Su paleta, contenida, lleva mimosos tonos empolvados, como el perla, vainilla, malva y talco.
Una jornada irregular, aunque la calidad de las colecciones presentadas por la tarde eleva el nivel de esta pasarela en la todavía resuenan los aplausos que se llevaron las colecciones de los andaluces Rafael Urquizar y Matilde Cano y la de Hannibal Laguna que ha debutado en esta pasarela que ya ha cerrado su quinta edición.