“Ella ha definido la estética de nuestro tiempo”, dice Andrew Bolton, el encargado de comisariar la exposición que el Metropolitan de Nueva York dedica a la diseñadora japonesa Rei Kawakubo.
Hablamos de una de las mujeres más influyentes de la historia de la moda, adorada por Karl Lagerfeld, Nicholas Guésquière y Tom Ford y un espejo en el que se miran agujas como Martin Margiela, Hussein Chalayan o Anne Demeuleumeester.
Kawakubo llamó a su firma Comme des Garçons en 1969 aunque no abrió taller hasta 1973. Se había licenciado en Bellas Artes y Literatura en Tokio y sus primeros pasos fueron como estilista.
Comenzó a diseñar porque no encontraba la ropa que necesitaba para sus trabajos y después la vendía para financiar sus proyectos. Abrió su primera tienda en 1975 pero no fue hasta 1981 cuando irrumpió con fuerza en la escena parisina.
Desde entonces ha trabajado para difuminar esa delgada línea que separa el arte de la moda invitando a la reflexión sobre el poder de la ropa. "La moda solo tiene realidad en la estimulación", comentó en una ocasión.
En los 80 creó un nuevo lenguaje junto a sus compatriotas Yohji Yamamoto e Issey Miyake que encajaba poco en el discurso de la moda que se consumía en París, época en la que se aplaudía la sensualidad, la teatralidad y el gusto futurista de Thierry Mugler y Claude Montana.
La japonesa apostó por la moda intelectual y llamó poderosamente la atención con sus prendas ‘rotas’ o ‘rasgadas’ que ponían en valor lo viejo y gastado frente a lo perfecto y hermoso, un nuevo un estilo que la prensa llamó ‘Hirosima chic’.
Kawakubo dibujó una estética diferente enmarcada en un estilo que se ha llamado ‘ascético monacal’. “Siempre he buscado nuevas caminos en el diseño, negando los valores establecidos, lo convencional. Las formas de expresión más importantes son la fusión, el desequilibrio, lo inacabado, la eliminación y la ausencia de intencionalidad”, ha dicho Kawakubo.
El color negro es el absoluto protagonista de su trabajo en el que se adivina una obsesión por encontrar belleza en la imperfección, como la que se logra tejiendo a mano. El tejido es otra de sus manías y es lo que siempre marca el origen de sus colecciones, el punto de partida.
“Mis prendas resultan caras porque creamos tejidos especiales y aplicamos técnicas que implican un alto grado en los detalles. En vez de comprar tres prendas al mes o al año, ¿por qué no comprar una que se pueda pagar y disfrutarla?, reflexionaba en una de las pocas entrevistas que ha concedido.
Pero es injusto quedarse en la etapa negra y austera de los 80. La década posterior fue muy distinta, más ecléctica y luminosa, con un desarrollo cuidado de los diferentes tonos de blanco y estampados que mezclan espiritualidad y tradiciones; siempre con un aire experimental.
El deconstructivismo marca su trabajo desde finales de los 90 y después destacan sus colaboraciones con Vivienne Westwood, su etapa surrealista -fruto de su pasión por Elsa Schiaparelli- y los guiños a Balenciaga que alternó con llamativos ejercicios en los que juega a transformar el cuerpo a través del volumen.
Es una mujer que aboga por el nihilismo, adora la soledad, parca en palabras y enemiga de los focos y la fama. Una rara avis que se no se considera una artista sino una empresaria.
“Soy consciente de que las prendas han de venderse a un público más amplio; esa es la diferencia entre ser pintor o escultor y ser diseñador de moda”, declaraba casi despreciando los adjetivos que suelen recibir sus colecciones, calificadas de obras de arte, arquitectura textil, poesía… “A diferencia de las obras de arte, las prendas de ropa carecen de sentido si no se usan”, dijo en una ocasión.
Unas 150 prendas de mujer de Comme des Garçons forman la muestra, abierta al público desde el 4 de mayo al 4 de septiembre, que recorre una etapa comprendida entre principios de los ochenta y la actualidad. Una oportunidad para ver otro mundo, ese al que Rei Kawakubo ha accedido derribando, puntada a puntada, todas las barreras: físicas y emocionales.
“Muchas veces ves sus creaciones y te preguntas cómo se le habrá ocurrido, cómo ha podido convertir un determinado momento político en ese tipo de vestido. Es otras ocasiones hace algo que simplemente resulta de una belleza estremecedora, como su colección ‘Broken Bride’. Cuando entré en el backstage después de aquel desfile, lloré: un romanticismo tan accesible después de aquellos años de experimentación, de ver cosas raras y voluminosas que distorsionaban el cuerpo…”, dice Grace Coddington en sus memorias.
Es la segunda vez que el Metropolitan de Nueva York (la otra fue la de Yves Saint Laurente en 1983) y se ha articulado en ocho temas que dominan de forma recurrente la obra de Kawakubo: Moda/Anti moda, Diseño/No diseño, Después/Ahora, Yo/Otro, Ropa/No ropa...
El catálogo de la exposición es ya un objeto de culto. Kawakubo ha permitido que sus prendas más representativas se fotografíen con modelos y no sobre maniquíes, como es habitual en el MET.
El libro se compone de 250 imágenes realizadas por grandes fotógrafos, como Craig McDean, uno de los genios del momento, y Paolo Roversi, poeta de la imagen, el artista perfecto para retratar el ascetismo de Kawakubo.
El primer lunes de mayo se celebra la famosa gala benéfica, presidida este año por Anna Wintour, Caroline Kennedy, Tom Brady, Gisele Bündchen, Katy Perry, y Pharrell Williams.
La presidenta honoraria es, por respeto, la propia Rei Kawakubo. El evento es la principal fuente de financiación del Instituto del Traje del MET que invierte el dinero recaudado en la gala en otras exposiciones, publicaciones y nuevas adquisiciones para el museo.