Verano 1993, la historia autobiográfica de la realizadora Carla Simón, que quedó huérfana a los 6 años y fue adoptada por sus tíos, y las vivencias de ese primer verano con su nueva familia, toman este miércoles al fin contacto con el público español del XX Festival de Málaga, donde compite en la Sección Oficial. La película, participada por RTVE y que llegará a los cines el 30 de junio, viene avalada por su éxito en la Berlinale -premio a la mejor ópera prima y el premio especial del jurado en la sección Generación Kplus-, pero eso a Simón no le quita los nervios, que asegura que siempre procura "no tener expectativas de nada".
Lo que sí tiene la directora catalana, reconoce en una entrevista con RTVE.es, es "curiosidad" por ver la reacción del público español ante ciertos aspectos de su cinta que le parecen "muy locales" y que suponen una "capa muy sutil" que puede escaparse a los espectadores que no conocen bien España, como los berlineses. Esa reacción la vivirá esta noche en el Teatro Cervantes de Málaga, acompañada de sus jóvenes protagonistas, Laia Artigas y Palula Robles, y sus dos actores adultos, David Verdaguer (10.000 kilómetros, No culpes al karma de lo que te pasa por gilipollas) y Bruna Cusí (Incierta Gloria).
Simón, que ya había dirigido y escrito tres cortometrajes (Las pequeñas cosas, 2015; Lipstick, 2013; Lovers, 2010), como buena alumna, ha seguido en su primer largo las recomendaciones que le daban en la London Film School de "empezar hablando de lo que sabes"; y nada más cercano que su caso personal: el de la pérdida de sus padres a causa del SIDA en el año 1993, cuando solo tenía 6 años, y su traslado forzoso desde su Barcelona natal al pequeño pueblo de Les Planes d'Hostoles, en la comarca de la Garrocha (Girona), al ser adoptada por sus tíos.
"Además, a mí me encanta trabajar con niños y me apetecía de alguna manera hablar de cómo se enfrentan a la muerte", dice la realizadora de 30 años, a la que le fascina también en su cine abordar la complejidad de los lazos familiares. "La familia es algo que no escoges y de ahí salen relaciones apasionantes, muy complejas y profundas, y la mía es muy grande y especial y siempre hay muchas historias ahí. Las historias familiares me fascinan, sea mi familia o la de otros. Es una fuente de inspiración inagotable", ríe Simón, que dice no haber sentido "pudor" ni a la hora de escribir y rodar su historia ni ahora que la ve el público porque "al final se habla de temas más allá de lo autobiográfico, como la muerte, la adaptación a un nuevo espacio o las relaciones familiares".
Recuperar la memoria de la infancia
Como Verano 1993 está contado desde el punto de vista de la niña, Frida (Laia Artigas), en la película no se menciona la palabra "SIDA", sino que se deja implícito, ya que la propia Carla Simón no supo hasta los 12 años que la causa de la muerte de sus padres fue esa enfermedad, en aquel momento "un estigma y un tabú". De hecho, para la directora catalana ese "estigma" respecto al VIH sigue existiendo en cierta manera, lo que pudo comprobar cuando rodó en Londres su corto documental Born positive (2012) y contactó con familias de hijos que, al contrario que ella, sí habían heredado el virus de sus padres.
De la causa de las muerte de sus padres y de los recuerdos de su infancia, la cineasta tuvo que hablar mucho sobre todo con su madre adoptiva, aparte de con sus tías y su abuela, para poder recuperarlos, pues en su memoria de una niña de 6 años no habían quedado "cosas concretas", sino más bien "sensaciones", y a todo ello añadió "cosas inventadas" para construir la cinta. "La memoria tiene eso y cuando a un niño le ocurre algo así, hace borrón y cuenta nueva", apunta Simón, para la que Cría cuervos (1976), de Carlos Saura, ha sido un referente al dibujar el mundo infantil.
La naturalidad frente a la cámara
Para encontrar a sus niñas protagonistas, Laia Artigas (que interpreta a la protagonista, Frida) y Paula Robles (Anna, su prima y hermana adoptiva), hicieron un casting de más de 1.000 niñas hasta encontrar a quienes "se pareciesen un poco a sus personajes". "Cuando vi a Laia y Paula juntas, lo que se generaba entre ellas era lo que más me parecía a la relación que yo había escrito", exlica la directora, que reconoce que al ser tan pequeñas, de 6 y 4 años respectivamente, se dieron cuenta del "berenjenal" en el que se metían.
"Tiene que gustarte porque lo complica todo mucho. Para empezar, legalmente solo tienes 7 u 8 horas para rodar, pero a la vez es igual de intenso que rodar 12 horas. Es aceptar que seguramente las cosas no van a salir exactamente como habías previsto, pero lo bonito de rodar con niños es que no es nada previsible, siempre te sorprenden y si le das un poco de libertad y les dejas jugar, aportan mucha verdad, entre ellos y también a los adultos", explica Simón, que matiza que las niñas jamás leyeron el guion aunque sí ensayaron y pasaron mucho tiempo juntos ellas y los actores adultos para crear las relaciones que estaban en el guion y cimentar la base de la relación familiar.
La naturalidad y verdad que transmiten las niñas en sus interpretaciones está reforzada por el tratamiento visual de la cinta, en el que "la cámara se adapta a los niños", y no al revés, con largos planos secuencia y jugando al fuera de campo.
En el caso de la elección de David Verdaguer y Bruna Cursí, que interpretan a los padres adoptivos, la directora de Verano 1993, buscaba, por un lado, que le recordasen a los personajes reales, algo que halló especialmente en el caso de Cursí, y, por otro, que la actuación con las niñas fuese fluida.
Y, ¿qué opinan de la película los personajes reales, la familia de Carla Simón? "Bueno, ellos dicen que es una película", ríe la interpelada, que, aunque no han tenido una conversación en profundidad al respecto, cree que "están contentos" porque la cinta "muestra la complejidad de los personajes, sin juzgar si son buenos o malos". "Sí que hay amor porque terminó siendo una historia feliz y yo me alegro de haberme educado con ellos", concluye la cineasta, que contó con la ayuda de toda su familia en la cinta (su madre con el guion, su padre con la dirección de arte, su hermana Berta Pipó, actriz, interpreta a la tía Angie, y su hermano, Ernest Pipó, compuso la música).
A la espera ahora del veredicto del jurado y el público, la directora catalana confía en que Verano 1993 sirva para reflexionar sobre la "inteligencia emocional" de los niños a la hora de entender situaciones complejas como la muerte y "la idea del retrato generacional" y las diferencias entre abuelos, padres e hijos, además de para "dar valor" a esas relaciones familiares, que nunca nos solemos cuestionar porque "están ahí" pero hay veces que "se tienen que empezar desde cero".