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Don DeLillo: "El mito de la gran novela americana es una invención europea"

  • El autor, considerado uno de los grandes escritores vivos, presenta en España Cero K

  • "Esta novela quizás podría ocupar un lugar en mi memoria, junto a Libra y Submundo", dice

LAURA G. TORRES
6 min.

TÍTULO: Cero K

TÍTULO ORIGINAL: Zero K

EDITORIAL: Seix Barral

NÚMERO DE PÁGINAS: 320 páginas

PRECIO: 19,90€

TRADUCCIÓN: Javier Calvo

Sencillo, afable y con un gesticular y hablar pausado, acordes a su 79 años. Don DeLillo (Nueva York, 1936) podría pasar por otro turista norteamericano más de visita en España, de los que disfrutan asistiendo a una corrida en Las Ventas. Pero detrás del hombre aparentemente corriente que puede pasear tranquilamente por la Gran Vía de Madrid y pasar desapercibido, se esconde el que está considerado por la crítica como uno de los cuatro o cinco grandes autores vivos más importantes en lengua inglesa, junto a J.M. Coetzee, Philip Roth, Thomas Pynchon y Cormac McCarthy.

Su nombre también suele aparecer cuando se habla del tópico de "la gran novela americana", pero DeLillo, dotado además de un sentido del humor tan enorme como su modestia, duda de que exista algo así: "Yo creo que es una invención europea. La gente solía hablar de eso en los tiempos de Hemingway, Steinbeck, Faulknert, pero ya no lo he oído mucho después. No sé, quizás la gente pueda también empezar a hablar de la gran película americana, del gran cine americano, pero no creo que exista una cosa así, porque el cine americano experimenta un gran declive", cuenta ante un reducido grupo de periodistas el escritor, que no suele prodigarse en los medios de comunicación.

Excepcionalmente, De Lillo se encuentra inmerso en una pequeña gira de promoción de su última novela, Cero K (Seix Barral, 320 páginas, 19,90€), que ha tenido una importante acogida entre crítica y público en todo el mundo, incluida España, donde ya está en marcha una segunda edición.

Criogenia y obsesión con la muerte

En su décimo séptima novela, el escritor estadounidense de origen italiano nos presenta a Jeffrey Lockhart, cuyo padre, Ross, es un empresario billonario y el principal inversor de un centro de criogenización oculto en un lugar remoto y secreto en el que se preservan congelados los cuerpos de gente enferma hasta que la medicina pueda curarlos para luego devolverlos a una vida próspera y saludable. Jeffrey viaja hasta allí para acompañar a su padre mientras este se despide de su segunda esposa, Artis Martineau, enferma de cáncer y que se suma al experimento. Pero cuando Ross, en perfecto estado de salud, decide acompañarla, su hijo le niega su apoyo y se rebela.

Portada de 'Cero K' (Seix Barral)

En Cero K, DeLillo vuelve a lidiar con muchos de sus temas recurrentes, como la identidad, la tecnología, el arte, el terrorismo y la obsesión por la muerte, y en este caso concreto, el dilema existencial y ético de prolongar la vida más allá de la muerte a través de la ciencia médica.

De Lillo, que asegura que personalmente no tiene "ningún interés" en la criogenización, señala que cuando la tecnología puede conseguir algo, eso "se convierte en algo que desesperadamente necesitamos hacer", más allá de nuestras opiniones personales sobre si tiene o no sentido prolongar la vida de esa manera. "Hay muchos científicos respetados muy metidos en ese mundo. ¿Querrá eso decir que dentro de 20 años la gente que está ahora criogenizada se despertará?", se pregunta el dos veces finalista del Pulitzer de ficción (por Mao II, 1992, y Submundo, 1997) que añade que esos avances científicos, supuestamente "brillantes", también pueden implicar posibles problemas respecto a cuestiones como la "superpoblación".

Aunque la tecnología criónica sea uno de los temas centrales de la novela, lo más importante para el autor de Cero K era dar "sentido" a los personajes, definir quiénes eran y qué significaban el uno para el otro y las relaciones entre padre e hijo.

Y, pese a la importancia de la muerte en toda la literatura del ganador de la medalla a la contribución a las letras americanas de la National Book Award Foundation en 2015, asegura que no es algo que le preocupe, pese a estar cercano a los 80 años. "No pienso en la muerte. No tiene nada que ver con lo que escribo en mis novelas; son cosas totalmente separadas. Realmente no pienso sobre ello y cuando me paro a pensar en lo mayor que soy, no me lo creo. ¿Cómo me ha podido suceder esto?", bromea.

Un lugar junto a Libra y Submundo

Exhibiendo sus altas dosis de modestia, el autor nacido en el Bronx también hace bromas cuando se intenta que opine sobre lugar en el Olimpio de los escritores. "¿Es consciente de que ocupa ya un lugar en la literatura universal?, se le pregunta. "No hasta este momento", responde con una sonrisa; y calla. "¿Qué siente cuando un escritor como Paul Auster dice ningún novelista americano escribe mejor que usted?", se le inquiere. "Me parece irreal a la vez que enormemente satisfactorio. Y tampoco sé cómo ha sucedido", dice, y vuelve a sonreír.

Un poco más en serio, DeLillo niega tener ningún interés en la gloria literaria. "Mi interés como escritor ha sido siempre el poder escribir frase por frase. Siempre que he pensado en mí como escritor me he sentido afortunado de poder hacer el trabajo que se me va presentando frase por frase y de tener acceso a ese reto libro tras libro", afirma este amante de las palabras, de prosa precisa y casi poética.

En este sentido, reconoce sentir preocupación respecto a la traducción de sus obras a otros idiomas porque cree "prácticamente imposible de traducir" la "armonía lingüística" que se genera cuando el escritor se enfrenta al libro y algún tipo de conexiones importantes que se producen en la lengua original, como el ritmo, la conexión entre palabras o entre las frases. Así, aunque reconoce que la traducción es "muy importante" tanto para los lectores como para los escritores, duda de si, aunque dominase otra lengua, quisiera leer una traducción de una obra suya.

Escrita a golpe de tecla de su máquina de escribir Olympia, que le acompaña desde hace 40 años -"es la única manera en la que siento cómodo poniendo palabras en una página"-, al genio de la narrativa norteamericana le ha llevado cuatro años escribir Cero K, aunque afirma que "no ha sido en absoluto una carga, sino un placer" dedicarle tanto tiempo.

De hecho, si se le pregunta por sus obras preferidas, De Lillo reserva espacio para su última novela: "Me siento muy afortunado respecto a mi trabajo, pero pienso que novelas como Libra y Submundo ocupan un lugar especial en mi memoria, y quizás Cero K podría ocuparlo también algún día, aunque aún es demasiado pronto para saberlo".

La amenaza del terrorismo

En Cero K, DeLillo vuelve a tocar una de sus obsesiones, el terrorismo. "Hemos alcanzado el punto en el que el terrorismo puede representar una gran amenaza, incluso una nuclear si son capaces de conseguir cierto tipo de armamento", advierte el escritor estadounidense cuando se le pide que compare la situación de Estados Unidos durante la Guerra Fría y posterior al 11-S. Sobre la relación del terrorismo y la tecnología, DeLillo cree que si el terrorismo se hiciese con el control de alta tecnología, "se convertiría en enorme peligro para el resto de nosotros". Aunque también pone el dedo en la llaga occidental: "En Londres, París o California, uno o dos terroirstas son capaces de generar una noticia mundial asesinando a un relativamente equeño número de personas, pero en Siria, Irak y otros países de ciertas áreas, los terroristas toman el control de ciudades enteras o intentan tomar el control de países enteros".

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