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Cara y cruz de los bajos precios del petróleo: "Es pan para hoy y hambre para mañana"

  • El exceso de oferta es el origen del hundimiento del precio iniciado en 2014

  • La producción de esquisto en EE.UU. ha cambiado la estrategia de Arabia Saudí

  • El petróleo barato reduce la competitividad de las renovables y complica su desarrollo

LOURDES FRANCIA
8 min.

En teoría, un precio bajo del petróleo debería beneficiar a la economía mundial, ya que permite comprar más crudo por el mismo dinero, ayudando a impulsar la todavía renqueante actividad económica y favoreciendo las balanzas comerciales de los países compradores de petróleo. Sin embargo, en los últimos meses, ese continuo abaratamiento se maneja como una de las causas principales del pánico que viven las Bolsas internacionales. ¿Por qué?

En el 13 Encuentro Energético organizado por el IESE y Deloitte esta semana, Mariano Marzo, profesor de Recursos Energéticos y Geología del Petróleo de la Universidad de Barcelona y uno de los mayores expertos en España en este campo, resumía los motivos de esa aparente contradicción en una frase: “Los bajos precios del petróleo son pan para hoy y hambre para mañana”.

Efectos negativos del petróleo barato

Según la última revisión de perspectivas económicas del FMI, detrás de ese crack bursátil está el impacto que el petróleo barato puede tener sobre la economía de los productores de crudo, que se verán obligados a reducir sus gastos, igual que las empresas vinculadas al sector, que están recortando ya recursos e inversiones.

Muchos analistas añaden que esa constante rebaja del precio del petróleo es interpretada por los inversores como un síntoma de que la recuperación económica no acaba de consolidarse y se avecinaría una nueva recesión, precipitada por un frenazo brusco de la economía china.

Sin embargo, dentro del sector petrolífero, el análisis maneja muchas más variables, factores relacionados con la geopolítica, los problemas internos de las empresas del sector, las estrategias de mercado de los grandes productores de crudo y las posibles consecuencias de la lucha contra el cambio climático.

La causa directa de esa caída "meteórica" iniciada a mediados de 2014 (cuando el barril de Brent se pagaba por encima de los 100 dólares) es el exceso de oferta de crudo en el mercado, ligado "básicamente" -según Marzo- con el aumento de producción de petróleo esquisto (en inglés, llamado tight oil o shale oil) en EE.UU., obtenido mediante la técnica de la fractura hidráulica o fracking. Ante el abaratamiento, otros productores -como Rusia o Venezuela- han incrementado su producción: si el petróleo se paga más barato, hay que vender más para mantener los ingresos.

Ese análisis les lleva a advertir de que un período largo de petróleo barato “puede repercutir en el orden económico internacional, algo que no se esperaba”, indica Mariano Marzo. “Se descoloca a países enteros” cuyos costes de producción están por encima del precio actual, avisa este experto que cita los cálculos del thinktank Restart Energy, según los cuales, con el barril de petróleo a 20 dólares, casi el 80% de la producción actual se vendería por debajo de costes.

Esa situación está afectando ya negativamente a las economías de productores como Venezuela, y podría desestabilizar países estratégicos como Rusia, Argelia e incluso, Arabia Saudí.

La arriesgada apuesta de Arabia Saudí

“El mayor riesgo de los bajos precios del petróleo es un estallido en Arabia Saudí”, opina Mike Rosenberg, profesor de Estrategia y Análisis de Situaciones de Negocio en el IESE.

El reino saudí cerró 2015 con un déficit público récord de 89.000 millones de euros, por lo que ha anunciado recortes de gasto público de 33.000 millones para este 2016. “El problema es que el país tiene una población joven que no deja de aumentar y debe crear puestos de trabajo y estimular la economía para asegurar que esos jóvenes no se encuentren en paro y caigan en las redes de Estado Islámico”, añade este profesor estadounidense.

Sin embargo, como recuerdan Marzo, Rosenberg y Juan Luis López Cardenete –profesor del IESE especializado en energía -, la estrategia seguida por la monarquía saudí es uno de los desencadenantes de la caída de los precios del crudo.

Al contrario que en otros períodos de precios bajos del petróleo, ahora Arabia Saudí –y, por tanto de la OPEP - no ha respondido al abaratamiento con una reducción de la producción y ha hecho todo lo contrario: ha seguido aumentando. Para Riad, el objetivo ya no es que el precio del crudo esté dentro de una horquilla de precios, y lo fundamental ahora es defender su posición, proteger la cuota conseguida en estos años frente a los nuevos productores que llegan de EE.UU. o el regreso del petróleo iraní al mercado internacional.

Arabia Saudí es el país con menor coste de producción de crudo (los yacimientos son de fácil acceso y las inversiones ya están hechas) y se estima que puede soportar cinco años con precios muy bajos.

Sin embargo, algunos analistas, como Rosenberg, creen que la realidad ha contrariado los cálculos de los saudíes, porque nadie ha reducido su producción –tampoco los estadounidenses- y el petróleo sigue inundando los mercados.

No se espera un aumento fuerte de la demanda

Como recuerda Deloitte en su último informe sobre energía, Arabia Saudí utilizó la misma estrategia en 1985, cuando también subió su producción para aumentar su cuota de mercado frente al nuevo crudo que llegaba entonces desde el Mar del Norte y Alaska. Los precios cayeron con fuerza, hasta los 12 dólares por barril, y se tardó veinte años en recuperar los niveles anteriores.

Pero como advierte la consultora, ahora el contexto es diferente y mucho más complicado.

Por un lado, “no se esperan incrementos de demanda a niveles de los años 80”, ya que el crecimiento del consumo en los países más desarrollados se prevé muy limitado como consecuencia de la mejora de la eficiencia energética, la innovación en energías renovables y biocombustibles, y la obligación de reducir las emisiones contenida en el Acuerdo de París.

Por otro lado, la demanda de petróleo de los países emergentes “plantea dudas en el medio plazo” ante las incertidumbres abiertas sobre la intensidad de la ralentización de China, Brasil o Turquía.

Y por último, la proyección de crecimiento de la producción de petróleo no convencional es muy superior (se espera que haya aumentado un 20% en 2020) a las que inundaron el mercado en los 80. Además, las explotaciones de petróleo esquisto de EE.UU. han demostrado ser más resistentes de lo que pensaba y “han aumentado su eficiencia ante la adversidad”, señala Marzo, que explica que se han mantenido la mayoría de los pozos ya en explotación con menores costes de los previstos.

Sin embargo, los proyectos de inversión en shale oil sí se han paralizado y, cuanto más se prolongue la caída de precios, se paralizarán aún más las del sector del crudo convencional, que ya ha recortado unos 300.000 empleos y ha comenzado las desinversiones. Y ese repliegue también tendrá consecuencias a medio y largo plazo, según Mariano Marzo.

Con el barril por debajo de 30 dólares, “sólo podrá cubrirse el 12% de la nueva producción prevista para 2020". Las inversiones necesarias requieren que el precio del barril esté entre 60 y 70 dólares”, explica el profesor español, quien concluye que, con esos mimbres, “y si la economía global no se debilita y cae así la demanda, se están sentando las bases para un nuevo período de precios altos”.

¿Petróleo barato durante décadas?

Esa nueva fase tardará en llegar, coinciden todos los analistas, y lo hará siempre y cuando no aparezcan nuevas tecnologías que transformen de nuevo el mercado.

Mientras eso se clarifica, el Departamento de Energía de EE.UU. estima que este año el precio medio del barril de crudo rondará los 40 dólares y que esa media habrá subido a 50 dólares en 2017. Pero esas previsiones no han dejado de rebajarse en los últimos meses debido al constante cambio de la realidad y, en todo caso, se deja bien claro que la recuperación del precio será muy lenta.

Por ese motivo, la Agencia Internacional de la Energía ha planteado por primera vez un escenario de trabajo basado en que los precios continúen muy bajos durante un período de tiempo muy largo. De confirmarse, esto tendría el efecto mencionado en los países productores y supondría un lastre añadido para el desarrollo de las energías renovables: con el petróleo barato, los costes de las renovables no son tan competitivos como cuando el barril de crudo se paga a 80 dólares, y cuesta más encontrar financiación.

A su vez, este efecto secundario puede complicar el cumplimiento del Acuerdo de París, que ha comprometido a 188 países en la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero para limitar el aumento de la temperatura del planeta y frenar la aceleración del cambio climático.

Los productores están atrapados así en una disyuntiva: si recortan producción, subirán precios y las nuevas tecnologías –shale oil y también renovables- volverán a ser competitivas y atractivas para su desarrollo; si no la reducen, el petróleo barato seguirá inundando el mercado, pero a las energías alternativas les costará encontrar un hueco, y los exportadores de petróleo podrán seguir rentabilizando sus pozos, aunque sea a un precio más bajo que perjudique su estabilidad económica, política y social.

La clave que decida qué hacer puede estar en el grado de compromiso de todos países con la lucha contra el calentamiento global. “Si el mundo quiere ser realmente coherente con lo firmado en París este invierno, tiene que dejar dos terceras partes de reservas probadas de combustibles fósiles en el subsuelo. Lo que más, carbón, luego petróleo y al final, gas”, avisa Mariano Marzo. Parece que, por el momento, los productores prefieren aprovechar sus pozos al máximo, aunque sea a precios muy bajos, antes de que alguien les diga que paren.

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