Marco Rubio, republicano, es el aspirante más joven de la campaña 2016 a la presidencia de los Estados Unidos. Católico, bilingüe de inglés y castellano, es hijo y nieto de cubanos exiliados. Rubio ocupa el cargo de senador por Florida y es abogado por la universidad de Miami y titulado en ciencias por la de Florida.
Defensor del concepto tradicional de la familia, antiabortista, favorable a la reducción del gasto público y de una mayor capacidad armamentística, fue la estrella del Tea Party en 2010 , cuando ganó el sitio de senador republicano por Florida. Desde entonces su nombre no ha dejado de sonar para la Casa Blanca.
Miembro de la primera generación familiar nacida en suelo estadounidense, lograr el escaño de senador le ha llevado a personificar el sueño americano. Rubio espera inclinar a su favor una parte del voto hispano afín a Obama, aunque muchos inmigrantes le reprochan no haber apoyado la reforma migratoria del presidente demócrata. “No podemos aceptar más refugiados de Siria. No es que no queramos, es que no podemos”, es una de sus frases.
El "Obama republicano", ¿contradictorio?
El cruce de dentelladas habitual entre los candidatos en liza, aún en la proximidad ideológica, ha endosado etiquetas tóxicas a los contendientes. Los emails secretos mal gestionados persiguen a Hillary Clinton y Donald Trump acusó de foráneo a Ted Cruz por haber nacido en Canadá. Este último a su vez, ha arremetido contra el rival con el que comparte genética cubana, caricaturizando en un vídeo a Marco Rubio con el apelativo de "Obama republicano".
Paradójicamente, este "insulto" alude a la pertenencia de Rubio a un sector republicano que, en el tema de la inmigración, lejos de ser coincidente, es más cercano a las posiciones demócratas que la línea radical defendida por el Tea Party, plenamente identificada con Cruz. Este "mote" revive la ferocidad con la que Cruz combatió la reforma migratoria de Obama en 2013, momento en que acusó a Rubio y sus afines de "tibios" en este asunto.
Como presidente del subcomité de Relaciones Exteriores para Latinoamérica del Senado, no oculta su rechazo al recién estrenado aperturismo estadounidense hacia Cuba. A la hora de aquilatar la posición de Rubio y la escala de valores que cimenta sus criterios, es preciso tener en cuenta su condición de hijo y nieto de cubanos exiliados, un estamento particular dentro del universo de migrantes latinos en Estados Unidos, diferenciado y privilegiado.
Desde que llegó a la Cámara Alta en 2010, su nombre se ha multiplicado en los círculos políticos de Washington. Un eco creciente desde que ofreció en 2012 el discurso de presentación del entonces candidato presidencial republicano, Mitt Romney, en la convención de su partido. En 2013 fue el encargado de dar la réplica al presidente, Barack Obama, en el discurso del Estado de la Unión y protagonizó una anécdota al precipitarse a beber un vaso de agua en directo.
Sus aspiraciones ganaron enteros literalmente cuando en enero de 2015 fue elegido favorito entre los posibles candidatos para la red de donantes fundada por los multimillonarios hermanos Charles y David Koch, Americans for Prosperity. La organización, dentro del sistema de financiación electoral, espera reunir casi 900 millones de dólares para la campaña presidencial y ha gastado más de 33 millones para impedir la reelección de Obama.
Un joven brillante y prometedor
Marco Rubio nació en Miami en 1971. Sus padres, Mario Rubio y Oriales García, salieron de Cuba en 1956, tras la llegada de Fidel Castro al poder. Con ocho años la familia se trasladó a Las Vegas, donde su padre trabajó como camarero y su madre como ama de llaves hasta 1985, año en que la familia regresó definitivamente a Miami.
“Marco Rubio tendía a citar a JFK para autodefinirse“
Tras graduarse por la Universidad de Florida en 1993, se matricula en la de Miami para estudiar Derecho. La carrera política de Rubio se inicia cuando es elegido para la Comisión Urbana de Miami Oeste en 1998. El año siguiente logra ser elegido para formar parte del Gobierno de Florida y en 2009 se convierte en senador por ese estado.
La revista Newyorker lo retrata como un "oportunista", seductor con encanto y dotado de habilidad en su discurso. La publicación recuerda como Marco Rubio tendía a citar a JFK para autodefinirse en la línea de "un joven presidente que dijo: 'No preguntes qué puede hacer tu país por ti; pregunta qué puedes hacer tú por tu país'". Ciertamente, solo uno meses más joven que Ted Cruz en el dúo de hispanos postulantes, Rubio es el percibido como el 'joven' y dinámico.
Habla Iowa: el eslabón perdido entre Trump y el conservadurismo posible
Rubio ha arrancado la carrera para la nominación presidencial en 2016 flanqueado por las ruidosas campañas de sus "correligionarios" Trump y Ted Cruz. Favoritos en las encuestas y bien definidos por un mensaje absolutamente radical, el tirón mediático de ambos dejó relegado al menos explosivo senador por Florida a un dudoso tercer puesto con visos de hundirse.
Pero los caucus de Iowa han hablado. Y aunque han certificado ese tercer lugar por la nominación republicana para Rubio, lo han hecho disolviendo la sospecha del hundimiento y sustituyéndola por la esperanza de un 'sorpasso' interno sobre sus rivales, un crecido Ted Cruz, ganador contra las expectativas en Iowa, y un repentinamente en declive Trump; y a los dos se ha acercado.
Junto a la euforia televisiva ahora sí hay sobre la mesa valor tangible de votos, y la realidad de Marco Rubio ha adquirido un nuevo tono. Esto le podría convertir en un presidenciable en el horizonte de muchos republicanos, y llenar un amplio hueco entre la América enfadada que vota radical y la América simplemente conservadora.
Marco Rubio pertenece al grupo de candidatos cuya financiación de campaña se apoya principalmente en los fondos recaudados por el propio equipo, y no tanto en las donaciones externas (es un 50% aproximadamente del volumen total). Entre sus donantes se encuentran grandes corporaciones, principalmente Goldman Sachs, según datos federales.
La campaña del candidato Marco Rubio en las redes sociales
Hace tiempo que el campo de batalla electoral en los Estados Unidos saltó al ciberespacio de las redes sociales. Equipos de campaña y candidatos tienen una acusada conciencia de la importancia vital de acuñar la imagen que reflejan desde las pantallas de millones de smartphones, ordenadores y tablets, así como el inmenso poder de convocatoria que reside en la gestión eficaz de la presencia en estas plataformas.