Cuando parecía imposible abordar de un nuevo modo el holocausto, llegó El hijo de Saúl. El director húngaro Lászlo Nemes ha logrado un cataclismo cinematográfico con su debut: una película que sobrecoge al espectador colocándolo en el centro de Auschwitz. Tras ganar el Gran Premio del Jurado en Cannes y el Globo de Oro a mejor película de habla no inglesa, solo queda mes y medio para que recoja un Oscar más que anunciado.
El hijo de Saúl es el relato de un miembro de los Sonderkommando, los judíos a los que los nazis obligaban a participar en la maquinaria de exterminio quemando cadáveres y limpiando los crematorios. Saúl (interpretado por Géza Röhrig) trata de enterrar el cuerpo de un niño que piensa que es su hijo aferrándose a esa pulsión como único sentido dentro de horror.
Lo que Alfonso Cuarón hizo en el espacio en Gravity con emocionantes paseos especiales, Nemes lo repite a su modo abrasando al espectador en uno de los mayores infiernos de la historia. Hijo de Saúl se estrena el 15 de enero en España. Nemes, 38 años, atendió a RTVE.es en el pasado Festival de San Sebastián.
PREGUNTA: ¿Cuál fueron tus principales fuentes para reconstruir el día a día de los Sonderkommando?
REESPUESTA: La fuente principal fueron los propios escritos de los miembros de los Sonderkommando. Algunos escribieron durante sus días en el crematorio. Estaba prohibido, escribían en secreto arriesgando sus vidas. Luego escondían bajo la tierra notas que fueron encontradas tras la guerra. También leí un libro de un médico judío-húngaro que fue asistente de Mengele y podía moverse con libertad. Lo detalló todo tras la guerra. Y también teníamos los propios testimonios de los supervivientes de los Sonderkommando.
P.: Familiares tuyos murieron en Auschwitz. La mirada de los nietos y bisnietos suele tener menos tabúes que la de los hijos.
R.: Es interesante. Mi madre ya no tenía tabúes, pero no era la hija sino la nieta y yo soy el bisnieto. Es algo que está muy presente, no es historia pasada. Todavía me preguntó por qué murió tanta gente, una pregunta que me asalta desde niño y todavía permanece. Vive con nosotros. En cierto modo, esta película es un modo de recordar aquellos que murieron y fueron olvidados.
P.: La mayoría de películas sobre el holocausto son historias de supervivencia.
R.: Sí, hay muchas películas. Esta no es sobre los supervivientes. O es una supervivencia diferente. Esta trama encaja mejor en el holocausto porque el holocausto no fue un hecho de supervivencia. No queríamos hacer una historia de supervivencia porque eso fue la excepción, casi no sucedió.Pero la historia se nos ha contado desde el punto de punto de vista de los que sobrevivieron. Lo que cambia de algún modo es la narrativa: queríamos volver a lo que fue la norma, es decir, la máquina de exterminación y el proceso de la muerte. Y estar en medio de eso.
Los Sonderkommando proporcionan un increíble y trágico marco porque eran prisioneros que tenían que trabajar para la máquina de exterminio. Nadie tenía una vida tan trágica como sus miembros: a veces tenían que quemar a su propia familia.
P.: Casi se podría decir que la película trata sobre la locura en el infierno.
R.: Para mí la película trata sobre la esperanza. Cuando no hay más humanidad, ni más esperanza, ni dios, todavía hay una voz interior que te permite permanecer como ser humano. Lo que Saúl hace no tiene sentido para nadie, pero sí para él y, espero, para el espectador. Hay una especie de conexión con el espectador a través de esa voz interior.
P. George Miller dice que el cine no está dominado, queda mucho por explorar
R.: Miller tiene razón, pero nadie lo hace. El cine va sobre experimentar, no sobre hacer siempre la misma película. El cine debería tomar riesgos, el problema es que cada vez menos gente lo hace porque el sistema no quiere riesgos.
P.: En ese sentido, la película también es posibilista, porque se intuye que has sacado un gran partido al presupuesto.
R.: Así, es. El presupuesto era muy pequeño, 1.5 millones de euros. Es una cuestión de voluntad. En un país como Francia nunca hubiera podido hacerla.
P.: ¿Por qué no?
R.: Porque lo intenté y nadie la quería. Porque decían que era muy arriesgado, no creían que podría hacerlo. Es lo contrario a la esencia del cine que es tomar riesgos. A veces no se logra, a veces no filmas lo que querías. Pero si no lo intentas siempre tendrás las mismas películas.
P.: Seguro que tras el Gran Premio del Jurado en Cannes los productores franceses habrán cambiado de opinión.
R.: No estoy seguro de eso. Nunca se sabe con los franceses (risas). Pero la situación es esa y quiero comunicar que en Europa el cine tiene que tomar más riesgos. Directores y productores tiene que abrirse. Que Cannes aceptara está película es un mensaje: recompensar el riesgo.
P.: El horror rodea al personaje, aunque casi siempre está fuera de foco. La tensión entre lo que se ve y lo que no se ve está explotada al límite.
R.: Claro, porque él no mira al horror, sino un modo de enterrar al hijo. No es una película de horror, pero sientes que está ahí. El plan era hacer una experiencia inmersiva, olvidar los libros de historia y meter al espectador en el aquí y ahora.
P.: ¿Quieres continuar probando con el cine inmersivo?
R.: No quiero hacerlo otra vez. Otra historia tiene que hacerse de otro modo, esta necesitaba esta estrategia. Aunque por supuesto estoy interesado en el cine inmersivo. No me gusta quedarme a medias, no quiero un punto de vista de narrador omnisciente. Me gustan los puntos de vista humanos y no divinos. El cine cada vez más presenta el mejor ángulo de cada cosa, pero creo nuestras limitaciones humanas deben ser parte del cine.
P.: ¿Han visto la película algunos supervivientes de Auschwitz?
R.: Sí, algunos la vieron y dijeron que era así. Y también dijeron que no querían verla, pero que se alegraban de haberla visto. Estaban abrumados con las emociones. Les tocó algo en su interior.