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Anna Muylaert: "Brasil es un país dividido en castas"

  • Se estrena Una segunda madre, sobre las diferencias de clases en el país latinoamericano

  • RTVE.es entrevista a la directora de la película, premiada en el Festival de Berlín

ESTEBAN RAMÓN
3 min.

A los hijos de la clase media-alta surgida en grandes ciudades como São Paulo durante el crecimiento económico de Brasil se les llama irónicamente playboys, para señalar que son una élite mimada, frágil y un poco boba. Normalmente han sido criados por niñeras, una maternidad delegada sobre la que empezó a reflexionar la actriz, guionista y directora Anna Muylaert cuando hace 20 años tuvo su primer hijo, y que ha terminado cristalizado en Una segunda madre, película que se estrena en España tras pasar por los Festivales de Sundance y Berlín

“En el medio social en el que vivo todo el mundo contrataba una niñera. No quise hacerlo porque creo que desvaloriza el ser madre y, además, la figura de la niñera está relacionada con cuestiones sociales y de educación”, recuerda la directora en una entrevista para RTVE.es.

Una segunda madre (de título original Que Horas Ela Volta? o "¿A qué hora vuelves?") es la historia de Val (Regina Casé) una interna que trabaja para una familia acomodada y aparentemente liberal pero profundamente clasista. Val ha criado al único hijo de sus empleadores descuidado a su verdadera hija, Jessica, que vive en Pernambuco, al otro extremo del país. Cuando Jessica se instala durante una semana en la casa para preparar los inminentes exámenes de selectividad todo se tambalea. Porque Jessica (Camila Márdila), de clase baja y rural, es inteligente, segura de sí misma y no acepta las relaciones de criado-siervo.

¿Un nuevo Brasil?

«Brasil está cambiando», dice Bárbara, la señora de la casa al comprobar el desparpajo de la joven. “Es una frase que está relacionada con algo que ocurre desde Lula”, dice la cineasta. Una segunda madre denuncia que tras la resaca de la marea de cifras del PIB queda el mismo paisaje de desigualdad de siempre. “Brasil es un país dividido en castas. Y la película muestra esas reglas invisibles, las hace visibles”. Aunque matiza: “Es un película política, pero no solo”.

Pese al trasfondo político, la película es una obra de personajes que avanza con gran sutileza en la revelación de información y capas de las relaciones. Cuando dos personajes se cruzan en la cocina, la pregunto clave es: ¿quién servirá el agua a quién? Si hay algo que pueda socavar la mentalidad de clases, piensa Muylaert, es la educación. “Es el tema de la película. Cuando se habla de la cuestión social, se habla de la educación, de las lagunas de la escuela, de la educación formal. Y también, se habla de la educación afectiva, del cariño de las madres. Incluso pensé llamar a la película ‘Educación’.

A los dos meses de ser elegida presidenta de Brasil, Dilma Rousseff organizó una cena con mujeres cineastas a la que Muylaert fue invitada. “Hizo un discurso muy bonito en el que comentó que no fue elegida presidenta por ser mujer, pero que era mujer y que nosotras teníamos la responsabilidad de hacer nuestro trabajo desde el punto de vista de la mujer”.

Ganadora del Premio del Público de la Sección Panorama del festival de Berlín, la película ha iniciado un recorrido atípico para el cine latinoamericano: estrenar en Europa primero. En agosto llegará a Brasil, aunque Muylaert ya organizó un pase para empleadas domésticas que confirmó el deseo latente. “Fue como abrir una ventana”, describe.

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