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La BNE adquiere los últimos cuentos escritos por Miguel Hernández

  • Son cuatro cuentos manuscritos dedicados a su hijo

  • Los escribió antes de morir encarcelado entre junio y octubre de 1941

  • Dos de ellos se publicaron en fácsimil en 1988

JUANMA CUÉLLAR
4 min.

"Lo sacaban entre dos personas, que no se si serían presos, cogido del brazo y lo dejaron agarrado a la reja. Llevaba un libro en la mano, eran dos cuentos para su hijo".

Así relató Josefina Manresa, la viuda del poeta Miguel Hernández, la entrega del último manuscrito de su marido, unos cuentos escritos para su hijo sobre un rudimentario librillo confeccionado con papel higiénico. Lo hizo poco antes de morir donde se hallaba preso, en el Reformatorio de adultos de Alicante, lugar al que había llegado desde el penal de Ocaña en junio de 1941.

Esos cuentos se exhiben ahora en la Biblioteca Nacional de España, que los ha adquirido recientemente según un comunicado de la institución. Se trata de seis pequeñas hojas de 12 por 19 cm, escritas y con dibujos.

El texto consta de cuatro relatos infantiles: El potro oscuro, El conejito, Un hogar en el árbol y La gatita Mancha y el ovillo rojo. Se supone que los escribió entre junio y octubre de 1941. En sus cartas de este período, el poeta tiene dos obsesiones: el reencuentro con su mujer y poder ver a su hijo Manuel Miguel, para quien escribió estos relatos. Son por tanto estos cuentos los últimos escritos del poeta.

Un registro inusual

Hernández los entregó a Eusebio Oca Pérez -maestro, periodista, dibujante- con quien se reencontró en el Reformatorio. Eusebio confeccionó con dos de ellos un libro lleno de dibujos: El potro oscuro y El conejito, para que Miguel se lo entregara a su hijo.

Estos textos son una aportación importante por la singularidad del manuscrito y por su significado. Dos de ellos se conocían, Dos cuentos para Manolillo, y se había realizado una publicación facsímil en 1988. Además, La BNE conserva algunas piezas manuscritas de Miguel Hernández: un poema perteneciente al Cancionero y Romancero de ausencias (1938-1941) y 3 hojas de papeles autógrafos con versos: La espera puntual de la semilla, ¿Sigo en la sombra? y El hombre no reposa.

Según indica Rovira, “en estas últimas ausencias de Miguel Hernández tenemos la metáfora infantil para su hijo, de lo que en otra clave estaba escribiendo para aquel inacabado libro que debía llamarse Cancionero y Romancero de ausencias, en el que decía “soy una abierta ventana que escucha, por donde ver tenebrosa la vida. Pero hay un rayo de sol en la lucha, que siempre deja la sombra vencida”.

Un poeta cautivo dueño de un espíritu libre

Desde junio de 1941 al 28 de marzo de 1942, fecha de su muerte, el poeta vive alojado en la enfermería de la prisión, enfermo de tuberculosis. Acosado por tres sacerdotes que buscan su reconversión y la abjuración de sus ideas, el escritor resiste negando su retractación política, lo que impidió, casi con toda seguridad, su ingreso en el sanatorio antituberculoso valenciano de Porta Coeli. Desgraciadamente, la orden de traslado llegó pocos días antes de su muerte.

Los relatos infantiles muestran que, en sus últimos años de vida, junto a la poesía, el autor desarrolló otro registro de escritura en prosa. Según Jose Carlos Rovira, autor del catálogo de la exposición sobre el escritor organizada por la BNE con motivo del centenario de su nacimiento, los cuentos son metáforas explícitas de libertad para que las leyera su hijo.

Rovira, responsable de la edición en facsímil de aquellos cuentos en 1988, explica que el poeta quiso hacer pasar los escritos por una traducción de unos cuentos ingleses al castellano quizás para evitar que la censura de la cárcel los interceptara, al igual que había hecho con otros de sus escritos. Pero el experto intuyó "la paternidad hernandiana de la confección material de los cuentos… Hay metáforas de encierro y libertad en los cuatro breves relatos, y por eso tengo la sensación de que no son traducciones sino mensajes como juegos para su hijo, en los que quiso plasmar una metáfora de la libertad, una metáfora ingenua de liberación”.

En definitiva, afirma el experto, “metáforas de alguien que, en su escritura y su vida, quiso dejar constancia, sobre todo, de su voluntad de ser libre”.

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