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El 'triángulo amoroso' entre el espionaje, las empresas privadas y los hackers en EE.UU.

  • Se calcula que unas 2.000 empresas estadounidenses hacen ciberespionaje

  • Las agencias de inteligencia han creado sinergias con la industria tecnológica

  • "No hay gobierno que no necesite expertos en tecnología y seguridad"

RTVE.es
4 min.

Quizás los espías del siglo XXI ya no vistan gabardina, llevan sombrero ni usan gafas de sol. Ahora son jóvenes recién salidos de las universidades de Palo Alto con pantalones cortos y sandalias los que desarrollan los programas informáticos que pemiten espiar en la Red a la Inteligencia estadounidense.

Se calcula que actualmente unas 2.000 empresas estadounidenses, nutridas con los  mejores hackers y consultores tecnológicos, prestan sus servicios de ciberespionaje y seguridad a 46  organismos gubernamentales de inteligencia.

Palantir, por ejemplo, una start-up de Silicon Valley (California) especializada en análisis de datos ha tenido que negar recientemente que su software Prism tenga que ver nada con el programa dle mismo nombre con el que el Gobierno de EE.UU. recaba y anliza datos de servidores de las grandes empresas de internet. Pero, eso sí, Palantir está financiada por la CIA a través del brazo inversor de la inteligencia estadounidense, In.Q.Tel, según informa Jairo Mejía, de la agencia Efe.

Edward Snowden, el hombre que hizo públicos los programas secretos de espionaje del Gobierno de Estados Unidos, trabajaba en apariencia como empleado de la compañía Booz Allen Hamilton. Pero la realidad ha resultado ser mucho más compleja: Snowden trabajó durante más de diez años de forma encubierta para la  NSA, la Agencia Nacional de Inteligencia estadounidense, contratado a  través de diversas empresas privadas.

Su caso ha puesto el foco en las estrechas relaciones entre el sector privado de la alta tecnología, el sistema estatal de espionaje estadounidense y los hackers informáticos.

Un fenómeno de sinergias

El caso de Booz Allen Hamilton es solo un ejemplo de esta nueva tendencia. A pesar de ser una empresa privada, el 98% de los 5.900 millones de dólares que ingresó en 2012 procedían de contratos con el Gobierno, por lo que el Estado es prácticamente su único cliente.

Los lazos de la NSA con la industria de la alta tecnología han servido para labores tan diversas como la lucha contra el terrorismo, el boicot a la industria nuclear iraní, el ataque a organizaciones como Wikileaks,  o el control de una potencia como China.

Según ha explicado a Efe el experto en seguridad y hacker alemán “FX” (un pseudónimo), “no hay gobierno en el mundo que no necesite cada vez un mayor número de personas preparadas en tecnología y seguridad, y la NSA es posiblemente la agencia mejor preparada”.

El sistema de la “puerta giratoria”

La amistad entre espionaje, sector privado y hackers es un fenómeno creciente en los últimos años. Este complejo entramado de espionaje e investigaciones gubernamentales se basa un sistema que en Estados Unidos denominan “de puerta giratoria”, expresión que hace referencia a la transferencia constante de funcionarios públicos al sector privado y viceversa.

Tal vez el caso más ilustrativo sea el del actual Director Nacional de Inteligencia estadounidense, James Clapper, quien tras retirarse como General de las Fuerza Aéreas, pasó seis años en el ámbito privado, llegando a ocupar un puesto directivo en Booz Allen.

Pero el de Clapper no es un caso aislado. John McConnell fue director de la NSA entre 1992 y 1996 y director de Inteligencia Nacional en 2006 y 2007. Actualmente es vicepresidente ejecutivo de Booz Allen Hamilton, que además forma parte del Grupo Carlyle, una corporación nutrida en su Consejo de altos cargos del gobierno norteamericano. Y Maz Kelly, jefe de segruidad de Facebook, abandonó la primera red social del mundo para unisrse a la NSA.

Una peligrosa y rentable asociación

La guerra de Irak fue un momento álgido de la aplicación de esta "puerta giratoria". El Pentágono entregó funciones de seguridad a las empresas privadas, que terminaron por desarrollar tareas propias las fuerzas armadas.

Es el caso de los llamados “private contractors”,  contratistas privados, que se ocuparon, entre otras cosas, del interrogatorio de detenidos, la protección de los funcionarios del Departamento de Estado y de la seguridad de instalaciones militares. Incluso llegaron a intervenir en operaciones militares. El caso más polémico fue el de Blackwater Worldwide, una compañía que durante años contrató y  suministró personal paramilitar para la protección de convoyes,  edificios, instalaciones militares y funcionarios de gobiernos en áreas donde las fuerzas armadas de Estados Unidos están en guerra.

Los mercenarios de Blackwater fueron acusados por el propio Congreso de EE.UU. de ser una organización fuera de contro que durante años permaneció indiferente ante la muerte de civiles iraquíes.

El negocio para las compañías adquirió cifras gigantescas. Según informó el diario Financial Times, las empresas facturaron en total de 138.000 millones de dólares gracias a la guerra de Irak.

Según explica el profesor de Stanford Steve Blank en su blog “Secretos de Silicon Valley”, “la industria de la inteligencia y defensa, y el desarrollo del valle tecnológico más importante del mundo han estado entrelazados desde sus orígenes”. Ahora esos lazos empiezan a hacerse públicos.

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