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Europa entona el 'Bienvenido Monsieur Hollande'

  • La llegada al poder del líder socialista sacude el equilibrio de poder europeo

  • Su victoria se asocia a un cambo de dinámica tras el dominio conservador

  • Pese a sus promesas, el margen para negociar con Merkel es reducido

  • Su irrupción puede desplazar el centro de decisión de París y Berlín a Bruselas

ALBERTO FERNÁNDEZ
10 min.

"La contundente victoria de la izquierda en Francia abre nuevas perspectivas no solo para Francia, sino para toda Europa (...) La moneda debe ir acompañada de crecimiento económico y política social. Esta nueva Francia considera que la Europa monetaria no se puede hacer sin la Europa social".

Este fragmento es de un editorial del diario El País del 2 de junio de 1997, pero sonaba muy parecido al del pasado lunes: "La victoria de Hollande constituye una bocanada de aire fresco para la izquierda en Europa y en Francia y de ilusión de que las cosas pueden comenzar a cambiar en la UE".

Entre la victoria en las elecciones legislativas francesas del año 97 y la de Hollande en las presidenciales de 2012 hay muchos paralelismos.

Entonces, el líder socialista, Lionel Jospin, prometió nada más vencer que pediría renegociar un tratado europeo -en este caso el de Maastricht- para incluir un sello más social, lo que desató recelos en Alemania y en Bruselas ante la posibilidad de que se retrasase la aplicación de un texto que ya había sido aprobado.

Más aún, suponía la culminación de una especie de renacimiento de la socialdemocracia europea: semanas antes Tony Blair había dado la victoria a los laboristas y acababa con casi dos décadas de dominio conservador.

A eso se le unían recientes victorias socialistas en Italia y Portugal y la perspectiva de una derrota de la coalición de democristianos y liberales en Alemania frente a socialdemócratas y verdes en los comicios federales de Alemania del año siguiente, como finalmente ocurrió.

El calendario electoral europeo parece que da señales en el mismo sentido: el gobierno conservador británico ha perdido los comicios legislativos en Reino Unido mientras que el centro-izquierda italiano se hacía con la victoria en unos comicios similares y el gobierno de Merkel sufría una derrota en el länder de Schleswig-Holstein y se dispone a sufrir otra más dolorosa en Renania del Norte, el estado más populoso del país a poco más de un año para las elecciones legislativas.

Sin embargo, hay un hecho clave que separa ambos hitos del socialismo francés: el euro, cuyo nacimiento negociaba Jospin y de cuya salvación tiene que ocuparse ahora Hollande en medio de la mayor crisis económica desde la II Guerra Mundial.

Primera campaña europea

La crisis de la moneda única ha provocado una singular metamorfosis en la política de los países de la eurozona, cuyo primer ejemplo es la victoria de Hollande, pero que puede manifestarse en las elecciones posteriores: antes los candidatos prometían cambiar su país para influir en Europa; ahora prometen influir en Europa para poder cambiar a su país.

"Es la primera vez que en unas elecciones nacionales un candidato favorito centra una parte central de su mensaje de campaña no en prometer cosas o anunciar cosas sino en decir que intentará poner en marcha un cambio político a nivel europeo", señala en declaraciones a Rtve.es Thomas Klau, director de la oficina en París del European Council of Foreign Relations (ECFR).

Klau considera que con su campaña Hollande ha "reinventado" la política europea al admitir por primera vez lo que antes de la crisis de deuda era un rumor y ahora es un clamor: que una parte cada vez mayor de la política nacional se decide ya a nivel europeo.

Por eso, periódicos como El País, La República o The Guardian abrían sus portadas al día siguiente con la victoria de Hollande y proclamaban el inicio de una nueva etapa en la política europea más allá de la austeridad.

Más allá de la adscripción ideológica de estos rotativos, estas portadas reflejaban el otro lado de la moneda: si Europa ha sido por primera vez un tema central en el programa de Hollande; también por primera vez en buena parte del Viejo Continente veían su triunfo como un elemento clave de su propia agenda política nacional.

El propio líder socialista era consciente de ello cuando se dirigió específicamente a los países europeos que estaban sufriendo las consecuencias de la austeridad, poniendo la fecha de su victoria electoral también como el inicio de una nueva etapa en Europa.

"Desde esta nueva Francia se puede hacer un frente común para defender el euro con sensatez", defiende la subdirectora de Fride, Cristina Manzano, que considera que el líder socialista ha "indicado un nuevo horizonte".

Horizonte de citas para Hollande

Por ahora, el horizonte es apenas una palabra, crecimiento, y una serie de citas a nivel internacional del líder socialista.

Señalada en rojo, la cita con Merkel en Berlín poco después de tomar posesión como presidente de la República el próximo martes. 

Ocho días después, una cena informal con jefes de estado y de gobierno para hablar del nuevo mantra europeo que deberá trazar las líneas para introducir medidas orientadas al crecimiento económico ante la evidencia del estancamiento y en algunos casos depresión de la economía de la eurozona.

Para Klau, Hollande ya ha tenido un primer gesto simbólico, pero significativo: antes de reunirse con Merkel y en un movimiento inédito para un gobernante que aún no ha tomado posesión de su cargo, ya se ha reunido en su cuartel general en París con el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy,  y el del Eurogrupo, Jean-Claude Juncker.

"Es un claro signo de que quiere saber cual es la dinámica de la eurozona como conjunto antes de reunirse con Ángela Merkel y creo que es simbólico como una forma de decir que la salida de la crisis no implica es solo el eje París-Berlín, sino que implica a las autoridades europeas", considera el experto del ECFR.

La canciller alemana y el presidente saliente de Francia, Nicolás Sarkozy, unieron sus destinos políticos al reforzar el eje franco-alemán hasta el punto que sus reuniones previas marcaban las decisiones que se tomarían posteriormente en los consejos europeos.

Para la mayoría de los analistas, Merkel llevaba la voz cantante de esa pareja, y gracias a ello ha ido marcando el ritmo de las respuestas políticas a la crisis de deuda, resumidas en el llamado pacto fiscal, que condensa la conversión a la austeridad alemana de buena parte de la Unión Europea.

Eso ha hecho que buena parte de las decisiones que se tomen a nivel europeo no sean achacadas a Bruselas sino a Alemania, que ha sido el destinatario de los mensajes en clave europea que ha lanzado Hollande durante su campaña electoral, algo que Klau considera injusto.

"Alemania no sería capaz de imponer su austeridad nacional si no tuviese el apoyo de otros países, entre ellos Nicolás Sarkozy", recuerda el analista.

Como indica Manzano, la austeridad era ya vista antes de los comicios presidenciales franceses como una solución incompleta a la crisis económica europea desde sitios tan poco sospechosos como el Fondo Monetario Internacional y Estados Unidos.

Dentro de la propia Alemania se ha ido preparando el terreno para el cambio en Francia después del derrape diplomático de Merkel al anunciar que haría campaña por Sarkozy ante la promesa electoral de Hollande de que renegociaría el pacto fiscal.

Dos formas de ver el crecimiento

La canciller ha reconocido la necesidad de incorporar el crecimiento al debate europeo y sus ministros han abierto la puerta a dejar que la inflación suba en el país a través de una subida de salarios, lo que aumentaría la demanda interna de la locomotora de Europa y mejoraría la competitividad de las economías periféricas.

"Los votantes europeos han pedido más demanda y una mayor demanda incluso ayudaría a la política doméstiva alemana. La solución obvia es crear más demanda en Alemania", señalaba el experto del think-tank Brueghel Guntram B. Wolff en un artículo esta semana.

Pero más allá de estas medidas a nivel local, Hollande y Merkel discrepan de lo que consideran crecimiento. Para la canciller, este crecimiento solo debe conseguirse con reformas estructurales como las que puso en marcha su predecesor, el canciller Schroeder a principios de la década del 2000.

Manzano achaca este enfoque a un cambio en la propia mentalidad alemana.

"La sociedad alemana se ha desprendido de buena parte de sus complejos y se dice 'Ya no tenemos que seguir manteniendo a Europa, en los últimos diez años lo hemos pasado mal, ahora les toca a ellos'", asegura la experta de Fride.

En el otro lado, Hollande no ha enseñado todas sus cartas económicas durante la campaña, pero las que ha mostrado -desde una espectacular subida de impuestos a las rentas muy altas hasta revertir la subida de la edad de jubilación para determinadas profesiones- muestran una visión de crecimiento muy similar a la de la tradicional socialdemocracia europea, centrada en la inversión y en el endeudamiento.

El problema, tal y como demuestran las últimas previsiones macroeconómicas de la Comisión Europea, es que Francia tiene muy poco margen fiscal para estas medidas, constreñida por su compromiso de llegar al 3% del déficit en 2013 y bajo estrecha vigilancia de unos mercados que la ven como el siguiente eslabón de la cadena tras los países periféricos.

"El nuevo presidente tendrá un margen limitado para revertir completamente la política fiscal (...) No puede y no entrará en un programa de gasto público a gran escala, los inversores internacionales son por naturaleza conservadores fiscales y reaccionarán inmediatamente con un aumento del riesgo país", considera Wolff.

Bruselas, protagonista

Así las cosas, el foco puede trasladarse a Bruselas, que tiene en sus manos las pocas herramientas para intentar lograr un crecimiento que no esté reñido con la austeridad.

Primero, con una medida inmediata: la relajación del calendario de cumplimiento de los objetivos de déficit para que los países que están inmersos en una depresión económica, como España, no caigan más aún en aras de la virtud fiscal.

Las segundas son las iniciativas que se debatirán en la cumbre informal del 23 de mayo y en el consejo europeo de finales de junio, centradas en un aumento de la inversión europea con tres líneas: usar los fondos estructurales para fomentar el crecimiento,  emplear como instrumento el Banco Europeo de Inversiones aumentando su capital y los llamados 'eurobonos para inversiones' que fomenten la inversión privada en grandes proyectos de infraestructuras.

"El desafío está en poder buscar medidas que tengan repercusión para que se puedan sentar las bases del crecimiento futuro", señala Manzano.

Alemania se ha mostrado reacia a estas iniciativas, algunas de las cuales están incluidas en el memorándum que Hollande ha anunciado que enviará a los líderes europeos para fomentar el crecimiento.

En este sentido, la irrupción de Hollande y sus diferencias con Merkel pueden tener un 'efecto colateral' positivo para la Unión Europea: desplazar el centro de decisión de Berlín a Bruselas.

"Francia y Alemania tendrán que continuar trabajando juntos, pero se deberá dar más peso a las instituciones europeas por el bien de la legitimidad y la inclusión", defendía en un artículo reciente Kermal Dervis, de la Brookings Institution.

En este sentido, Klau vaticina que en el próximo año se empezará a visualizar un mayor protagonismo de la Comisión Europea y uno menor de Berlín en la crisis de la eurozona, coincidiendo con dos hechos: la aplicación de las nuevas normas de gobernanza, que dan a Bruselas poder sancionador, y la proximidad de las elecciones en Alemania, que obligarán a Merkel a centrarse en su agenda interna.

"Cuando veamos que empieza a operar las sanciones y eso será en los proximos meses la gente se dará cuenta que la comisión y no Alemania es la autoridad en la eurozona", vaticina el experto del ECFR.

El problema es que esta situación abrirá otro debate: ¿Qué ocurrirá cuando gobiernos elegidos democráticamente sean sancionados por un organismo que carece de respaldo en las urnas?

Para Klau, esta situación debería abrir la puerta a una elección cuasi federal del presidente del ejecutivo comunitario, en la que diferentes proyectos políticos se enfrentarían a nivel europeo y contarían con un respaldo parlamentario.

"Reforzar esa dimensión política europea no es una cuestión de presencia política sino de estabilidad y de la superviviencia de la eurozona a largo plazo" concluye.

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