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Erasmus Darwin y los ingenios mecánicos

  • Se convirtió en el médico más famoso del siglo XVIII en Inglaterra

  • Rechazó encargarse personalmente de la salud del Rey Jorge III

  • Experimentó con el uso del aire y los gases para tratar infecciones y el cáncer

NURIA MARTÍNEZ MEDINA (RADIO 5)
3 min.

A hombros de gigantes

Programa de divulgación científica. Es un espacio pegado a la actualidad con los hallazgos más recientes, las últimas noticias publicadas en las principales revistas científicas, y las voces de sus protagonistas. Pero también es un tiempo de radio dedicado a nuestros centros de investigación, al trabajo que llevan a cabo y su repercusión en nuestra esperanza y calidad de vida. Los sábados de 01:00 a 02:00 horas

El médico, fisiólogo, filósofo, naturalista y poeta británico, Erasmus Darwin, nació en Elton el 12 de diciembre de 1731. Hijo de un abogado, fue el más pequeño de siete hermanos, estudió en las universidades de Cambridge y Edimburgo, y practicó la medicina en Lichfield, donde enseguida se hizo con una numerosa clientela.

Con el tiempo, se convertiría en el médico más famoso del momento. Su trabajo de médico rural le dejó mucho tiempo para observar la naturaleza y experimentar con ella. En una época en la que Londres era un importante centro de poder y cultura, Darwin no se movió de provincias.

A pesar de sus orígenes acomodados, sostuvo teorías y propuestas muy radicales. Fue un anticristiano convencido, enemigo del alcohol y trataba sin contemplaciones a sus pacientes, incluso a los más ricos. El Rey Jorge III le propuso ser su médico personal, pero declinó el ofrecimiento.

Darwin siempre se sintió fascinado por los ingenios mecánicos, y diseñó una gran variedad de ellos, desde los más caprichosos, como una araña de juguete que funcionaba con imanes giratorios, a los más prácticos.

La mayoría no pasaron de meros bocetos. En ideas se quedaron un pájaro mecánico que funcionaba con aire comprimido o una máquina para copiar documentos.

Otros acabaron viendo la luz, como un puente móvil para canales, un molino de viento horizontal o un generador electroestático, aunque a menudo, desarrollados y patentados por otros. Darwin no registraba ninguna de sus invenciones porque pensaba que ello podría dañar su reputación como médico.

Propulsor de la revolución industrial

Erasmus fue uno de los fundadores de la Sociedad Lunar de Birmingham. Un club que se convirtió en el auténtico motor intelectual de la revolución industrial en Inglaterra.

Todos sus miembros, incluidos Darwin, defendieron algunas ideas de la Revolución Francesa, sobre todo las que hacían referencia al progreso, la relación entre el conocimiento y el poder y las exigencias de las transformaciones políticas y sociales. Creían que la ciencia podía ser el vehículo de esas transformaciones, pero cuando la revolución degeneró en terror, no tardaron en desencantarse.

Darwin experimentó con el uso de aire y de los gases para tratar las infecciones y el cáncer, trabajos que más tarde enfocaría en la investigación sobre la formación de las nubes.

También hizo experimentos sobre galvanismo. Según esta teoría, muy en boga en aquella época, el cerebro de los animales produce electricidad que es transferida por los nervios, acumulada en los músculos y disparada para producir el movimiento de los miembros.

Los ensayos con animales, y hasta con cadáveres humanos, alentaban la secreta esperanza de que, mediante la electricidad, pudieran sanarse enfermedades que provocaban parálisis e –incluso-- reanimar un cuerpo muerto. Los experimentos de Erasmus Darwin fueron una importante fuente de inspiración para la novela Frankenstein, de Mary Shelley.

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